Piense en una estrella de cine. Cualquiera. La que sea. Martin Singer es su abogado. Su lema: ‘Si alguien jode a mis clientes, me está jodiendo a mí’. Y ojo. Su lenguaje es mucho más delicado que sus métodos. Por Anabel Unamuno
«Llamas a Marty porque necesitas a alguien como Mike Tyson en la pelea contra Holyfield. Llamas a Marty porque Keyser Söze (protagonista de Sospechosos habituales) es un personaje de ficción… Marty es un maldito hijo de puta. Cuando alguien quiere ir a por mí, simplemente le reenvío el correo electrónico a Marty y muy pocas veces optan por continuar con el acoso». Habla Sharon Stone, y por ‘Marty’ se refiere a Martin D. Singer, su abogado. Bueno, el suyo y el de la plana mayor de Hollywood.
Stone homenajeó a Singer con estas palabras en 2012 sobre el escenario de un hotel de Los Ángeles donde la Asociación de Abogados de Beverly Hills le entregó el premio al mejor abogado del show business del año. Estrellas como Sylvester Stallone, Bruce Willis o Scarlett Johansson grabaron mensajes para él -«Marty es un superhéroe de la vida real», dijo la actriz- y dos de sus mejores clientes, Arnold Schwarzenegger y John Travolta, se sentaron a su lado en la mesa presidencial. La industria del entretenimiento al unísono le rendía pleitesía después de 30 años de servicio leal e ininterrumpido.
Todo empezó en 1980 en un restaurante chino en Los Ángeles. «Tu intuición sobre las decisiones de trabajo es buena», leyó en el mensaje de su galleta de la fortuna. Aquel día, Marty Singer y su socio, John H. Lavely, habían decidido abrir su propio bufete de abogados. Un año después, cuando los casos de clientes famosos se apilaban sobre sus mesas, regresaron al local para celebrar su primer aniversario. De una de las galletas salió el mismo mensaje. Treinta y siete años después, convertido en el abogado más famoso de Hollywood y, sobre todo, en el más temido, despiadado y efectivo de todos los ‘picapleitos’ de la ciudad, Singer guarda todavía aquel premonitorio trozo de papel en su cartera.
Le gusta decir que el secreto de su éxito está en sus orígenes humildes y en su ética de trabajo. «Los abogados de California tienen mentalidad de surferos. Son las 5:30 y quieren irse a la playa. Ya lo harán mañana». Él, en cambio, siempre está disponible para sus clientes, esté jugando al golf o de vacaciones en un crucero.
Singer creció en Brooklyn (Nueva York) y es hijo de dos inmigrantes judíos europeos. su madre sobrevivió a Auschwitz y su padre huyó de la Austria ocupada y terminó ganándose la vida como artista en Nueva York. Aunque pensó en estudiar Medicina, decidió que era demasiado sensible para estar todo el día rodeado de enfermos y terminó estudiando Derecho, mientras su mujer, Deena, pagaba las facturas como secretaria en un bufete de abogados. Cuando terminó la carrera, el matrimonio se mudó a Los Ángeles: ella consiguió un puesto en el despacho de Bert Fields, el abogado más famoso del show business, y él empezó desde abajo, realizando trabajos de investigación para varios despachos legales antes de abrir su propio bufete. Tenía una habilidad innata para gestionar casos de demandas, y otros abogados de la ciudad empezaron a derivarle a sus propios clientes, a menudo actores famosos como Stallone o Schwarzenegger. Y la voz empezó a correrse por Hollywood.
A 950 dólares la hora
Su lista de clientes famosos es infinita. Casi todas las grandes estrellas del espectáculo se han sentado en su despacho: Tom Hanks, Kevin Costner, Matt Damon, Justin Timberlake, Anthony Hopkins, Demi Moore, Joaquin Phoenix, Eddie Murphy, Johnny Depp, Harrison Ford, Ben Affleck, Clint Eastwood, Ashton Kutcher, Ellen DeGeneres, Orlando Bloom, Reese Witherspoon, George Clooney, Julia Roberts, Jennifer Lawrence… Y el inventario de celebrities no se detiene ahí. También ha representado a estrellas del pop (Michael Jackson, Britney Spears, Katy Perry…), directores de renombre (Martin Scorsese o David O. Russell), productores todopoderosos (Jerry Bruckheimer), gurús omnipotentes (Oprah Winfrey), deportistas de élite (Serena Williams) o a grandes magnates como Sheldon Adelson o George Soros. «Quiero a mis clientes y me preocupo por ellos. Son como de mi familia. Y si alguien jode a mis clientes, están jodiendo a mi familia. O me están jodiendo a mí».
Si es necesario, dicen, puede recurrir a la intimidación o a las amenazas. «Nadie sabe el 90% de lo que hago para mis clientes»
Su tarifa (950 dólares la hora) es escandalosa, pero, a cambio, contratar sus servicios suele ser garantía de éxito para sus clientes. Se encarga de librarlos de contratos blindados que ya no quieren cumplir, de conseguir que los estudios paguen hasta el último céntimo de sus deudas (logró que Paramount le pagara un bonus de 17 millones de dólares a Tommy Lee Jones por su papel en No country for old men), pero también de demandar a un vecino molesto (el guionista Alan Ball) cuando sus cacatúas no dejaban trabajar en paz a uno de sus mejores clientes (Quentin Tarantino).
Salvar el cuello a Halle Berry
Singer es famoso por evitar, por todos los medios, poner un pie en los tribunales y, en cambio, tiene una habilidad innata para alcanzar ventajosos acuerdos extrajudiciales, como cuando logró que Halle Berry esquivara un juicio después de huir precipitadamente del lugar de un accidente. Por eso hay quien dice que más que un abogado es un fixer (un ‘arreglador’). De hecho, a él le gusta decir en tono misterioso: «Nadie sabe el 90 por ciento de las cosas que hago para mis clientes».
Muchas estrellas llegan por primera vez a su despacho cuando están a punto de ser avergonzadas públicamente o cuando son víctimas de chantaje o acoso. Para hacer desaparecer el problema, Singer cuenta con un variado repertorio. Si el asunto puede arreglarse con un cheque, es más sutil y diplomático, pero, si las circunstancias lo requieren, puede recurrir a la intimidación o a las amenazas, según desvelaba recientemente Vanity Fair. Sus cartas a los medios de comunicación son antológicas y siempre siguen el mismo guion. después de exponer el caso difamatorio en cuestión -sea el presunto coqueteo de un actor con una menor o las formas dictatoriales con las que una estrella se dirige a sus empleados domésticos-, Singer desmonta dichas acusaciones para, a renglón seguido, anunciar el apocalipsis en forma de demanda si la historia termina en la portada de alguna revista. Suelen concluir con un «decida en consecuencia» o un «proceda bajo su propio riesgo». Por algo a la prensa le gusta llamarlo Mad Dog (Perro Loco), coincidiendo con sus iniciales. A menudo consigue que un medio se retracte y, dicen, es capaz de destruir la reputación de un periodista o de una cabecera. Y cuando los hechos no están de su parte, negocia. no hay nada más efectivo para enterrar unas fotos comprometedoras que conceder una entrevista de su cliente al mismo medio que trata de extorsionarlo.
Las dos reglas de oro
En el bufete que dirige solo hay dos reglas de oro. Singer no representa a grandes estudios cinematográficos para evitar conflictos de interés. Tampoco acepta casos criminales después de que su cuñado fuera asesinado en 1991: «No quiero ayudar a nadie a librarse de algo que ha hecho». En realidad, Singer, de 64 años, es un hombre de familia: casado con la misma mujer desde hace más de 40 años, suele preferir pasar su tiempo libre con ella, sus perros y sus hijos a cenar con sus clientes en el último restaurante de moda de Los Ángeles. Aunque algunas estrellas, como Sylvester Stallone o Priscilla Presley, han terminado siendo buenos amigos de la familia.
El actor Charlie Sheen ha dicho de él: «Marty es como un masajista. Le pagas por horas y siempre hay un final feliz»
Pero Singer también tiene un lado oscuro y métodos algo cuestionables. Se sabe, por ejemplo, que Anthony Pellicano -el investigador privado condenado en 2008 por pinchar los teléfonos de estrellas como el propio Stallone- trabajó para él. «Cuando tengo un caso de mierda, al menos sé que estás de nuestro lado y que destaparás mucha mierda que podemos utilizar», le decía el abogado a Pellicano en una conversación grabada. Singer ha confesado que el investigador colaboró con él en «cinco o seis pequeños casos». Quienes lo conocen dicen que tiene un carácter explosivo y visceral -la primera frase coherente de uno de sus hijos fue «jodido idiota»-, pero también que es leal con sus amigos y clientes.
La prensa lo apoda Perro Loco: destruye a cualquier periodista que posea información sensible sobre sus clientes
Y quizá porque inspira tanta envidia como temor, casi nadie habla mal de él y, además, casi todos sus clientes están satisfechos. Casi… Singer era, hasta octubre 2015, uno de los abogados de Bill Cosby en el intrincado proceso legal por el que el actor se enfrenta a las acusaciones de más 60 mujeres que afirman haber sido drogadas y violadas por la estrella. Singer ya defendió a Cosby de algunas de estas denuncias en 2006 y logró acuerdos extrajudiciales con varias víctimas. Pero cuando el caso regresó a los titulares en 2015 y Singer tachó de mentirosas y extorsionadoras a algunas de las mujeres que acusaban a Cosby, el caso se volvió en su contra. Varias víctimas, incluida la supermodelo Janice Dickinson, demandaron a Cosby por difamación basándose en los comentarios que su abogado había hecho a la prensa. Unos meses después, Singer dejaba de representar al actor.
Un abogado ‘teflón’
Ese resbalón en su historial no ha afectado en absoluto a su negocio. En los últimos meses ha limpiado el nombre de Tom Hanks y Kim Kardashian de historias infundadas sobre ellos publicadas en la prensa; ha defendido a Arsenio Hall de las difamaciones vertidas contra él por Sinéad O’Connor; a Harvey Weinstein en un caso de fraude; y a Arnold Schwarzenegger en una disputa comercial. Y se está encargando de la defensa legal de Jim Carrey en un rocambolesco caso en el que el exmarido de su difunta novia lo acusa de haberla incitado al suicidio. Su negocio funciona mejor que nunca y su reputación sigue intacta. La buena y la mala.
En aquel homenaje celebrado en 2012 fue Charlie Sheen quien lo describió mejor y más gráficamente que nadie. Unos meses antes, Singer había logrado que Warner Bros. indemnizara al actor a través de un acuerdo privado después de que el estudio lo despidiera de su serie Dos hombres y medio. «Se ha dicho mucho sobre mis hazañas pasadas, pero confiad en mí: nunca he jodido tan fuerte como Marty jodió a Warner. Marty Singer puede ser la única persona que ha follado más que yo en Hollywood. Es como un masajista. Le pagas por horas y siempre, siempre, siempre obtienes un final feliz».
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