1. Explorar las alturas. Trepar y colgarse son actividades de alto 'voltaje'. Exigen gran esfuerzo y concentración. Al fin y al cabo, somos monos acróbatas. Aprender a caer es liberador.
2. Manejar herramientas. Cuchillos, tijeras, martillos, hachas, taladros... Manipular objetos potencialmente peligrosos no solo estimula la motricidad, también fortalece la autoestima.
3. Asomarse al peligro. Jugar cerca de un fuego, grandes masas de agua, un barranco... activa las regiones cerebrales que mantienen la alerta y obliga a evaluar riesgos antes de tomar decisiones.
4. Pelear. Los juegos violentos son actividades socializadoras de los mamíferos que regulan la agresividad para no hacer daño. Simular una pelea de 'espadachines' con palos desarrolla la cooperación.
5. Coger velocidad. Ir en bici, patines o correr muy rápido benefician el desarrollo motor, el equilibrio y la percepción del espacio. Perseguir y escapar son experiencias fundamentales del ser humano.
6. Caminar solos. Explorar es instintivo. Implica tomar las riendas del destino propio y 'vacuna' contra la ansiedad. Aprender a orientarnos es tan importante como controlar el miedo cuando nos perdemos
Según la psicóloga Ellen Sandseter, estas son las seis cosas arriesgadas que debe permitirles hacer a sus hijos.
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