Cómo construían los romanos: los cimientos del imperio

Tenían calefacción central en sus viviendas, baños dotados de todas las comodidades y puentes y calzadas que, 20 siglos después, siguen cumpliendo su función. Y esto a base de piedra, madera y hormigón. Así trabajaban estos constructores geniales del Imperio romano.

Con cemento, piedra y ladrillo, con las técnicas que inventaron, perfeccionaron y aplicaron con destreza, los romanos lograron obras que siguen impresionando aún hoy. De Mesopotamia a Finisterre, del Sáhara a Germania y las islas Británicas, el Imperio Romano dominaba todas las tierras bañadas por el Mediterráneo. Las enormes distancias eran un obstáculo para el gobierno de zonas tan amplias y las vías de comunicación resultaban básicas. Por este motivo, construyeron una red de calzadas de piedra que conectaban las distintas provincias del imperio. En su origen tenían la función de facilitar el desplazamiento rápido de sus legiones, pero con el tiempo los intercambios comerciales facilitaron el contacto cultural y la extensión de la civilización romana. Sobre montañas y pantanos, cruzando ríos y cañones, los ingenieros romanos construyeron una red viaria que siguió siendo ampliamente utilizada hasta bien entrado el siglo XVIII.

Fueron unos maestros: idearon los arcos de triunfo, dieron higiene y dignidad a las viviendas, reinventaron los órdenes griegos…

En numerosas ocasiones, las calzadas romanas tenían que salvar los cauces de agua que se encontraban en sus recorridos. El secreto para construir moles, como el puente que salva el desfiladero de Alcántara, se encuentra en un único elemento: el arco. Conocido por egipcios, mesopotamios y griegos, sólo Roma supo aprovechar sus enormes posibilidades. Los puentes más primitivos eran meros tableros colocados sobre pilares, ya que con la piedra era casi imposible alcanzar más de seis metros de distancia entre los soportes. Las arcadas, por su parte, permiten alcanzar luces mayores, pero a cambio hay que resolver una peculiaridad: un arco está vivo, se mueve si no se sujeta.

Cúpula del Panteón de Roma

Un arco se compone de dovelas, piezas con aspecto de cuña. Eso le da al arco su curvatura al tiempo que lo sostiene (al encajarse, las dovelas no pueden caer). Pero también hace que su peso se descomponga en empujes verticales (el soporte los recoge sin problemas) y otros laterales que hay que contrarrestar. Un arco sólo se sostiene cuando está completo. Para construirlos, es preciso colocar primero una subestructura de madera que tiene la forma de la curva. Se denomina cimbra y sobre ella se van montando las piezas o dovelas, desde los laterales al interior. El arco está listo cuando se pone la pieza central del puzzle, que por eso se llama clave.

Y la mejor y más impresionante bóveda jamás construida por los romanos está en el Panteón de Roma

El otro gran descubrimiento (o redescubrimiento) de la ingeniería latina, la bóveda, se deriva del arco. Los de medio punto (semicircunferencias) forman la bóveda de cañón (semicilíndrica) y la de arista surge por la intersección de dos bóvedas de cañón. Una cúpula no es más que una bóveda semiesférica. Y la mejor y más impresionante bóveda jamás construida por los romanos está en el Panteón de Roma. Su luz, la distancia horizontal entre apoyos, alcanza más de 43 metros, un récord que no sería superado hasta el siglo XIX. El emperador Adriano mandó erigirlo, entre los años 118 y 125. En él lo importante es el magnífico interior abovedado. Algunos estudiosos ven en este cambio de concepción una trascendencia histórica sólo igualada por las catedrales góticas y por los rascacielos. Su reciclado en iglesia cristiana colaboró, sin duda, a que la obra llegara casi intacta hasta nuestros días.

Los circos y los teatros eran construcciones destinadas a la reunión de los ciudadanos y una primicia latina. Así, basándose en el teatro griego, excavado en una ladera y abierto a la naturaleza, levantaron unos teatros urbanos, introvertidos, con una nueva disposición. Y, al duplicar los graderíos, inventaron el anfiteatro. Su paradigma es el Coliseo de Roma, inaugurado en el año 80. Por su complejidad estructural, se ha dicho que un arquitecto que supiera levantar un anfiteatro era capaz de cualquier cosa. Pero, además, el Coliseo se construyó muy rápido, gracias a la prefabricación de ciertos elementos, la construcción modular, el uso de complejas máquinas y la especialización de los obreros. Los numerosos operarios, además, estaban coordinados en equipos de trabajo y bien organizados en turnos.

Pero los romanos, con el escritor Virgilio (70-19 antes de nuestra era) al frente, consideraban que no habían hecho otra cosa que copiar a los griegos, lo cual es pecar de modestos. Además de lo visto, idearon los arcos de triunfo y las columnas conmemorativas. En las termas, volvieron a cubrir grandiosos espacios interiores y desarrollaron instalaciones como la calefacción. Dieron higiene y dignidad a las viviendas, tanto bloques de pisos como villas. Los mosaicos con que decoraron los suelos pueden considerarse otra gran aportación. También reinventaron los órdenes de columnas de los griegos e inventaron dos (el toscano y el compuesto). Maestros de la ingeniería capaces de proezas arquitectónicas que siguen causando asombro aún hoy, los romanos no sólo no estaban locos (por mucho que le pese a Astérix), sino que además sabían latín.

Hormigón. El gran descubrimiento

Con él se construían hasta tres tipos de diferentes muros. Denominado opus caementicium, se basaba en una mezcla que contenía unas 12 partes de ceniza volcánica, nueve de cal, seis de arena y 16 de gravas y piedras. Tras añadir agua y batir la mezcla, tardaba un tiempo en hacerse sólido (fraguar). En España se empleó también el opus vittatum: una mampostería de piedras pequeñas y prismáticas alineadas en bandas bastante regulares.

  • El opus incertum se usaba como encofrado y era de piedra sin trabajar.
  • El opus reticulatum era de piedras triangulares con las bases en diagonal.
  • El opus testaceum usaba ladrillos planos.

Acueducto de Segovia: un mecano perfecto

La sillería de granito forma 120 arcos -que cubren casi 800 metros de longitud-. Lo más espectacular es la doble arquería que salva los 28 metros de su altura máxima, sobre la plaza del Azoguejo. El catedrático en Arqueología Manuel Bendala lo califica de «alarde técnico». Hasta bien entrado el siglo XIX, el acueducto estuvo en uso. Quizá sea esta utilidad lo que lo ha mantenido intacto. Algunos estudiosos afirman que los árabes copiaron el dibujo de su estructura en la mezquita de Córdoba.

Las calzadas. Autovías para la eternidad

Los 30.000 kilómetros de ellas que había en España y Portugal en el siglo III son la base de la red de carreteras tendida a partir del XIX. Eran construidas superponiendo estratos: abajo, unos cimientos con piezas de piedra; después, un relleno de grava, luego se colocaban piedras machacadas y trabadas entre sí mediante cal grasa. Por último, las losas del pavimento fijadas con un mortero de cal. Cuando atravesaban zonas húmedas, llevaban carbón bajo la base para evitar los microorganismos.

El puente de Alcántara: un edificio de 20 pisos

Situado entre Cáceres y Coimbra (Portugal), fue construido en el siglo II, bajo el emperador de origen hispano Trajano y salva los 194 metros abiertos por un cañón del río Tajo. Sobre sus aguas se eleva más de 60 metros (el equivalente a un edificio de 20 pisos) y consta de seis arcos con doble dovelaje. La anchura (o luz) de los dos centrales es de unos 28 metros, de 24 los siguientes y de 18 los últimos. Sólo dos pilas se apoyan en el lecho del río con ‘tajamares’ de sección triangular.

Termas de Caracalla: el gran centro de ocio del siglo III

Ya en el 33 antes de nuestra era Roma tenía unos 170 balneae (pequeños establecimientos de baño), llegando a casi 1.000 en el año 354. Pero el culmen de esta cultura fueron los grandiosos edificios llamados termas, enormes complejos de ocio en los que un ciudadano podía disponer gratuitamente de los lujos reservados a un palacio. Las más importantes que nos han llegado son las de Diocleciano (convertidas luego en una iglesia) y las de Caracalla. Inauguradas estas últimas por el emperador en el 217, fueron usadas hasta el año 537.

PARA SABER MÁS

De la magnificencia y arquitectura de los romanos., de varios autores. Editorial Akal.

Hispania y los romanos, de John S. Richardson. Editorial Crítica.

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