No son cazadores solitarios. Un nuevo documental sorprende al descubrir que los tiburones grises atacan en manada y muestra imágenes inéditas de su comportamiento. Por Manuela Giménez/ Fotografía: Laurent Ballesta/Contacto

¡Los tiburones son increíbles!

Los tiburones acechan como lobos. Se sienten los aletazos. Su piel fría roza el neopreno de los buzos. Dan miedo. Cuesta mantener la calma y continuar sujetando los focos o con la mirada en el visor de la cámara. Los latidos del corazón se disparan. Las piernas se encogen involuntariamente. Los músculos, en tensión, están preparados para bracear y patalear con fuerza para salir de allí.

Han utilizado 32 cámaras para tomar más de 80.000 fotografías durante la noche, la hora de la caza

Los integrantes del grupo, liderado por el fotógrafo y biólogo francés Laurent Ballesta, han confesado los chispazos de miedo que han padecido mientras filmaban el documental 700 tiburones en la noche, un trabajo artístico y científico, rodado en el atolón Fakarava, en la Polinesia Francesa, que ha aportado información inédita -y sorprendente- sobre el comportamiento de los tiburones grises.

Ataque de tiburones

Equipados con proyectores, los buceadores recorren durante horas el atolón de Fakarava. Allí se concentra la más alta densidad de tiburones grises conocida hasta ahora.

Ballesta y su equipo han descubierto que estos escualos, a los que se creía de comportamiento individual y solitario, son gregarios a la hora de la caza. Por supuesto, también han corroborado la ferocidad de estos animales de mandíbulas poderosas. «Los tiburones son depredadores salvajes y despiadados… Pero no saben lo que es el odio. He querido mostrar sus debilidades, además de su fuerza», dice el fotógrafo Laurent Ballesta.

Tras semanas de prolongadas inmersiones, el grupo de buceadores ha documentado el curioso proceder de estos escualos en aquel pequeño pero imponente atolón polinesio. Durante el día, grandes grupos de estos tiburones flotan tranquilos y displicentes, como si fuera la hora de la siesta de una calurosa jornada de verano. Mientras hay luz, la desidia o la falta de fuerzas del tiburón permite que las presas se escurran de sus fauces. Pero cuando cae el sol… pobre del que no haya encontrado un refugio en una roca o en una rendija del coral.

Espectáculo inédito

Hasta ahora se creía que los tiburones grises se disgregaban al anochecer para cazar en solitario… Las potentes lámparas de los submarinistas han revelado, sin embargo, un espectáculo inédito: en las profundidades nocturnas hordas sobreexcitadas de escualos dan vueltas y vueltas en busca de nuevas presas.

ataque de los tiburones

Fin de la solidaridad. un tiburón huye con la presa para no compartirla, le persiguen sus antiguos aliados.

«Al principio -cuenta Ballesta- no nos atrevíamos a acercarnos. Nos quedábamos a unos diez metros por encima de ellos, con las rodillas plegadas por el temor a recibir el ataque de sus mandíbulas. Pero en el agua no se puede utilizar un teleobjetivo como en un safari africano. Es imposible guardar las distancias. Así que, noche tras noche, íbamos avanzando un poco más. Hasta que llegó un momento en que nos encontramos en mitad de una manada. Pensamos que iban a mordernos… pero no».

Secretos desvelados

No hubo ni un solo ataque a los hombres. Lo que sí hubo, sin embargo, fueron varias colisiones con ellos. Y son dolorosas. «Uno de ellos se estampó contra mi pecho con tanta fuerza que me cortó la respiración», cuenta Ballesta.

La sensación de estar rodeado de estos animales temibles es impactante. «Todo se movía por todas partes, sientes cosas que se mueven entre las piernas, te empujan por la espalda. Al principio, estaba tan fascinado por el espectáculo que me sentía incapaz de captarlo. Luego, no quería despegar el ojo del visor. Han sido las inmersiones más adictivas de mi vida», dice.

Ataque de tiburones

Las fotos muestran una coordinación insólita de los tiburones durante la cacería.

El resultado de su trabajo han sido 3000 horas de buceo y más de 80.000 fotografías. Un material ingente lleno de secretos, ya que la cámara registra escenas que el ojo humano no es capaz de detectar. De regreso a tierra, visionaron las imágenes. Y confirmaron la sorpresa. Los tiburones grises coordinan sus acciones cuando persiguen a sus objetivos. Eso no significa que todo lo hagan siguiendo un código de fraternal camaradería: en cuanto la presa cae en la boca de un miembro del grupo, el afortunado sale disparado para no compartir el botín.

En el atolón de Fakarava, se produce una insólita aglomeración de tiburones grises que cazan en grupo. Sus ataques son letales

Todos estos descubrimientos han sido posibles gracias a la pericia y la innovación del equipo del documental. Han utilizado 32 cámaras colocadas a intervalos regulares en una estructura en forma de arco. De esta manera podrían filmar, a la velocidad de 1000 imágenes por segundo, una misma escena desde distintos ángulos. Se trata de un sistema muy parecido al que se utilizó en el rodaje de Matrix. Algo que nunca se había practicado en el cine documental de animales.
No fue fácil. «Resultó ser un infierno a la hora de desplazar el dispositivo bajo el agua. Lo rehicimos como pudimos, con madera flotante y otros elementos locales», explica Ballesta.

Sangre en el muslo

Funcionó. Las imágenes son muy impactantes. Muestran a los tiburones en un aparente letargo diurno. Aparente porque en realidad están en guardia: saben que es el momento más peligroso para ellos, cuando pueden convertirse en presa fácil del tiburón martillo.

ataque de los tiburones

En la piel de este mero se ve la marca de una mordedura de tiburón.

Al caer la noche, cuando cazan en las tinieblas, desechan las precauciones y comienza una actividad frenética. Se acercan sin prevención ningunas a los buzos. «Hasta el punto de que podía coger a uno con cada mano», dice Ballesta. Sin embargo, no hay que confiarse. «Una noche sentí un fuerte golpe en un muslo -cuenta-. Me pasé la mano. Mi traje de buceo estaba roto y sangraba. Pensé que me habían mordido, pero un vídeo muestra que me hirió el espolón en forma de cuchillas de afeitar de un pez cirujano atrapado en la boca de un tiburón». Le tuvieron que dar cuatro puntos de sutura. Afortunadamente, la horda no reaccionó al olor de la sangre… En 3000 horas bajo el agua, ningún buceador recibió un solo mordisco. Sí hubo hematomas y cansancio. «Después de siete semanas buceando día y noche, todos tuvimos otitis de repetición e infecciones tropicales. Perdí siete kilos».

Torpedos feroces

Mereció la pena. Obtuvieron imágenes excepcionales de gran valor científico. Al observar lo que han captado las cámaras, Johann Mourier -del Centre National de la Recherche Scientifique- descubrió que los tiburones podían alcanzar una velocidad de 32 metros por minuto. Es decir, ¡11 kilómetros por hora!

Laurent Ballesta acaba de publicar 700 tiburones en la noche, y ya está de nuevo en el atolón de Fakarava.

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