La explosión de un depósito con 2750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en el puerto de Beirut ha dejado 200 muertos y más de 6000 heridos. También se ha llevado por delante al Gobierno, que dimitió en bloque ante la indignación popular. Pero este tremendo agujero en uno de los países estratégicos para la geopolítica de Oriente Medio todavía puede agrandarse más. Por Lourdes Gómez/ Fotografía: Joseph Eid

El despropósito y la catástrofe

Beirut, un cráter sin fondo

Una pared del almacén quedó de pie junto al cráter de 43 metros. El nitrato de amonio es un fertilizante que también se usa para fabricar explosivos y llevaba casi seis años abandonado en el puerto. En principio había sido comprado por una empresa de Mozambique para su uso en minería. Se fabricó en Georgia, lo transportó un carguero ruso con bandera moldava (país que ni siquiera tiene salida al mar) y se depositó en Beirut a la espera de su destino final. Pero, por causas todavía sin aclarar, se quedó ahí seis años. Funcionarios de Aduanas habían advertido ya al Gobierno del riesgo.

La devastación en medio de la pandemia

Beirut, un cráter sin fondo 2

La explosión ha dejado a unas 300.000 personas sin hogar, como a Karina Sukkar, arquitecta que posa en su derruido apartamento. Además, la total destrucción del puerto dificultará el suministro de comida. El Líbano importa casi todos los alimentos, y el grano almacenado ha desaparecido. Los índices de pobreza y desigualdad eran muy altos, pero aumentarán. La crisis financiera amenazaba con ser ingestionable, a lo que se suman los cortes de energía y la falta de suministro de agua; todo ello, agravado por la COVID 19 -el desempleo y la hiperinflación impiden a la gente comprar hasta bienes básicos-. Los funcionarios del puerto temían que el compuesto fuese usado en un atentado. No parece que hayan hecho falta terroristas; un incendio accidental en otro almacén de fuegos artificiales podría haber sido el detonante. La explosión ha rematado a un país en caída libre.

La corrupción y las revueltas eternas

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Tras la explosión, los libaneses salieron a protestar. El ‘día de la ira’ dejó un muerto, 300 heridos (en la foto) y acabó con el Gobierno de Hassan Diab. En octubre, ya habían tenido lugar enormes protestas antigubernamentales, desatadas tras el anuncio de imponer nuevos impuestos al tabaco, la gasolina y los servicios de mensajería como WhatsApp. El Líbano es uno de los países más corruptos del mundo según Transparencia Internacional. Pero, además, es de una diversidad difícil de gestionar. Oficialmente hay dieciocho comunidades religiosas: cuatro musulmanas, doce cristianas, los drusos y el judaísmo. Y es un país clave en el juego geopolítico de Oriente Medio, lo que hace inevitable la interferencia de otros países, especialmente de Israel e Irán. El Líbano atraviesa sus peores momentos desde la larga guerra civil que se prolongó de 1975 a 1990.

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