La inmunoterapia que ha revolucionado el tratamiento de los cánceres más agresivos es ahora la gran esperanza para luchar contra la COVID-19. Hablamos con el médico español pionero en este tipo de tratamientos y que preside la mayor organización de investigación oncológica del mundo. Por Carlos Manuel Sánchez
• ¿Pueden los virus curar el cáncer»
Si en traumatología se considera a Pedro Cavadas el Doctor Milagro por sus cirugías de altísima complejidad, en oncología es Antoni Ribas (Barcelona, 54 años) uno de los grandes revolucionarios del tratamiento contra los tipos de cáncer más agresivos. La inmunoterapia, de la que es un pionero mundial, es la gran esperanza contra algunos de estos tumores en fases avanzadas y que hace pocos años se consideraban intratables. Y ahora puede convertirse también en una herramienta más contra la COVID-19. Dirige el laboratorio del Centro de Cáncer Jonsson de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), donde desarrolla fármacos que estimulan las defensas y atacan a las células cancerosas. A estos tratamientos se los suele llamar ‘vacunas contra el cáncer’, aunque son diferentes de las vacunas que funcionan contra los virus, ya que no están diseñadas para prevenir, sino para combatir una enfermedad que ya existe lanzando al sistema inmunitario contra ella.
En 2019, Ribas fue elegido presidente de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer (AACR, por sus siglas en inglés) la más importante del mundo, a la que pertenecen 47.000 médicos e investigadores de más de un centenar de países. Desde que empezó la pandemia, asesora a varios equipos internacionales en la adaptación de fármacos antitumorales contra el coronavirus. Se trata de aprovechar las semejanzas entre el cáncer y la COVID-19.
XLSemanal. ¿Estamos tan pendientes de la COVID que se nos ha olvidado que hay enfermos de cáncer, alzhéimer, corazón…?
Antoni Ribas. Es uno de los impactos negativos que ya estamos viendo. Yo veo los problemas de que a los pacientes no se les diagnostique a tiempo. Se han retrasado cirugías y pruebas preventivas, como colonoscopias y mamografías. Que una persona no vaya al hospital a hacerse una prueba por no exponerse al virus puede parecer que no tiene tanta importancia, porque lo más probable es que el resultado sea normal y pueda esperar, pero estadísticamente sí tiene importancia.
XL. Usted es un pionero en la inmunoterapia contra el cáncer, ¿hay algo que pueda servir también para la COVID?
A.R. Hay muchos paralelismos entre este virus y el cáncer. Al principio de la infección de COVID es importante tener una inmunidad robusta, aumentarla si es posible. Pero no en las fases finales. Entonces son los procesos inflamatorios los que dañan el cuerpo.
XL. ¿O sea, que no te mata el virus, sino tus defensas?
A.R. Exacto. No es el virus, sino la reacción inflamatoria, lo que lleva a la muerte. Al principio sí que hay que estimular la inmunidad, con vacunas cuando las haya o con tratamientos que aumentan la respuesta inmunitaria no específica, como el interferón y otros… Cuando la protección inmunitaria falla y se transforma en un proceso inflamatorio que hace que varios órganos dejen de funcionar adecuadamente, hay fármacos que se usan para el cáncer que pueden servir para disminuir esta inflamación. Los corticoides, que son inmunosupresores, nunca se tendrían que dar al principio de la infección, pero en los casos más severos, al final, sí que dan beneficios.
«Al principio de la infección por COVID es importante tener una inmunidad robusta, pero no en la fase final. Lo que te mata son tus propias defensas»
XL. ¿Y tienen pautas para cuando un enfermo de cáncer se contagia de COVID?
A.R. Estamos investigando si algunos tratamientos para el cáncer tienen efectos nocivos en pacientes con cáncer que se contagian. Por fortuna, hemos visto que los pacientes de cáncer han estado muy concienciados durante la pandemia, porque ya tienen una enfermedad seria, y su exposición al virus está siendo menor. Hay ciertas condiciones que exponen tanto al virus como al cáncer, como tener los pulmones dañados por fumar. Y hay ciertos tratamientos, algunas quimioterapias por ejemplo, que debilitan el sistema inmune. Esto es nocivo para el paciente cuando tiene COVID. Pero en el resto de las situaciones sigue siendo más importante tratar el cáncer.
XL. Vive en Estados Unidos y tiene un ojo puesto en España, dos de los países más golpeados por la pandemia… ¿Alguna reflexión?
A.R. Miras hacia atrás y piensas en las oportunidades que se perdieron al principio. Este virus es muy parecido al SARS de 2002, que también venía de los murciélagos y de China, pero que no se esparció por el mundo. El MERS de Oriente Medio sigue latente, pero ha afectado a muy poca gente. Este coronavirus es muy parecido a esos dos, pero se ha comportado de manera muy diferente. Lo más importante es que se puede transmitir por el aire y que lo transmiten también los asintomáticos antes de enterarse de lo que tienen. ¿Por qué no se hizo entonces un esfuerzo para hacer diagnósticos rápidos a todo el mundo?
XL. Ni siquiera ahora se hacen a todo el mundo… ¿Es factible?
A.R. Científicamente lo es, desde el principio.
XL. Y logísticamente? Son millones de test…
A.R. Había que haber hecho un esfuerzo dirigido a fabricar la maquinaria para realizar los PCR y también para desarrollar test rápidos, que son menos específicos pero que pueden servir para diagnosticar a toda la población.
XL. ¿A toda?
A.R. Sí, a toda y repetidamente.
XL. ¿Pero hay recursos para hacerlo?
A.R. Nos hubiéramos gastado menos dinero del que se ha perdido con el parón de la economía. En Estados Unidos hubo esfuerzos en esa dirección por parte del Instituto Nacional de la Salud, que puso millones de dólares para nuevos test. Pero se debió hacer antes y más rápido. Y con el objetivo de que todo el mundo pudiera acceder. Sin embargo, el mensaje de las autoridades era que solo la gente que ha tenido contacto con positivos o que pueda haber enfermado se someta a estos test. Era un mensaje inadecuado. Hay que hacer pruebas a todos.
«El objetivo debe ser analizar a toda la población. Y repetidamente. Hacerlo desde un principio hubiera costado menos dinero que el parón económico»
XL. ¿Y qué se gana con eso?
A.R. Me preocupa el invierno. Vamos camino de un nuevo pico. Por ejemplo, se ha generalizado la idea de que la gente joven se puede infectar porque les afecta menos. Pero, si hacemos números, vemos que el porcentaje de los que desarrollan la enfermedad grave sigue siendo inaceptable. Yo espero que se generalicen al máximo los test durante estos meses, antes de que lleguen las vacunas, porque las vacunas, por mucho que se corra, no llegarán este invierno. Y habrá que afrontar la pandemia con medidas de salud pública, diagnóstico precoz, aislar los brotes… El virus no tiene piernas, le damos las piernas nosotros. Si va de una persona a otra es porque ha habido una exposición. Si todos nos quedásemos parados un mes, el virus no tendría adónde ir. Pero eso es imposible. Sin embargo, si analizamos a todo el mundo, sabremos quién se puede mover y quién debe guardar cuarentena.
XL. ¿Puede haber nuevos confinamientos generalizados?
A.R. Yo creo que es posible. Si el contagio sigue aumentando de manera exponencial habrá que hacer confinamientos y aislar a los que están infectados.
XL. Uno de cada tres norteamericanos se negará a vacunarse, según una encuesta.
A.R. Pero tenemos la suerte de contar con gente como Anthony Fauci (epidemiólogo y director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas) y otros servidores públicos, que hablan de una forma coherente y honesta, a diferencia de otros miembros de la Administración cuyos intereses no tienen nada que ver con la salud pública. Estos expertos son los nuevos héroes de nuestros días y espero que la población haga caso de sus recomendaciones porque están basadas en la ciencia. Necesitamos más gente como Fauci. El individualismo americano tiene cosas buenas y malas. En una pandemia salen muchas de las malas.
«Nunca se han visto más avances en medicina en meno s tiempo . La colaboración entre laboratoios rivales no tiene precedentes»
XL. ¿Nos hemos asegurado de que la vacuna y los fármacos para la COVID sean accesibles para todo el mundo?
A.R. Vamos a fallar miserablemente si solo se vacuna o se trata a la gente que tiene dinero o que vive en países ricos. No se puede dejar a una parte de la población atrás. Es peor para todos porque el virus seguirá propagándose.
XL. Esta pandemia servirá para que los gobiernos se percaten de la importancia de cuidar la sanidad pública?
A.R. Incluso una situación tan desastrosa tendrá repercusiones positivas, pero es una forma muy dura de aprender. En todos los países hay gente cuyo trabajo era anticipar situaciones como esta. Los modelos predictivos existen. Los manejan los gobiernos, las universidades, los especialistas. Todos sabían que algo así podía pasar… Y nos cogió desprevenidos. ¡Es una lástima que tengamos que aprender de los errores en vez de anticiparlos!
XL. ¿Pero hemos aprendido?
A.R. Nunca se han visto más avances en medicina en menos tiempo. Un virus que ni se sabía que existía en noviembre lo tenemos secuenciado en enero. Sabemos para qué sirve cada una de sus 29 proteínas, cómo infecta a las células humanas, cómo se transmite y qué hace dentro de nuestro cuerpo. Hemos empezado a desarrollar tratamientos para la enfermedad y también estamos avanzando para prevenirla. Y todo en unos pocos meses. Eso es algo que no ha pasado nunca en la historia. La ciencia ha demostrado que tiene nivel para hacerlo. Y todo ha sido gracias a la cooperación entre los científicos, incluida la industria farmacéutica.
«Vamos a fallar miserablemente si solo se vacuna a la gente con dinero o de los países ricos. El virus seguirá propagándose»
XL. Cooperan, pero compiten. La carrera por la vacuna dará beneficios a quien la gane…
A.R. Mire, la colaboración que se ha visto, incluso entre laboratorios rivales, no tiene precedentes. Yo formo parte de distintos grupos de investigadores punteros de todo el mundo que cada semana se reúnen por videoconferencia. Y la gente presenta sus resultados antes de publicarlos. La industria tiene vacunas en ensayos avanzados porque colabora con grupos académicos en Oxford, Harvard, el Instituto Nacional de la Salud de Washington… Las compañías farmacéuticas acordaron desde el principio que la situación era tan grave que solo se podía afrontar colaborando. Y que ya se preocuparían del dinero después. Mientras haya pandemia, los beneficios son para mantener el impulso investigador, no para lucrarse.
XL. ¿La telemedicina, como el teletrabajo, también ha llegado para quedarse?
A.R. Es un cambio que tampoco tiene precedentes. En Estados Unidos ya se pasa la mayoría de las consultas de manera virtual. Tiene cosas positivas y negativas, pero se han resuelto asuntos como la manera de capturar la información y de garantizar la confidencialidad. El nivel de exigencia de una consulta de telemedicina es más alto que hacer una reunión por Zoom. Pero la tecnología estaba ahí y el cambio, que iba a tardar años, se ha hecho en semanas.
Cáncer y COVID parecidos razonables, habla el doctor
«Ambos crecen dentro de células humanas y hacen que la célula cambie su función y empiece a trabajar en beneficio del virus o del cáncer. Y esto lo hacen con una serie de proteínas que se puede estudiar y bloquear. Cuando esto pasa, se desencadenan procesos inflamatorios que llevan a los síntomas respiratorios más graves. La inflamación también supone la progresión del cáncer. Y después viene la respuesta inmunitaria, que intenta atacar al virus o a las células cancerosas… El diagnóstico precoz y el tratamiento temprano son importantes en ambos. Y no hay que olvidar que prevenir siempre es mejor. Usar mascarillas, la distancia social, evitar aglomeraciones en el caso de la COVID. O protegerse del sol y no fumar… en el del cáncer. Las cosas de sentido común son las más efectivos».
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