La cámara se rebela

Si hay una disciplina que ha vivido un cambio radical en los últimos 30 años, esta es la fotografía. La digitalización ha obligado a redefinir su propia esencia. El reportaje y el arte se han fusionado. Oliva María Rubio, directora artística de La Fábrica, selecciona a los fotógrafos españoles nacidos en los ochenta que mejor muestran este cambio. Por Lourdes Gómez

PAULA GORTÁZAR Madrid, 1984

Una visión sobre el infinito

Asentada en Londres y con una gran proyección internacional, Paula Gortázar se formó en la fotografía documental clásica y ha ido evolucionando hacia una apuesta artística. Su primer trabajo reconocido fue una serie de los edificios del Parlamento Europeo fotografiados como espacios deshumanizados.
En una de sus últimas propuestas, The rope -serie a la que pertenece esta imagen-, aborda conceptos mucho más sutiles. «Este proyecto fotográfico explora una noción personal de lo infinito mediante la combinación de memorias y fantasías visuales. Las imágenes proponen un lugar donde el resultado lógico de nuestras acciones se difumina y la realidad se resiste a cualquier norma espacio-temporal».


DANIEL MAYRIT Madrid, 1985

No habéis visto sus caras

En plena crisis económica se repartían por Londres, donde Mayrit vivía, unas octavillas con los rostros de unos delincuentes comunes. El fotógrafo decidió aplicar la misma técnica a las cien personas más influyentes de la City de Londres. You haven´t seen their faces (‘No habéis visto sus caras’) es el resultado de aquel proyecto que terminó en 2014, se convirtió en un premiado libro y marcó su estilo. Porque las fotos, además de criticar el sistema, son una crítica a la propia fotografía. Están bajadas de Internet y tratadas como si hubiesen sido grabadas por cámaras de videovigilancia. Para Mayrit, ese acto de capturar la imagen con comandos de teclado no es diferente al disparo de cámara. El autor se apropia de esas imágenes y, al editarlas, las hace suyas.


CARLA FERNÁNDEZ ANDRADE Vigo, 1983

Paisajes como metáfora

Tendente a la soledad desde pequeña, Carla Andrade descubrió en el paisaje de su Galicia natal el primer aliado para expresar su «memoria íntima». Desde ahí ha construido un cuerpo de trabajo en el que la naturaleza, tratada en unos tonos y texturas teñidos de nostalgia, resulta al mismo tiempo evocadora e inquietante. «Imperfectas, simples y honestas, porque solo capturo lo que siento así define ella sus fotos . Son una metáfora de mi mundo».

 


ÓSCAR MONZÓN Madrid, 1984

La vida en un coche

Miembro del colectivo de fotógrafos BlankPaper, vive y trabaja en Madrid. Formado en talleres con Stephen Shore o Martin Parr, su trabajo más conocido es Karma, libro por el que ganó el Premio PhotoBook Paris Photo-Aperture en 2013. Una serie en la que Monzón aborda la falsa privacidad de uno de los símbolos de nuestra sociedad. el automóvil. Unas fotografías incómodas y desafiantes. Monzón, que también produce música, insiste en que la motivación para fotografiar no debe ser gustar ni triunfar, ni ganarte la vida. «Al final es una lucha con uno mismo. El sentido lo terminará teniendo algún día».


LAIA ABRIL  Barcelona, 1986

El dolor como mensaje

Sus fotografías colocan al espectador entre el espanto -y la irresistible y culpable- atracción. Desde 2010, Abril se centra en trastornos de alimentación, como en Thinspiration fanzine, con sus selfies pro-ana [Abril fotografía selfies de chicas que aparecen en webs que promueven la anorexia]. Su planteamiento está vinculado al fotoperiodismo, pero busca llegar a la gente «para que entienda lo que está ocurriendo». Combina la fotografía con herramientas multimedia, como el vídeo. Su foco se ha ampliado a otros temas relacionados con la feminidad, siempre con imágenes incómodas para el que mira y para ella misma. «Si me siento cómoda fotografiando, el resultado no es bueno. Cuando estoy al límite y sufro, es cuando funciona».

"conocer","arte"