Se admiraron, trabajaron juntos y su amistad duró toda su vida. Una exposición en el Museo Thyssen enfrenta por primera vez a Monet con su maestro, Eugéne Boudin. Por María de la Peña

Verano de 1870. Eugène Boudin y Claude Monet coinciden en la costa normanda -Trouville-, el lugar de veraneo de la burguesía de París. Los dos artistas se conocen desde hace 15 años. Los dos retratan escenas de playa. Pero mientras Boudin representa a veraneantes anónimos y lejanos, Monet sitúa a sus modelos en primer plano, en relación directa con el espectador. Todo el mundo conoce a Monet como uno de los grandes precursores del impresionismo. Pero pocos saben que Eugène Boudin, 16 años mayor, fue su primer maestro.

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A la izquierda, Monet dando los ultimos toques a uno de sus paisajes en 1920. A la derecha, Boudin en 1896

La exposición comienza con un primer encuentro entre los dos artistas en el verano de 1856. Monet solo tiene 15 años y ya destaca como mordaz caricaturista. Boudin, hijo de un marinero y una limpiadora, le transmite al joven Monet su amor por la naturaleza, le enseña a trabajar al aire libre, a estudiar las variaciones de la luz y las sutilezas atmosféricas de los cambiantes cielos normandos. Sus pasteles y estudios al óleo fascinan a Monet. El trabajo del natural de Boudin orienta su carrera. Monet aprende a mirar la luz y pronto llevará hasta sus últimas consecuencias esa pasión por la ‘instantaneidad’.

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Playa de Trouville, Boudin, 1863

Abrir nuevos caminos

Boudin es pionero en fijar su ojo y su pincel en los veraneantes de la playa. En lugar de escenas históricas o personajes del pasado, pinta la vida moderna. Rompe con los estereotipos románticos y abre la pintura al naturalismo, a los orígenes del impresionismo. Monet sigue su estela.

«Lo he dicho y lo repito: todo se lo debo a Boudin -reconoció Monet-. Fue mi iniciador, quien me indicó el camino»

Sin embargo, el discípulo pronto deja clara su personalidad. A diferencia de Boudin, pasa los meses de enero, febrero y marzo retratando las playas sin veraneantes, con un tiempo horroroso, hasta tal punto que una ola lo tira mientras trabaja. Boudin, en cambio, sigue la manera tradicional de pintar al aire libre: solo lo hace en verano y otoño; en invierno se encierra en su estudio. Boudin tampoco se atreve a pintar sin escuchar los dictados del mercado del arte. No pinta para sí mismo; va a lo seguro, entre otras cosas porque durante largos periodos vive en la miseria. Monet, en cambio, revoluciona.

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Playa de Trouville, Monet, 1870

Pronto le queda claro a Boudin el papel que va a desempeñar Monet en la historia de la pintura moderna y así se lo cuenta a un amigo, a quien reconoce que está impresionado por «la audacia compositiva» de sus apuntes.

Boudin le enseña a pintar al aire libre, a estudiar la luz. A Monet le fascinan sus escenas de veraneantes. Por primera vez ve retratada la vida moderna

La exposición quiere reivindicar el papel de inspirador de Boudin en la obra de Monet. «Lo he dicho y lo repito: todo se lo debo a Boudin», reconoció Monet, a los 58 años, en lo más alto de su carrera, cuando murió su amigo.

Dos obras, cara a cara

Al enfrentar la obra de discípulo y maestro, se acierta a intuir que Boudin podría haber llegado más lejos porque su potencial era enorme. No da el gran salto y se mantiene fiel a la concepción tradicional de su generación. Su carácter demasiado tímido tampoco lo ayuda. Y solamente al final de su vida, liberado de los problemas económicos, intenta pintar de forma más auténtica, según sus propios gustos y realiza sus cuadros más avanzados.

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Tanto Monet como Boudin frecuentaron el litoral normando al final de su vida en especial el pequeño pueblo pesquero de Étretat, Boudin, 1890 (a la izquierda). Aguja de Étretat, Monet, 1885 (a la derecha)

Es ahí cuando le toca beber de su discípulo, cuando deslumbrado por las composiciones de gran formato de Monet, se da cuenta de la fuerza de su atrevida pincelada, apenas sugerida. Boudin escribe: «Todo lo que se coloca al lado de Monet queda ensombrecido».

Cien pinturas claves

Enfrentados maestro y discípulo por primera vez en esta exposición -ningún museo del mundo ha tenido antes la iniciativa, el espectador juzgará si Boudin sale perdiendo en este cara a cara. La acertada selección de un centenar de obras venidas de todo el mundo no pretende, en todo caso, ser una competición. Sería injusto porque Monet siempre saldrá vencedor. Pero descubre al primer maestro del genio, al hombre que hizo que se dedicara a la pintura. Como afirmó Monet: «Se lo debo, fue mi iniciador, quien me enseñó a conocerme y me indicó el buen camino».

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