Los Reyes Magos de Velázquez
Siete obras de Velázquez (el máximo permitido) -entre ellas Los Reyes Magos– salen del Museo del Prado y viajan a Barcelona para medirse con otros genios del Siglo de Oro. Por Suzana Mihalic
El autor. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 1599- Madrid, 1660)
Velázquez, el genio del retrato y referente universal
Sobresalió en tiempos de grandes maestros. contemporáneo de Van Dyck, Rubens o Murillo, entre otros, destacó especialmente por su ambición y talento. Gracias a la primera ascendió dentro de la Corte de Felipe IV. Su talento lo llevó a un dominio absoluto de la luz y del retrato (arrancaba la fuerza interior de quienes posaban para él). También destaca por la precisión de los detalles y el dominio de los colores. Es un referente universal. Goya, los impresionistas, Antonio López…
Diego Velázquez, La adoración de los Magos, 1619. Madrid, Museo Nacional del Prado
1. La composición: llena de personajes
El lienzo, un belén pintado en 1619 (está fechado en una piedra al pie de la Virgen María), es una obra maestra de la juventud de Velázquez. Cumple con los requisitos de la pintura del Siglo de Oro. los personajes ocupan casi toda la composición, algunos aparecen cortados -como en un encuadre fotográfico- y, a la vez, están divididos verticalmente en dos grupos.
2. El Niño Jesús: rigidez obligada
El bebé ocupa el centro del cuadro y concentra toda la atención. El Niño Jesús aparece envuelto en una tela que, de algún modo, parece aprisionarlo. Esta inmovilidad es reforzada por las manos grandes de la Virgen. Desde esta postura tan firme, el niño transmite cierta supe-rioridad, presente quizá también en el rostro. Sobre su cabeza flota una sutil aureola realizada con suaves pinceladas blancas.
3. Entorno: símbolos de devoción
Tras el grupo se aprecian unos muros de piedra. A través de sus arcos se entrevé un paisaje oscuro sobre el que está a punto de amanecer. En la parte inferior derecha hay rocas, vegetación y un árbol de espino que podría ser una referencia a la corona de espinas. El rostro de la Virgen, concentrado y sereno, le da al cuadro un tono de meditación y recogimiento. Contribuye a ello la luz, que enfoca al Niño Jesús y transmite la idea de devoción.
4. Los personajes: ¿La mujer de Velázquez?
Para retratar a los personajes del cuadro, Velázquez se basó en los rostros de personas muy cercanas a él. Su suegro y maestro, Francisco Pacheco, es Melchor (el rey de la barba blanca); los rasgos de la Virgen María son los de su mujer, Juana Pacheco; y se cree que él mismo representa al rey Gaspar. Además, el bebé sería su hija mayor, Francisca, nacida poco antes de que él pintara el cuadro.
5. La luz: el tenebrismo de Caravaggio
Durante sus primeros años como pintor, la influencia de Caravaggio es evidente. Predomina el realismo y la naturalidad y, sobre todo, el tenebrismo. Se aprecia un pronunciado claroscuro, que proyecta la luz sobre la niña, la parte superior del cuerpo de María, la figura arrodillada ante ellas y el cuello blanco del rey Baltasar. El ambiente es teatral, como si estuviera iluminado por focos dirigidos con intensidades variadas.
6. El color: seis imprescindibles
Velázquez trabaja con una paleta bastante reducida. Utiliza solamente cinco o seis pigmentos, colores que lo acompañarían a lo largo de toda su vida, adaptándose a la evolución de su ejecución. Predominan los tonos fuertes como el rojo, el ocre -tirando a dorado- o el verde turquesa. Sus pinceladas, diluidas y de aplicación rápida, logran transmitir el realismo de los materiales, como el peso de las telas con su infinidad de pliegues.
PARA SABER MÁS
CAIXAFORUM. Velázquez y el Siglo de Oro. Hasta el 3 de marzo de 2019.