Las niñas erotizadas abundan en la obra de Balthus, autor singular y controvertido. El Museo Thyssen le dedica una retrospectiva. Por Suzana Mihalic
Balthus / Thérèse soñando, 1938 / Óleo sobre lienzo, 149,9 x 129,5 cm / The Metropolitan Museum of Art, Nueva York / Jacques y Natasha Gelman Collection, 1998 / ©Balthus, 2019
1. La protagonista: querencia con las niñas
La muchacha se llama Thérèse Blanchard. Era la hija de un camarero vecino de Balthus en París. Fue modelo del pintor entre los 11 y los 14 años: Balthus la pintó por lo menos en diez ocasiones. La querencia del artista por retratar a niñas fue constante en su trayectoria y generó controversia. «Para mí, las niñas son sencillamente ángeles», dijo él. Le parecían «los únicos seres puros».
2. La pose: erotismo y censura
Con las manos levantadas sobre la cabeza, apoyada en unos cojines con las piernas dobladas y una de ellas levantada dejando ver su ropa interior, la pose de la niña adquiere una clara connotación erótica impropia en la representación de una chica de esta edad. Más de ocho mil personas pidieron al MET de Nueva York que retirara el cuadro de una exposición. El museo rechazó la petición.
3. El gato: nota biográfica
El gato que aparece junto a la niña no es casual: este animal ha desempeñado siempre un papel muy importante en la vida y obra de Balthus. Su madre, también pintora, lo retrató con el gato de la familia cuando el artista tenía 8 años, desde entonces creó numerosas obras con estos felinos. Es como si el pintor quisiera añadir información sobre su infancia al incluir el gato, aquí un animal representado con pinceladas rápidas y poco trabajado.
4. El rostro: tranquilidad y tensión
La cabeza de la chiquilla está inclinada hacia un lado: resulta evidente que el pintor ordenó a la niña que cerrara los ojos. Su rostro no está relajado, parece una expresión forzada que más que un sueño, como sugiere el título de la obra, hace pensar que Thérèse estaba deseando terminar de posar para el pintor. Es habitual en las pinturas de Balthus la presencia contradictoria de tranquilidad y tensión.
5. Los colores: juego de contrastes
Las pinceladas de la piel de Thérèse son impecables. Esa uniformidad, rica en suaves sombras, se interrumpe con el juego de contrastes entre el blanco de la camiseta, de la ropa interior y de la enagua con encaje y el rojo de sus mejillas, de sus labios y de la falda exterior. Para destacar aún más estos contrastes, Balthus coloca un fuerte verde en el cojín sobre el que la niña reposa, despegando así la escena del fondo.
6. La composición: una línea diagonal
La escena se desarrolla en una habitación semioscura en la que predominan los tonos marrones. El espacio se llena en una línea diagonal en la que se sitúan la mesa, la niña y el gato. Sobre la mesa, como si se tratara de un bodegón, se disponen varios jarrones y una tela blanca. Aquí es evidente la influencia clásica sobre Balthus. Las líneas verticales del papel pintado que reviste la pared del fondo potencian la sensación decadente.
El autor: Balthasar Klossowski de Rola, ‘Balthus’ (París, 1908- RossiniÈre, 2001)
Maestros antiguos y surrealismo
Las vanguardias iban en una dirección mientras Balthus -un noble polaco afincado en Francia- seguía su propio camino con un estilo figurativo muy personal. Antes que por la abstracción optó por la estela de Piero della Francesca, Poussin, Courbet o las ilustraciones de los cuentos populares decimonónicos. Y a la vez en su obra se traslucen claras referencias surrealistas. Ha sido toda una figura del siglo XX, admirado y polémico por su afición a pintar niñas en poses sugerentes.
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