El ciclista del mañana
El arte futurista de Natalia Goncharova, bisnieta de Alexander Pushkin, es protagonista en Londres. Por Suzana Mihalic
La autora: Natalia Goncha-Rova (Negaievo, 1881-París, 1962)
Vanguardista y polivalente
En sus comienzos se centró en los iconos y el arte primitivo rusos. Luego, con Mijaíl Lariónov, su compañero -tanto en lo artístico como en lo personal-, formó parte de la vanguardia rusa prerrevolucionaria. Se enrolaron en el grupo de artistas rusos que se adscribieron al futurismo y al rayonismo, una vertiente que fusionaba futurismo y cubismo. Fue una artista polivalente que trabajó como pintora, escritora e ilustradora. También realizó decorados para los ballets rusos de Serguéi Diáguilev: con ellos llegó a París, donde se instaló en 1919, y allí murió en 1962.
Natalia Goncharova (1881-1962) / Ciclista, 1913 / Óleo sobre lienzo / 780 x 1050 mm / State Russian Museum / © ADAGP, Paris and DACS, London 2019
1. La composición: el pedaleo invade todo
El ciclista, de 1913, es una de las obras más icónicas de Natalia Goncharova. El hombre pedaleando ocupa toda la composición, da la impresión de que el formato del lienzo se adaptó al motivo principal y no a la inversa. Hay una clara división horizontal y la parte superior, a su vez, está dividida en tres apartados. Es una escena urbana con evidente influencia del cubismo y del futurismo ruso, muy innovador en la época.
2. El ciclista: movimiento a toda velocidad
Con la excepción de las dos manos, que sujetan el manillar con fuerza, el resto del cuerpo está en movimiento. Para transmitirlo, Goncharova replica los contornos. La sensación de velocidad aumenta gracias a la posición del cuerpo, inclinado hacia delante y con la cabeza agachada. Hasta la expresión de la cara sugiere rapidez, y lo mismo ocurre con la propia bicicleta. las líneas que duplican las ruedas las hacen vibrar.
3. El texto: mensajes de propaganda
El futurismo ruso se vinculó mucho con la actividad propagandística del momento. Aquí hay tres escaparates que muestran un sombrero de copa elegante distorsionado; textos en cirílico con palabras como ‘sombrero’, ‘hilo’ y ‘seda’; y una mano que señala al ciclista. Que aparezca esta mano tiene una posible explicación. le indica al ciclista, de aspecto humilde, que no está donde debe y que vuelva por donde ha venido.
4. La paleta: contraste y misterio
En la mayor parte del cuadro dominan los colores monótonos con diferentes tonalidades de marrón, gris y negro. Así transmite la artista la situación de Rusia. Pero el azul intenso irrumpe en los escaparates como una metáfora de esperanza. A la izquierda, en rojo vivo, hay una inexplicable letra ‘T’ con el número 402.
5. La máquina: con collar de perlas
El futurismo se inspiró en la velocidad y la tecnología. Surgió a mediados de los años veinte, justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Aquí, Goncharova presenta la bicicleta como un objeto bello, con la cadena de acero moviendo el gran plato: sus giros los transmite con pequeñas pinceladas redondeadas. El efecto recuerda a un collar de perlas.
6. El suelo: baches y traqueteo
Pinceladas cortas y semicirculares dan volumen a un pavimento de piedras redondas. En la carretera, irregular, parece que las piedras saltan por los aires, incluso una tapa del alcantarillado aparece de forma no natural en un lateral. El pavimento se refleja en el escaparate, y el sombreado blanco se convierte en azul simulando cristal.
PARA SABER MÁS
Tate Modern. Exposición: Natalia Goncharova. Hasta el 8 de septiembre.