Las científicas también se plantan ante el machismo

La ciencia es uno de los campos en los que la presencia femenina es más difícil. Cansadas de ser menospreciadas, mujeres de todo el mundo alzan la voz. Reclaman que su labor en laboratorios y despachos sea valorada igual que la de sus colegas. Por María de la Peña / Fotos: Carlos Carrión

Seis mujeres en la élite científica, en España, EE.UU. y Latinoamérica nos hacen un repaso de su vida en la ciencia y nos cuentan cuáles son los obstáculos que han tenido que salvar.

Necesitaba una pecera y no le cabía en su laboratorio. Nancy Hopkins -una eminencia en el estudio de la prevención del cáncer- quería la pecera para continuar sus trabajos sobre el pez cebra, protagonista de sus investigaciones. Pidió un laboratorio más grande, uno similar al de sus colegas varones, en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Se lo negaron. Le dijeron, además, que todos los laboratorios eran como el suyo. Indignada, echó mano de la cinta métrica y demostró con rigor científico que el suyo era mucho más pequeño.

Nancy Hopkins ganó la batalla. Pero le costó. Era tan ‘normal’ que a un investigador le asignaran un laboratorio mayor que a una investigadora que su lucha tuvo que derribar murallas fuertemente cimentadas: las cosas siempre habían sido así.

Algo va mal

La ciencia es uno de los campos donde está resultando más difícil acabar con las diferencias laborales entre hombres y mujeres. Margarita Salas lo sabe muy bien: a ella también la ignoraron al principio. Lo saben también Cristina Garmendia, exministra de Ciencia e Innovación; la epidemióloga colombiana Nubia Muñoz; la profesora de Ciencias de la Computación en la Universidad de Harvard Radhika Nagpal; o Pilar López Sancho, responsable de la Comisión de Mujeres y Ciencia del Consejo de Investigaciones Científicas (CSIC).

Margarita Salas

Ya solo el que exista esta comisión indica que algo no va bien. Solo el 35 por ciento de las carreras científicas las estudian mujeres -un escaso 30 por ciento de alumnas se decantan por Físicas, por ejemplo-. Y aunque cada vez hay más mujeres en los laboratorios, sobre todo en los de biología, pocas ascienden a los puestos directivos y tan solo un 13 por ciento llegan a ser catedráticas.

Pérdida de talento

«El sistema tiene sesgos y fallos y nos está afectando a todo. Se está perdiendo talento», asegura Pilar López Sancho. Hay que vencer antiguos estereotipos que están profundamente anclados. «Son siglos y siglos sesgando inconscientemente. En los comités científicos de congresos solo hay hombres, los conferenciantes son hombres… Son hábitos sociales que no cambian solos», explica la responsable de la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC. Es una presión que ellas sienten desde niñas. «En los libros de texto apenas aparecen mujeres; los juguetes, los Playmobil, eran 60 figuras y ninguna mujer…», añade Pilar López Sancho.

Cada vez hay más mujeres en los laboratorios, pero tan solo un 13 por ciento llegan a ser catedráticas

El machismo sigue impregnado en la sociedad y por supuesto también en la ciencia, donde inconscientemente o no «existe una barrera a menudo invisible», puntualiza Garmendia. Se da más peso al currículum de un hombre, que en igualdad de condiciones sale mejor parado.

Menos premios Nobel

También el desequilibrio se refleja en los Premios Nobel, donde ellas solo han obtenido un 5 por ciento de los galardones. Hay casos muy sonados que demuestran la injusticia de haber dejado fuera a mujeres que lo merecían. Uno de ellos lo ha protagonizado Nubia Muñoz, impulsora de la vacuna contra el virus del papiloma humano. la academia sueca concedió el Premio Nobel de Medicina al alemán Harald zur Hausen, que identificó los primeros tipos de este virus y obvió el crucial trabajo posterior de Nubia Muñoz, reconocido, sin embargo, por importantes galardones como el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento.

Nancy Hopkins

Miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU. Profesora emérita de Biología en el MIT.

«¡Hubo hombres que llamaron al MIT para que me echaran!»

Reclamó un laboratorio del mismo tamaño que los de sus colegas en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) para alojar una pecera (investiga con el pez cebra) y se lo rechazaron. A partir de ahí lideró un movimiento contra la desigualdad que se extendió por todo el país.

XL. ¿Por qué le denegaron el espacio para su laboratorio?

N.H. Era la manera de tratar a las mujeres; te llamaban ‘mentirosa’ y eso era lo que pasaba a diario. Por eso cogí una cinta métrica y medí el espacio de todos los laboratorios del edificio para demostrar que no mentía, que tenía menos espacio que mis colegas hombres. Era obvio que yo estaba en desigualdad.

XL. ¿Fue lo que la impulsó a crear un comité de mujeres en el MIT?

N.H. Sí, y porque me apartaron injustamente de una clase que impartía para dársela a un colega. Me cansé de llevar 20 años observando cómo científicas brillantes no avanzaban profesionalmente.

XL. ¿Cuánto ha cambiado la posición de la mujer desde su informe de 1999?

N.H. ¡El cambio ha sido increíble! La primera mujer en alcanzar el puesto de presidenta del MIT se eligió justo después de nuestra investigación. Y el MIT llegó a ser la única universidad en tener igualdad de sueldos entre hombres y mujeres. Se cambiaron las políticas sobre bajas familiares; se incluyó el servicio de guardería en el campus. Son cosas que antes habrían sido inimaginables.

XL. ¿Supongo que tuvo que pagar un precio por tanta valentía.

N.H. Hubo hombres que jamás me volvieron a hablar o que llamaron al MIT para que me echaran. Muchas cosas feas, pero me compensó.

XL. ¿Cree que una científica puede llegar a ser la mejor en su terreno y no ser contratada por ser mujer?

N.H. Lo que sí sé es que incluso una mujer que gana el Premio Nobel tiene menos poder que un hombre con el Nobel porque sigue sin estar reconocida de forma igualitaria. Solo por ser mujer.

XL. ¿Qué piensa del movimiento #MeToo?

N.H. Hace unos años, un hombre me acosó sexualmente y no se lo dije a nadie. Me enteré después de que había hecho lo mismo con una estudiante y entonces me decidí a denunciarlo. Estoy entusiasmada con esta red de mujeres poderosas.

XL. ¿Cree que será recordada por sus investigaciones o por su lucha por la igualdad en la ciencia?

N.H. Sospecho que será por haber ayudado a hacer de la ciencia un lugar donde las mujeres sean menos invisibles.

Margarita Salas

Académica de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de la Lengua Española y de la Academia de Ciencias de EE.UU.

«Mi director de tesis era muy machista. Me maltrató. Lo pasé muy mal»

Pionera bioquímica, fue discípula del premio Nobel Severo Ochoa. Lleva 40 años trabajando en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y es la única mujer que ha ostentado el cargo de directora.

XL. ¿Por qué ha sido la única mujer en dirigir el centro?

M.S. Hay pocas mujeres al frente de instituciones en general. Está mejorando. Acaban de elegir a la primera mujer directora del CSIC.

XL. ¿Cómo le abrió puertas ser discípula de Severo Ochoa?

M.S. Mi director de tesis, Alberto Sols, me admitió porque le llevé una carta de recomendación de Severo Ochoa, que ya era Nobel. Sin embargo, a mi marido -entonces novio-, que hicimos juntos la tesis, lo aceptó directamente, sin carta ni nada…

XL. ¿Sufrió la discriminación?

M.S. Sí. Yo no era nadie y no valía nada. Fui maltratada por mi director de tesis, que era un machista.

XL. ¿Y cómo sobrevivió?

M.S. Me lo hizo pasar muy mal. Cuando nos reuníamos los tres, se dirigía solo a mi marido, como si yo no existiera.

XL. ¿Cómo es ahora el entorno laboral en el centro?

M.S. En los laboratorios hay más chicas que chicos empezando. Y en la universidad también hay más de un 50 por ciento de mujeres haciendo el doctorado, pero hay pocas en las carreras de matemáticas y físicas.

Nubia Muñoz

Epidemióloga, Premio BBVA Fronteras del Conocimiento.

«Yo merecía el Nobel de Medicina, pero no me lo dieron por ser mujer»

Epidemióloga colombiana, acaba de recibir el Premio BBVA Fronteras del Conocimiento por su papel en el desarrollo de la primera vacuna eficaz contra el virus del papiloma humano (VPH), una vacuna que logra prevenir más del 70 por ciento de los cánceres de cuello uterino. Catedrática emérita del Instituto Nacional de Cancerología de Colombia, estuvo a punto de ganar el Nobel de Medicina en 2008, pero fue otorgado a su colega alemán Harald zur Hausen por la misma investigación.

XL. Su nombre figuraba entre los candidatos al Nobel. ¿Por qué la academia se decantó por su colega?

N.M. Por ser mujer y porque en la academia hay mucho lobby. Sé que Zur Hausen y su país habían hecho mucho lobby. En cambio, el mío, Colombia, ni se enteraba de que eso era necesario.

XL. ¿Usted lo hubiera merecido tanto como él?

N.M. Sí, nuestro trabajo fue tan importante como el suyo. Una cosa es el trabajo que hacía él de laboratorio con animales y otro, demostrar que el virus causa un tumor en el ser humano. Ese era el trabajo que nosotros hacíamos.

XL. ¿La gran mayoría de los premios se los dan a hombres?

N.M. Es evidente. Cuando vas a cualquier institución científica, ves que hay mujeres, pero muy pocas llegan a puestos altos. Es el techo de cristal.

XL. ¿Qué trabas superó?

N.M. Cuando estudiaba Medicina, lo tenía doblemente difícil: era mujer y, además, sin recursos económicos. Luego durante mi carrera de investigación no me querían dar los proyectos; y más tarde cuando fui ascendiendo me vetaban como jefe de unidad porque querían darle el puesto a un hombre con menos experiencia. ¡Pero no me rendí!

XL. Un milagro.

N.M. Sí, es muy difícil, pero como les digo yo a los estudiantes. «El que quiere puede». Pero una mujer lo tiene doblemente difícil. Es triste.

XL. ¿Queda mucho por hacer?

N.M. Sí. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha estado siempre dirigida por hombres, por ejemplo.

Radhika Nagpal

Profesora de Ciencias de la Computación en la Universidad de Harvard.

«Mi esperanza es que tengamos un #MeToo en la ciencia»

Es profesora de Ciencias de la Computación en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Harvard, una escuela casi exclusivamente de hombres. Su investigación sobre el comportamiento colectivo de los insectos la ha llevado a ser incluida entre los diez científicos e ingenieros más importantes según la revista Nature. Trabaja en varias plataformas contra la desigualdad de género, entre ellas Harvard Women in Computer Science, de la que es fundadora.

XL. ¿Cuándo se topó con el sexismo?

R.N. Cuando llegué a Harvard, en 2004, como asistente de profesor. En general, muchas mujeres viven esa desigualdad cuando arranca su carrera como profesoras, porque en ese momento también están empezando una familia. La combinación de discriminación en casa y en el trabajo es muy dañina.

XL. ¿Cómo fue la discriminación en Harvard?

R.N. Una de mis primeras experiencias fue la de sentirme humillada. Fue por una persona muy sénior cuando explicó a un grupo de gente que me habían contratado para cubrir la cuota de mujeres y no por meritocracia. Fue terrible. Y este año viví cómo valoraban positivamente el trabajo de mis colegas hombres en mi investigación y que mi nombre fuera apenas mencionado. Esto pasaba hace 20 años y continúa.

XL. ¿La mujer se siente poco estimulada para hacer una carrera científica?

R.N. Desde luego y, además, desde muy pequeñas, y no solo en la ciencia. Los artistas reconocidos, los chefs famosos, los jefes de las firmas de moda son todos hombres. Nadie se atrevería a decir que es porque en la infancia las niñas no estaban interesadas en el arte, la cocina o la moda. Hay una larga historia de exclusión.

XL. ¿Cómo se combate?

R.N. No puede desaparecer sin el compromiso de hombres y mujeres. Vivimos en un patriarcado. Estoy convencida de que si hubiera más mujeres en ciencia y política ayudaría mucho a conseguir este objetivo.

XL. ¿Cuál es su aspiración?

R.N. Mi gran esperanza es tener un #MeToo en la ciencia.

Cristina Garmendia

Exministra de Ciencia e Innovación. Doctora en Biología Molecular. Presidenta de la Fundación Cotec.

«De ministra tuve que aguantar la mirada de hombres que no aceptaban mi autoridad»

Fue la ministra de Ciencia e Innovación en el Gobierno más paritario de la historia de España, el del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. A sus 56 años y con cuatro hijos, hace tiempo que ha dejado atrás su etapa de doctorado en Biología Molecular, pero su vida sigue vinculada a la ciencia.

XL. ¿Cómo recuerda la etapa de ministra?

C.G. Como uno de los mejores momentos de mi vida, pero no fue un camino de rosas. Tuve que soportar la mirada condescendiente de hombres del equipo que no asumían la autoridad de una mujer.

XL. ¿Qué opina de las cuotas?

C.G. Soy una gran defensora, la cuota es un instrumento necesario para corregir desequilibrios injustos.

XL. Usted compite a diario en un mundo de hombres.

C.G. Sí, y gracias a la suerte de la educación que me dieron mis padres -carrera, doctorado, idiomas y un MBA- he salido airosa.

XL. Pero percibirá desigualdades.

C.G. He vivido la barrera de género, una barrera a menudo invisible.

XL. Deme un ejemplo.

C.G. Un foro de dos días. Intervenían 15 ponentes y yo. La única mujer. Nadie se había dado cuenta del desequilibrio. Empecé mi ponencia poniendo una diapositiva de diez minutos con los nombres de todos los intervinientes e iluminé el mío, que estaba el último de la lista.

XL. ¿Hay que visibilizar más esa barrera?

C.G. Formamos el 50 por ciento del talento. Si la sociedad no hace visible de forma permanente que existe un sesgo de género, que las mujeres seguimos teniendo problemas por nuestra condición de ser mujeres, es imposible atajar esta injusticia.

XL. ¿Cómo ve el mundo empresarial?

C.G. Estoy cansada de ver consejos de administración sin presencia femenina. Pero también de ver a amigas de mi hija -estudia Ingeniería Biomédica- a las que no se anima a asumir los mismos riesgos que a un hombre.

XL. ¿Su solución?

C.G. La educación, la educación.

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