China ha acelerado sus proyectos de exploración espacial y lo hará aún más en la próxima década. De momento, el año pasado ya lanzó más cohetes que Estados Unidos, Rusia y Europa. ¿Qué planes tiene Pekín? ¿Qué objetivos persigue? ¿Debemos preocuparnos? Se lo contamos. Por Bernhard Zand / Fotos: Contacto / Shutterstock / Mekakushi

Primero a la Luna… y después a Marte

En la zona sur del desierto del Gobi, la vista se abre sobre un planeta rojo. Ni un solo árbol, ni una sola gota de agua. Un edificio blanco resplandece al fondo de la garganta, en medio del desierto rojo. Es un conjunto futurista de cubos, cúpulas y cilindros. A su lado se alza, como recién caído del firmamento, un artefacto gris del tamaño de un hombre: es la cápsula con la que han llegado los taikonautas, el nombre que reciben los viajeros espaciales chinos.

Huoxing 1 Hao Jidi es el nombre del complejo, Base Marte 1. Por fuera se parece a la estación de la película de ciencia ficción El marciano; por dentro cuenta con un módulo de reciclaje y un invernadero.

china conquista mision espacio

La empresa on-line china Youku ha gastado una buena cantidad de millones de dólares en un proyecto que cuenta con el respaldo del programa espacial estatal. Además de un centro de investigación, el complejo será una especie de parque de atracciones. «La idea es que vengan jóvenes de todo el país para aprender cosas sobre el espacio», dice Liu Chuan, encargado de supervisar las instalaciones. Además, en los alrededores se levantará un centro de investigación, varios hoteles y centros de formación. «Los viajes espaciales despiertan mucho entusiasmo entre los chinos», añade.

Y más aún con los recientes avances logrados por el país en este campo. El 3 de enero, la sonda Chang’e-4 se posó en la cara oculta de la Luna, una primicia para la exploración espacial internacional, un hito para la exploración espacial china y un mensaje: Pekín quiere llegar a lo más alto, consolidarse no solo como gigante político y económico, sino también como potencia científica y espacial.

Frenada por los vaivenes políticos de los años de Mao, China entró en la carrera espacial más tarde que Estados Unidos y la Unión Soviética. Pekín no lanzó su primer satélite hasta 1970, el primer taikonauta chino no voló en un vehículo propio hasta 2003. Los avances se aceleraron conforme iba creciendo la confianza y autoestima de los dirigentes políticos: en 2016, China terminó de construir el mayor radiotelescopio del mundo, una antena de 500 metros de diámetro en las montañas de la provincia de Ghizhou, el cual estará plenamente operativo el próximo otoño. En 2017, científicos chinos y austriacos, a través del satélite Micius, consiguieron establecer por primera vez una conexión de vídeo cifrada mediante criptografía cuántica, totalmente segura frente a posibles intercepciones. Un año más tarde, en 2018, China lanzó al espacio 39 cohetes, más que Estados Unidos (31), Rusia (20) y Europa (8).

China fue vetada y no pudo participar en la ISS

El propio aterrizaje en la cara oculta de la Luna, muy exigente desde el punto de vista tecnológico, en realidad no es más que un paso intermedio. Está previsto que a finales de año el Chang’e-5 parta hacia nuestro satélite con el objetivo de reunir muestras de rocas y traerlas de vuelta a la Tierra, mientras que el primer viaje tripulado tendrá lugar en torno a 2030. «Es muy probable que la próxima retransmisión desde la Luna sea en mandarín», dice Joan Johnson-Freese, experta en seguridad del US Naval War College en Newport (Rhode Island).

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Un equipo de taikonautas durante un lanzamiento. Los astronautas chinos reciben ese nombre -admitido ya en los diccionarios británicos- que es un híbrido del término chino taikong (espacio) y del griego naut (viajero)

En 2022 se prevé que China ponga en servicio una gran estación espacial tripulada en órbita baja. Dado que la Estación Espacial Internacional (ISS) empezará a desmantelarse a partir de 2024, y Estados Unidos y Rusia por el momento no se han puesto de acuerdo en un proyecto conjunto que la sustituya, a partir de mediados de la década China podría disponer de la única plataforma para desarrollar experimentos complejos en órbita. Pekín intentó durante mucho tiempo participar en la ISS, pero no lo consiguió por la oposición de Estados Unidos; se alegaban sospechas de espionaje.

Si bien es cierto que el programa espacial chino se ha visto lastrado por retrasos y contratiempos, el país también disfruta de una ventaja que resulta especialmente útil en la exploración espacial: «China piensa en décadas -dice el geólogo lunar estadounidense Clive Neal-. Estados Unidos lo hace en mandatos presidenciales».

China aspira a realizar su primer viaje tripulado a la Luna en 2030. Es muy probable que la próxima retransmisión desde nuestro satélite sea en mandarín, reconocen los expertos norteamericanos

De todos modos, el presupuesto espacial chino, con sus 8400 millones de dólares al año, todavía no representa ni la cuarta parte del norteamericano; sin embargo, el Gobierno sigue una estrategia que sabe integrar las ambiciones científicas, económicas y militares del país.

A la caza de nuevas materias primas

El objetivo no es únicamente el impulso tecnológico por sí mismo, sino que va mucho más lejos: permitirá a Pekín buscar nuevas materias primas y fuentes de energía en el espacio. Aunque a la minería espacial todavía le pueden faltar décadas para ser económicamente rentable, China ha anunciado ya su interés por extraer de la Luna sustancias como tierras raras y helio-3, un isótopo que algún día podría emplearse como combustible en reactores de fusión nuclear.

A estos intereses económicos se une el apartado militar. Aunque China está empezando a fomentar la participación de empresas privadas, la exploración espacial sigue dominada por el Ministerio de Defensa. En 2016, un oficial de alta graduación dijo sobre su objetivo estratégico: «El futuro de los vuelos espaciales tripulados chinos no es un aterrizaje en la Luna, relativamente sencillo, o un programa tripulado a Marte, todavía muy complicado, sino la exploración continuada del espacio comprendido entre la Luna y la Tierra, basada en un desarrollo constante de la tecnología».

El plan secreto: militarizar el espacio

La sospecha de que los planes chinos no son solo explorar el espacio, sino también militarizarlo, se remonta a 2007. Aquel año, China disparó un misil contra uno de sus viejos satélites meteorológicos. La utilidad civil de la acción era limitada; de hecho, resultaba perjudicial, ya que el satélite se desintegró en más de tres mil piezas que desde entonces giran como chatarra espacial en torno a la Tierra. Sin embargo, el propósito militar era evidente: Pekín demostró que el país estaba en condiciones de disparar contra satélites y destruirlos… y obviamente no solo los suyos.

Aunque China no oculta que persigue unos objetivos e intereses tan tangibles en el espacio como en la Tierra, todavía parece no haber terminado de decidir si, como potencia espacial, apuesta por la colaboración o por la confrontación.

«China cuenta con una ventaja muy útil en la exploración espacial: piensa en décadas; Estados Unidos lo hace en mandatos presidenciales», dice el geólogo lunar Clive Neal

De momento, y dado que China ya es el segundo mayor mercado cinematográfico del mundo, el programa espacial chino también despliega su soft power a través de Hollywood: Mark Watney, el ‘marciano’ interpretado por Matt Damon, debe su supervivencia a un cohete de carga chino con cuya ayuda consigue volver a la Tierra. Y, en Gravity, la astronauta Ryan Stone (Sandra Bullock) logra salvarse al alcanzar una estación espacial china deshabitada mientras su colega (George Clooney) muere en el espacio exterior.

Objetivo I: la Luna

Paseos estelares

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El explorador lunar chino Chang’e tras realizar el primer alunizaje exitoso en la cara oculta de la Luna, el pasado 3 de enero.

Objetivo 2: Marte

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En el desierto del Gobi, China ha replicado lo que podría ser una estación espacial en Marte. Es un centro de investigación, pero, sobre todo, de promoción. Allí se acaba de grabar una serie en la que seis personas reciben formación como astro-nautas antes de embarcarse en una ficticia misión a Marte.

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