El virus de la gripe, que mató a alrededor del 2 por ciento de la población mundial, permaneció en el olvido hasta que el microbiólogo Johan Hultin consiguió en 2005 extraer el virus del tejido infectado de una mujer, fallecida 80 años antes, para estudiarlo.
La gripe española mató a más gente que la Primera Guerra Mundial (17 millones) o la Segunda Guerra Mundial (60 millones de muertos). Esta pandemia se expandió muy rapidamente. La mayoría de los fallecimientos tuvieron lugar en tan solo 13 semanas.
En 1950, el microbiólogo Johan Hultin viajó al pueblecito de Brevig (Alaska) en busca de muestras de la cepa del virus A/H1N1, identificada como la causante de la gripe de 1918. En Brevig murieron de gripe 72 de sus 80 habitantes. Hultin esperaba que el frío hubiera conservado material útil para ‘reconstruir el virus’ y poder estudiarlo. Hubo suerte. Tomó muestras de los pulmones de cuatro inuits fallecidos a causa de la gripe.
Hultin y su equipo trataron de cultivar el material y se lo inocularon a varios hurones. Pero el virus no dio señales de vida. Al cabo de 46 años otro investigador, Jeffrey Tautenberg, consiguió más muestras de tejido infectado en el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas. Era un avance, pero se necesitaban más muestras. Hultin regresó al cementerio de Brevig y dio con los restos pulmonares de una mujer obesa, un material excelente con el que en 2005 se ‘revivió’ el virus para estudiarlo. Algunos científicos se opusieron ante el temor de que algún fallo permitiese que este temible virus se desbocase de nuevo.
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