Agujeros negros, ¿y si fueran el origen del universo?

Los agujeros negros son los fenómenos más enigmáticos del cosmos. Ahora resulta que podría haber muchos más de lo que se pensaba y que quizá no sean la muerte de una estrella, sino el origen de todo el universo. ¿Se esconde uno de estos monstruos en nuestro sistema solar? Por Olaf Stampf

Reinhard Genzel, el sabio de los agujeros negros

Las estrellas no solo nacen, también mueren. Tras miles de millones de años de existencia, muchas colapsan y se transforman en un agujero negro. El campo gravitatorio que generan estos cadáveres estelares es tan descomunal que nada escapa de sus oscuras fauces. Es como si el big bang se invirtiera: donde antes había luz, ahora reina una oscuridad eterna.

Pues bien, el astrofísico alemán Günther Hasinger -director científico de la ESA, la Agencia Espacial Europea, y que trabaja en Madrid- ha presentado un relato de la creación que se aleja de esa teoría clásica del big bang. «Los agujeros negros no están al final, sino al principio de la historia. Se formaron justo después del estallido original. Fueron los primeros cuerpos celestes del universo y, con el tiempo, se convirtieron en algo así como las comadronas de las estrellas». Su trabajo, publicado en el Journal of Cosmology and Astroparticle Physics, pretende resolver varios enigmas cósmicos. Incluso cree haber resuelto el secreto de la llamada ‘materia oscura’, esa sustancia invisible que constituye la columna vertebral del universo.

El punto de partida de sus reflexiones fueron las mediciones del satélite norteamericano Chandra. Hasinger descubrió señales de rayos X procedentes de agujeros negros de una masa especialmente grande, los denominados ‘supermasivos’. Cada uno de ellos pesa como miles de millones de soles y devoran todo lo que se les acerca. Los eructos provocados al tragar cantidades enormes de gas y polvo son los que dieron lugar a las emisiones de radiación que captó Chandra.

El astrofísico Günther Hasinger.

Pero había algo que no cuadraba: aquellos destellos de rayos X habían sido emitidos en las fases más tempranas del universo.

«Si no había un error de medición, los agujeros negros eran más viejos que las estrellas más viejas -dice-. Y eso entraba en el campo de lo imposible, ya que, según la teoría, los agujeros negros se originan a partir de estrellas muy antiguas que ya han consumido todo su combustible».

«Los agujeros negros no están al final, sino al principio de la historia. Son las comadronas de las estrellas»

Y aún había otra cosa extraña. cómo es que los agujeros negros tenían una cantidad las estrellas más viejas -dice-. Y eso entraba en el campo de lo imposible, ya que, según la teoría, los agujeros negros se originan a partir de estrellas muy antiguas que ya han consumido todo su combustible» Y aún había otra cosa extraña: ¿cómo es que los agujeros negros tenían una cantidad tan increíble de masa? Según Hasinger, solo hay una explicación plausible: los agujeros negros no se formaron a partir de estrellas moribundas, sino directamente a partir de la materia primigenia. Eso implicaría que la materia se transformó en agujeros negros en los dos primeros segundos tras el big bang. Y que tendrían que haberse formado agujeros de distintas dimensiones, desde miniagujeros de unos centímetros hasta gigantes en cuyas fauces cupieran sistemas planetarios enteros.

«Si realmente sucedió así, entonces estamos rodeados de agujeros negros, los tenemos por todas partes», cuenta Hasinger. Por ejemplo, en la Vía Láctea habría mayor cantidad de estos objetos invisibles que de estrellas visibles. El astrofísico cree incluso que puede haber un agujero negro en nuestro propio Sistema Solar. ¿Pruebas?

La imagen de apertura fue captada con una red de ocho observatorios con telescopios en Chile, México y España. En la foto, el Gran Conjunto Milimétrico/submilimétrico de Atacama (ALMA), en Chile.

Los científicos llevan tiempo sospechando que ahí fuera hay un planeta desconocido (denominado Planeta X) con una órbita que afecta al desplazamiento de los asteroides situados más allá de Neptuno y Urano. Hasta ahora, todos los intentos de localizar a este perturbador espacial han fracasado. ¿Significa eso que el Planeta X es en realidad un diminuto agujero negro? De ser así, se trataría del objeto más inquietante del Sistema Solar: del tamaño de un huevo de gallina, pero diez veces más pesado que la Tierra.

Hasinger defiende que la materia oscura está compuesta por todos los agujeros negros que hay en el universo

El astrofísico se ha servido de modelos estadísticos para calcular cuántos agujeros negros podría haber vagabundeando por el espacio. Y ha llegado a un resultado sorprendente: el conjunto de su masa equivale de una forma bastante exacta al valor que los científicos han estimado para el total de la legendaria materia oscura.

Los astrofísicos llevan mucho tiempo detrás de esta materia, tan invisible como los agujeros negros. Aunque hasta ahora no se ha encontrado ni rastro de ella, hay pocas dudas de que exista. La razón: la fuerza gravitatoria de las estrellas y los planetas por sí sola es demasiado débil para mantener agrupados a los integrantes de unas galaxias que giran a velocidades de vértigo. La materia oscura no solo mantiene unidas a las galaxias, también es responsable de su formación: fue ella la que condensó enormes nubes de gas e hizo que se calentaran hasta convertirse en soles. Hasta ahora, los astrofísicos suponían que la materia oscura estaba formada por partículas elementales todavía no descubiertas llamadas ‘wimps’.

Según Hasinger, no las hemos encontrado porque no existen. «La verdadera materia oscura lleva mucho tiempo descubierta».

Si tiene razón, no son unas diminutas partículas lo que mantiene cohesionado al universo, sino unos agujeros negros de tamaño descomunal, esos devoradores de soles que, paradójicamente, también son los mismos que hicieron posible el nacimiento de las estrellas y las galaxias.

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