Egipto inaugura el año que viene un museo colosal con vistas a las pirámides que albergará cien mil piezas. Mostrará por primera vez el tesoro íntegro y restaurado del faraón Tutankamón. Por Anne-Cécile Beaudoin
• Tutankamón: una momia para cien teorías de la conspiración
Parece una extraña nave encallada a las puertas del desierto, de líneas puras, sin ningún ángulo recto ni líneas paralelas. Sobre sus paredes desfilan dibujos triangulares, finos como el encaje. En su interior, que parece una carcasa destripada, se afanan varios hombres en un laberinto de hierro y hormigón.
Imagen virtual del nuevo museo. Los triángulos son un homenaje a las pirámides, situadas muy cerca de este inmenso centro
Son más de 4000 y se relevan cada día bajo un sol de plomo para construir este proyecto faraónico: el GEM (Grand Egyptian Museum), que empieza a parecer una torre de Babel con tantos superlativos como acumula.
En el origen de esta locura de grandiosidad está Farouk Hosni, ministro de Cultura en la era de Mubarak, hace cerca de treinta años. De visita a París, recibió las burlas de un experto a propósito «del viejo depósito» en que se había convertido el mítico Museo de El Cairo, en la plaza Tahrir. «Fue como una cuchillada -recuerda-. Así que pensé en construir un museo grandioso cerca de las pirámides».
Las hijas del faraón
En la tumba de Tutankamón hallaron las momias de los fetos de dos de sus hijas. Hasta ahora no se han mostrado al público
El ambicioso proyecto se hizo oficial mediante un decreto presidencial en 1992. Se convocó un concurso de arquitectos bajo el patrocinio de la Unesco. Entre las 1557 propuestas de 83 países, Shih-Fu Peng -un neoyorquino de origen chino establecido en Dublín- ganó el concurso. Su idea: construir un edificio cincuenta metros más bajo que las pirámides, para no romper la belleza de las vistas, pero desde cuyas salas pudieran contemplarse Keops, Micerinos y Kefrén en toda su grandeza. El nuevo palacio de los faraones, de 500 metros de largo, tendrá la forma de una flecha dirigida hacia las pirámides. Con sus paredes de alabastro, translúcidas, resplandecerá como un diamante.
Treinta mil de las piezas que se van a mostrar nunca habían sido expuestas.
Aquí, una figura de Osiris, fabricada con espigas de trigo, en su sarcófago con su cetro y su corona
La primera piedra se puso en 2002. Pronto empezaron a encadenarse las dificultades técnicas, mezcladas con los recovecos burocráticos y la inestabilidad política, la undécima plaga de Egipto. El museo emerge, poco a poco, de la arena. Lentamente. Con la revolución de 2011 y la ola de violencia, los turistas desaparecen. Eran más de 13 millones en 2010 y representaban un 12 por ciento de la economía. Son apenas seis millones hoy y los presupuestos disminuyen, al tiempo que el coste del museo se desboca: los 800 millones de dólares previstos han pasado a ser 1100 millones. Solo ha llegado un préstamo de Japón de 765 millones de dólares. No hay ningún otro mecenas en el horizonte.
Sandalias de cuero, oro y cerámica de Tutankamón. Estaban hechas migajas tras años en un sótano del Museo de El Cairo
«Los egipcios descienden de los constructores de las pirámides, deberíamos ser capaces de conseguirlo… -dice Tarek Tawfik, el director del GEM-. La identidad de nuestro museo se articula en torno a las ideas de realeza y de eternidad. Los visitantes serán recibidos por la colosal estatua de Ramsés II (83 toneladas, 11,30 metros de altura), que estaba situada delante de la estación central de El Cairo. Albergará 100.000 obras, de las cuales expondremos 50.000, 30.000 de ellas nunca vistas. Podremos también desvelar en su integridad el tesoro de Tutankamón, es decir, 5400 piezas, que serán repartidas en dos galerías dedicadas al faraón. El complejo dispondrá también de una mediateca, de tiendas, de un cine…».
Restauración primorosa
Por el momento, solo se han terminado dos cosas: el edificio administrativo y el que protege los 5 almacenes y 17 laboratorios. Es aquí donde se restauran las maravillas escogidas en todo Egipto. En este búnker climatizado ultramoderno, 80 conservadores ponen remedio a los sacrilegios del tiempo. El ambiente es clínico, rodeado de un silencio religioso.
Una restauradora del nuevo museo limpia un adorno de lapislázuli y turquesas. El joyero del faraón es impresionante
Están los objetos ‘orgánicos’, los fabricados con materiales vegetales, animales o humanos, y los objetos ‘no orgánicos’: metal, loza, barro y cristal. Cada pieza pasa un minucioso examen -escáner, microscopio- para determinar el protocolo de actuación. Un escriba del Imperio Medio con el brazo carcomido por la humedad se reparará gracias a compresas empapadas de una mezcla química. Una esfinge recuperará uno de sus muslos: los 360 trozos de mármol que la componen habían sido reunidos de forma totalmente desordenada en una restauración poco sensata. Entre las piezas más conmovedoras se encuentra un par de sandalias de Tutankamón.
El tesoro de Tutankamón incluye 5400 piezas, repartidas en dos galerías dedicadas al faraón
Tras haber permanecido durante años en un sótano recalentado del museo de la plaza Tahrir, llegó en migajas. Tres meses de paciente restauración han sido necesarios para reconstruir esta joya de oro, cuero y loza que haría palidecer de envidia a muchos modistos de lujo. Más lejos hay una armadura de un faraón que le quita el sueño cada noche al restaurador Ahgmed El-Sheikha. «Resolver este tipo de puzles es fascinante», explica con entusiasmo ante los cientos de escamas de cuero que debe reordenar.
Trabajos en un escudo de madera y de pieles, proveniente de El Cairo. El presupuesto del museo se ha desbocado hasta los 1100 millones de dólares
De los papiros comidos por el polvo a los sarcófagos devorados por costras de suciedad, todas las piezas pasan por una cura de rejuvenecimiento antes de volver a los almacenes. Tutankamón tiene el suyo propio. Hay cientos de bastones de madera en los que se apoyaba el rey cojo, bumeranes, vasos canopos, corazas, amuletos, paletas para escribir tan bellas como el material nuevo de un escolar… Esta cueva de los tesoros produce vértigo. Depositadas sobre una mesa, cerca de un colchón trenzado, dos pequeñas cajas de cartón blanco atraen la mirada. En su interior, reposan los fetos de nueve y seis meses. «Son las hijas de Tutankamón», explica Hassan Mohamed, responsable del depósito.
En el laboratorio de conservación de piedras se limpian y recomponen 360 piezas que habían sido mal restauradas en intervenciones anteriores
Solo se preservará del flujo de visitantes al propio Tutankamón, muerto hacia 1327 antes de Cristo, con 18 años. Es demasiado frágil, así que su momia continuará dormitando en el Valle de los Reyes. La inauguración del museo tenía que haberse celebrado en 2012 y, luego, en 2015. «Abrirá parcialmente sus puertas en 2018», promete Tarek Tawfik. ¡Inshallah!
Un carro rejuvenecido
Tarek Tawfik, director del Gran Museo Egipcio, posa con uno de los seis carros ceremoniales encontrados en la tumba del joven faraón. El carro, fabricado hace 3000 años, brillará en el interior de un edificio futurista, situado entre El Cairo y el desierto.
En la foto pequeña se aprecia su estado cuando se encontró en la tumba de Tutankamón, en 1922. Las primeras salas del nuevo museo abrirán el años que viene.
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