El descubridor que ocultaba demasiado

La suya fue una vida jalonada de grandes reveses que hubiesen hecho abandonar a más de uno. Murió en 1506 en Valladolid, solo y lejos del mar. ¿Pero quién era, en realidad, Cristóbal Colón? Por R. P.

 ¿Nació en Génova?

La tesis más aceptada es que Colón era hijo de Domenico Colombo, un comerciante genovés. En el Archivo di Stato de la ciudad italiana se conservan documentos que podrían probar esta afirmación, como un contrato de préstamo fechado el 31 de octubre de 1470 en el que se cita a Cristoforo, hijo de Domenico Colombo y de Susana Fontanarossa. A su vez, en su testamento, Colón dispuso que se le pagaran 20 ducados a los herederos de Girolamo del Porto, de Génova, y curiosamente en el mismo archivo se conserva el contrato de un préstamo acordado entre Girolamo del Porto y Domenico Colombo en 1445.

El descubrimiento de América: ¿quién gritó antes ‘tierra a la vista’

¿O era hijo del príncipe Carlos de Viana?

La reivindicación del origen español de Colón ha optado tradicionalmente por esta teoría, que apunta a que Colón era, en realidad, mallorquín, hijo natural del príncipe Carlos de Viana, rey titular de Navarra desterrado a Mallorca, y de Margalida Colón. Las fechas juegan en contra de esta romántica teoría, ya que el príncipe fue desterrado a Mallorca en agosto de 1459, por lo que Colón sólo habría tenido 32 años cuando descubrió América y 46 años en el momento de su muerte, en 1506, y Andrés Bernáldez, que acogió a Colón en su casa, dejó escrito que falleció en Valladolid a los 70 años. Por cierto, este dato también contradice la fecha ‘oficial’ de su nacimiento, que se sitúa hacia 1451.

¿Hubo una conexión judía?

Simon Wiesenthal, el famoso cazador de criminales nazis, también dedicó muchos años a buscar datos sobre el posible origen judío de Colón. En el norte de Italia abundan las familias judías apellidadas Colombo, su madre se llamaba Susana, un nombre judío, y el navegante parecía conocer muy bien la cultura judía, incluso utilizó el calendario hebreo para fechar algunos documentos. Además, se sabe que Luis de Santángel, el tesorero que lo defendió ante los reyes y que incluso aportó dinero para el primer viaje, era un judío converso. Lo más intrigante de esta historia: Colón partió el 3 de agosto de 1492, el mismo día que los Reyes Católicos habían fijado como tope para que todos los judíos abandonasen sus reinos.

¿Existió el informador de Colón?

González Fernández de Oviedo, un cronista muy respetado del Nuevo Mundo, recogió en 1535 un rumor según el cual un piloto habría contado a Colón que había alcanzado unas islas al otro lado del mar. Otras teorías ‘oficiales’ sostienen que Colón habría sabido de los viajes vikingos a América durante sus periplos a Islandia o de restos de extrañas embarcaciones que habían aparecido en Guinea, región que se presume que también había visitado. Por su parte, Fernando, el hijo del almirante, escribió que su padre le había contado que a las Azores habían llegado dos cadáveres arrastrados por las olas, «dos hombres de rasgos muy distintos a los cristianos.». ¿Indios americanos?

¿Sabía lo que iba a encontrar antes de partir?

Si se piensa bien, sorprende no sólo el hecho de que los Reyes Católicos aceptasen financiar el proyecto de Colón, sino también que dieran su visto bueno a todas sus exigencias en cuanto a cargos y riquezas. Su elocuencia está claramente demostrada, pero qué les diría a los reyes para convencerlos. ¿Les mostró un mapa? Las teorías sobre los mapas de Colón resultan a veces mareantes, pues algunos autores aseguran que el almirante llevaba cartas de la zona. También se apunta al mapa elaborado por Toscanelli, un astrónomo y geógrafo italiano, en 1474 en el que aparecen algunas de las islas del archipiélago de las Antillas. Pero ¿cómo sabía Toscanelli que allí había unas islas antes de que Colón las ‘descubriese’?

¿Dónde descansan los restos de Colón?

El almirante murió en Valladolid en el año 1506. Sus restos fueron trasladados al monasterio de La Cartuja, en Sevilla. En 1537 se enviaron, de acuerdo con su última voluntad, a la catedral de Santo Domingo. Los restos fueron trasladados en 1795 a la catedral de La Habana, y de Cuba volvieron, presuntamente, a la de Sevilla. Los dominicanos aseguran que los verdaderos siguen aún en la República Dominicana.

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