Los diarios de Eva Braun muestran a una mujer atormentada por la pasión que Hitler le inspiraba. Por L.C.

Existen más de 700 biografías publicadas sobre Adolf Hitler, pero ningún estudio realmente profundo sobre la figura de Eva Braun, su amante durante 14 años clave de su vida. Basado en inéditos documentos familiares y entrevistas a su única prima viva, la periodista Angela Lambert publicó en 2006  The Lost Life of Eva Braun, el mayor esfuerzo hasta la fecha por equilibrar esa situación.

Él entró en el estudio de fotografía donde ella trabajaba; subida a una escalera, Hitler se quedó prendado de sus piernas

Lambert descubría, por ejemplo, que Braun nunca fue nazi ni antisemita y que amó a Hitler hasta el final, pese a los constantes desplantes de su amante. En privado, con frecuencia le decía que la amaba, pero en público la trataba con desprecio o indiferencia. En 1935, Braun escribió en su diario: «Muchas veces me dice que está locamente enamorado de mí. Sin embargo, no me ha dedicado una sola palabra amable en tres meses». Erich Kempka, chófer del Führer de 1936 a 1945, la describió como «la mujer más infeliz de Europa».

El propio Hitler solía repetir que la mayor cualidad de su amante era su «calidez y buena disposición» y que «la mujer de verdad tiene que ser guapa, simpática e ingenua, sin hacer sombra a su hombre, una compañera tierna y tonta a la vez». Eva poseía esas cualidades, aunque no era tan tonta como siempre la han considerado los historiadores (masculinos en su mayoría). «Nunca se ha reconocido la habilidad con que supo jugar sus bazas para ocupar el centro de la vida privada de Hitler durante años», reivindicaba Lambert. Se conocieron en 1929. Él entró en el estudio de fotografía donde ella trabajaba; subida a una escalera, el Führer se quedó prendado de sus piernas. Ella tenía 17 años. Ocho después se mudó a Berghof, la residencia del dictador en los Alpes. Cuando la guerra lo obligó a pasar largas temporadas alejado de Berghof, Eva vivía una angustia profunda. Él la telefoneaba, y cuando se retrasaba un día o dos, ella se sumía en una creciente ansiedad. El 30 de abril de 1945 se suicidó en el búnker junto con Hitler. Nadie pudo disuadirla. Tenía 33 años. Desde que se conocieron, siempre pensó que la vida sin él carecía de sentido.

El Führer no ‘cumplía’

En 1943, Eva Braun se presentó llorosa ante Albert Speer, arquitecto en jefe de Hitler, y confesó: «El Führer me ha dicho que me busque a otro. ¡Pues reconoce que ya no es capaz de cumplir como un hombre!». Eva, con 31 años, estaba en su plenitud sexual, y recurrió a su médico particular, el doctor Morell, pero éste no consiguió reconstituir la líbido del Führer. Interrogado por los estadounidenses una vez acabada la guerra, Morell aseguró que la vida sexual de Hitler había sido normal. La autopsia efectuada por los soviéticos puso de manifiesto que Hitler efectivamente sólo tenía un testículo, lo que acaso explicara su tardanza a la hora de perder la virginidad (a los 40 años de edad) y su obsesión por que nunca lo vieran desnudo. A pesar de su juventud, Eva supo llevar bien la situación e insuflar confianza a su amante.

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