Si las cosas no le hubieran ido tan mal a los nazis en 1943, es posible que hubieran logrado un terrible arsenal militar… Por José Segovia
Hitler aprobó el desarrollo de aviones transoceánicos gigantes, como el Junker Ju 390 y el Messerschmitt Me 264 (Amerika Bomber), capaces de volar a Estados Unidos, soltar gran cantidad de bombas y volver a Alemania. La industria nazi fabricó varios prototipos, algunos de los cuales lograron volar.
Una vez que concluyó la Segunda Guerra Mundial, el alemán Peter Brill aseguró que participó en el proyecto de bombardear Nueva York pilotando un Heinkel He 177 Greif desde Alemania, una misión supuestamente ideada por el Führer y que hasta hace poco se consideraba una leyenda. El cineasta argentino Laureano Clavero y el historiador español Pere Cardona han publicado un libro que recoge los recuerdos de guerra de este piloto.
En realidad, la idea de Hitler era disparatada, pues la autonomía de ese bombardero era de unos 6500 kilómetros y debía recorrer unos 12.000 para llevarla a cabo. Habría sido más lógico que la Luftwaffe hubiera centrado el proyecto en aviones con mayor autonomía de vuelo, como el Junker Ju 390 o el Messerschmitt Me 264.
Los alemanes crearon las temibles ‘bombas volantes’ V1 y V2, precursoras de los misiles
Es cierto que el Tercer Reich estaba muy avanzado tecnológicamente a finales de 1944, pero su industria armamentista no disponía de recursos suficientes para dirigirlos de forma masiva a la fabricación en serie de aquellos bombarderos. Pese a todo, sus ingenieros siguieron ideando proyectos futuristas, como el del biplaza Raumgleiter, propulsado por un cohete.
Aquel ‘planeador espacial’ de 28 metros de largo con 15 metros de envergadura y con una superficie de alas de unos 45 metros cuadrados despegaría a una velocidad vertiginosa para situarse a unos 120 kilómetros de altitud. Después, en vuelo planeado, el ingenio iría rebotando en las capas de aire más espesas hasta alcanzar el punto de salida deseado al otro lado del globo terrestre.
Idearon un biplaza gigante propulsado por un cohete para cargar las bombas hasta América
Cabe pensar que todas esas fantasías habrían sido posibles si Hitler hubiera triunfado en la Unión Soviética, lo que le habría proporcionado ingentes recursos para desarrollar potentísimos misiles tierra-aire y una fortaleza aérea capaz de cruzar el Atlántico. Afortunadamente, los sueños del Führer comenzaron a irse a pique con la contundente derrota de la Wehrmacht en Stalingrado.
Ministro de armamento
En sus memorias, Albert Speer describe los esfuerzos que se hicieron para conseguir armas demoledoras, entre las que se encontraban las V-1 y V-2.
Misiles intercontinentales
Al final de la guerra, Hitler fantaseaba con la posibilidad de construir un supercohete capaz de machacar Estados Unidos.
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