Margaret Bourke-White La indestructible fotógrafa que no aceptaba un 'no' por respuesta

Un desarrollo tecnológico sin precedentes y una crisis convertida en depresión por los desastres climáticos marcaron el comienzo del siglo XX y de la carrera de una de las fotógrafas más importantes de la historia.
Martes, 28 de Noviembre 2023, 15:00h
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No tener miedo». Esa es la enseñanza de sus padres que Margaret Bourke-White, nacida en el Bronx en 1904, valoraba más. Su padre —ingeniero e inventor— y su madre —una inquieta irlandesa dedicada a la crianza de sus tres hijos— establecieron las bases, según cuenta ella, de su modo de vida: «espíritu de superación y amor por la verdad». Además, la animaban a viajar y a hacer todo lo que una mujer no hubiese hecho (como declaración de principios antepuso el apellido de su madre, Bourke, al de su padre).
Así que desde muy pronto sus inclinaciones fueron singulares: se licenció en Biología y se especializó en reptiles porque se imaginaba recorriendo junglas. Pero inició otros muchos estudios; su curiosidad era insaciable. Así llegaría a la fotografía, aunque ya había heredado la afición de su padre por las cámaras. La muerte de este cuando ella tenía 17 años la abocó a buscarse la vida porque la habilidad de su padre como inventor era inversamente proporcional a sus dotes como inversor. Eso la impulsó también al matrimonio recién cumplidos los 18, aunque solo duró dos años.

A los 21, empezó a ganarse la vida como fotógrafa de arquitectura en Cleveland. Sus fotos llamaron la atención de Henry Luce, entonces director de la revista Time. En 1929, Luce la invitó a unirse a un nuevo proyecto: la revista Fortune, que iba a ser un canto a los negocios y el progreso... justo cuando se había producido el crack bursátil del 29. Y, curiosamente, la publicación fue un éxito. Aquella fe en la industrialización imbuía de entusiasmo también a la joven Margaret, que sentía tanta fascinación por el capitalismo como por el comunismo soviético.
Había visto morir a hombres en el campo de batalla por aquello en lo que creían, pero nunca había visto a nadie como Gandhi: un hombre como Cristo dando la vida por la unidad de su pueblo
Ningún fotógrafo había podido documentar Rusia. «Nada me atrae más que una puerta cerrada —escribe Bourke-White en su biografía—. Era una oportunidad única de ver un país en transición entre un pasado medieval y un futuro industrializado». Logró entrar en 1934 gracias a los industriales americanos que ayudaron a construir la URSS y que en su mayoría eran de Cleveland. «Por supuesto, estos grandes constructores americanos no eran peligrosos rojos ni nada parecido. No trabajaban por razones ideológicas, sino por estrictas razones de negocios».
En 1929, pese a la debacle bursátil, la fe en el progreso y la industrialización seguía viva. Fueron los desastres climáticos siguientes los que hundieron Estados Unidos. Y cambiaron la mirada de Bourke-White
Pero lo que cambió su vida fue la cobertura de la Gran Sequía en 1934. Fotografiar aquella tragedia -confiesa- hizo que «reparara en la gente en un sentido humano y empático como nunca antes». A partir de entonces abandonó la fotografía publicitaria (aunque le pagaban mil dólares por foto) y decidió aceptar solo encargos «que yo sienta que se pueden hacer de forma creativa y constructiva».

Decidió hacer un libro para conocer mejor su país y buscó a un escritor para el proyecto. Encontró a Erskine Caldwell. Acabarían siendo equipo y matrimonio. Apenas acabó el viaje para el libro, Luce le cuenta que van a sacar una nueva revista centrada en la fotografía: Life. En los años siguientes no paró de viajar y Life sería el mayor éxito editorial de la historia.
Tras el ataque a Pearl Harbour, que implicaba la entrada de Estados Unidos en la guerra, Bourke-White se separó de Caldwell. Él quería aceptar una oferta en Hollywood; ella, cubrir la guerra. No tuvieron hijos, ella no quiso porque no encajaban con su tipo de vida.
Verano de 1945 en Berlín. Bourke-White documentaba los campos de concentración y la destrucción alemana, pero no dejaba de reparar en los resquicios por donde se filtraba la vida
Consiguió que las Fuerzas Aéreas la acreditasen como reportera y su cobertura de la guerra la hizo mundialmente famosa. Luego recorrería todavía medio mundo: la India, África, Corea... pero la gran batalla de su vida estaba por venir. Empezó en 1952 con una molestia en la pierna. Después de años de diagnósticos equivocados, recibió el acertado: párkinson, enfermedad contra la que luchó hasta su muerte, con 67 años. Y fue una lucha porque Bourke-White, que hasta entonces no sabía nada de la enfermedad, decidió someterse a todas las pruebas y experimentos que pudiesen ayudar a combatirlo. «La gente bienintencionada me aconsejaba aprender a aceptar la enfermedad.
Mi convicción era exactamente la contraria. Tener una visión realista, sí. Pero aceptar la enfermedad, nunca. Tirar las armas en medio de la batalla era impensable». Su esfuerzo le permitió prolongar durante unos años el control de su cuerpo y escribir su autobiografía. ¿Por qué tanto empeño?. «No lo sé, supongo que es como en mi trabajo profesional, donde el mejor halago que me podían hacer era 'Maggie no acepta un no por respuesta'».
Cuando sufrió párkinson, grabó un documental sobre su rehabilitación (que incluía arrugar papeles y así ejercitar las manos, en la foto) para quitar el estigma sobre quienes padecían esa enfermedad. Murió en 1971, a los 67 años.
El siglo XX, visto por Bourke-White

La Gran Depresión no empezó un martes
El inicio de la Gran Depresión suele fecharse el martes 29 de octubre de 1929, con el crack de la Bolsa. Pero fueron los desastres medioambientales los que la hicieron 'grande'. Primero fue la sequía. El llamado Dust Bowl ('cuenco de polvo') se prolongó entre el 32 y el 36 y fue uno de los peores desastres ecológicos del siglo XX. Luego, las inundaciones. El río Ohio se desbordó en 1937. Murieron 400 personas y 175.000 fueron evacuadas. En Louisville, las colas para comer, como la de la foto, se multiplicaron. Margaret supo captar la ironía de la América del progreso, que ella misma 'vendía' en la revista Fortune.

Tras la puerta cerrada de La Unión Soviética
Bourke-White fue la primera extranjera en fotografiar la URSS. Logró entrar en 1934 y aunque, dice, «entonces, la tierra fascinante era Rusia», no tuvo una buena impresión. Dudaba de su plan económico y le alarmó la censura. Volvió en 1941 y fue la única reportera occidental dentro cuando Rusia entró en guerra con los nazis. Esquivó el veto de usar cámaras y mostró el sufrimiento.

La peculiaridad del mundo soviético
También fotografió los salones de Moscú, donde los poderosos accedían a lujos impensables para el resto. Logró, además, retratar a Stalin. Acostumbrada a verlo en estatuas, se lo imaginaba alto y era más bajo que ella. «'¡Qué hombre más insignificante!', pensé. Pronto entendí que no era así».

El horror nazi
En abril de 1945, Bourke-White fue la primera en entrar en Buchenwald y fotografiar los campos de concentración nazis. «Usar la cámara era casi un alivio. Interponía una leve barrera entre el horror y yo. En realidad creo que no me di cuenta de todo el horror hasta que vi mis propias fotos reveladas. Supongo que tiene que ser así porque, si no, no lo soportarías».

Lo cotidiano en medio del horror
Bourke-White continuó fotografiando la guerra, pero, a medida que se acercaba el final, reparaba más en detalles de la vida cotidiana, como este soldado americano hablando con una alemana en el verano del 45 en Berlín. «Los reporteros -escribe- estamos en una posición privilegiada. Vemos mucho mundo. Nuestra obligación es transmitirlo a otros"

El valor de un líder
Su primer encuentro con Gandhi no fue afortunado. En 1946, la parafernalia para acceder a él requería ¡aprender a hilar! Solo le dejaron hacer tres disparos y sin hablarle. El retrato, con todo, es hoy icónico.

El éxodo
Pero Margaret siguió allí cubriendo el éxodo tras la partición de la India y acabó conociendo a Gandhi; lo vio horas antes de morir, en 1948. Su masivo funeral -cuenta- es uno de los eventos que más le impresionaron en su vida. «Se podía sentir que era un hombre extraordinario». Fue la primera corresponsal de guerra. El Ejército diseñó un uniforme para ella en 1942, cuando los periodistas tenían rango de oficial. Como mujer, podía cubrir hasta los bombardeos aéreos, pero no ir al frente. Ella lo lamentaba, pero lo explicaba: «En combate, los hombres tienden a ser sobreprotectores».
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