Hasta los trabajos de Jenner y la vacuna de la viruela y Pasteur con la rabia, la medicina apenas había conseguido avanzar en la prevención y estudio de las enfermedades contagiosas…

• Seis sabios con suerte: avances que fueron fruto de la casualidad

Surgió como consecuencia de un cúmulo de casualidades y se tornó en el descubrimiento científico más sobresaliente de la ciencia médica del siglo XX. Fleming dio con esta droga mientras realizaba una observación accidental.

Fleming no se caraterizaba por su pulcritud en el laboratorio. Afortunadamente, porque gracias a ello realizó sus dos grandes descubrimientos: la lisozima, un antiséptico presente en las lágrimas, y la penicilina, la base de la mayoría de los antibióticos actuales. En septiembre de 1928, Alexander Fleming observó que el moho de penicilina había contaminado uno de sus viejos experimentos. De ahí dedujo las propiedades antibacterianas de la penicilina. El británico conservaba sus cultivos sobre su mesa hasta que la invasión de tubos no le permitía seguir investigando. Sólo entonces se deshacía de ellos. Pero antes los estudiaba para ver si se había producido algún fenómeno digno de atención.

Su interés por el estudio de las variantes de colonias del Stafilococcus aereus y la cercanía de su laboratorio con el de C.J. La Touche, quien investigaba, entre otras sustancias, con mohos, constituyeron las circunstancias básicas para que, un día de septiembre de 1928, Fleming descubriera una placa contaminada con el moho Penicillium y cómo éste descomponía las colonias de Estafilococcus aereus. El gran mérito de Alexander Fleming fue no desechar su cultivo contaminado e intuir que un fenómeno no deseado podría tener unas aplicaciones trascendentales en medicina.

Si un hongo había ‘neutralizado’ a los estafilococos, entonces -¡bingo!- podía acabar con las bacterias

Su meticulosidad lo llevó a observar el comportamiento del cultivo y comprobó que alrededor de la zona inicial de contaminación, los estafiococos se habían vuelto transparentes, lo que interpretó correctamente como efecto de una sustancia antibacteriana segregada por el hongo. Una vez aislado, Fleming lo probó con una amplia gama de bacterias y observó que muchas resultaban destruidas. Así fue como, por casualidad, realizó el hallazgo médico más relevante del siglo XX.

Su hallazgo y las posteriores investigaciones permitieron curar numerosas enfermedades, que hoy se pueden tratar con penicilina y otros compuestos naturales. La penicilina es, además, la base de casi todas las fórmulas de los antibióticos.

En 1938 compartió el Nobel de Medicina con Howard Florey y Ernst Chain, pero no se creía merecedor de él.

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