Nació de forma natural. Como todas las buenas historias. Arturo Pérez-Reverte acababa de sacar su nueva novela, ‘Línea de fuego’, sobre la Guerra Civil, y sus lectores empezaron a enviarle por Twitter imágenes de familiares combatientes. El resultado es un álbum fotográfico virtual, un homenaje donde no hay buenos ni malos. Y, aunque cueste creerlo, tampoco odio ni rencores… Por Fernando Goitia

Esta es la historia de Juan, oficial anarquista que tras salvar la vida de un falangista lo hizo su asistente para el resto de la guerra. Es la historia de Francisco, reclutado en caballería por los nacionales con 18 años que sirvió en Belchite, Brunete y la batalla del Ebro mientras pasaba hambre y sed y se caía dormido por el cansancio desde el lomo de su caballo. Y también la de Eleuterio, abatido en la Casa de Campo por encender un cigarrillo en plena noche; y la de José, comunista, sindicalista y antifranquista, obligado a luchar por Franco, que comía latas caducadas para enfermar y evitar así matar a nadie…

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A la izquierda: Vicenta y Félix, abuelos de @es_jv. «Ella se fue al frente detrás de él». 
Foto del centro: Amador Carrascosa (izquierda, sentado), abuelo de @JMCarrascosa. «Fue mecánico (sargento) de aviación hasta que cayó la capital». 
  Germán Vila Castedo, abuelo de @Katanajanso. «Él me decía que no mató a nadie». A la derecha

Son todos ellos combatientes de nuestra Guerra Civil, hombres que, pese a vivirla en primera línea, se negaron a transmitir a hijos, sobrinos, nietos y bisnietos el odio cainita que arrastró a todo un país al mayor de los horrores. Sus historias emergen ahora en un álbum fotográfico virtual que obliga a reescribir la memoria de un conflicto con el que, pese a declararse vencedores y vencidos, España entera salió perdiendo. Así lo entiende, al menos, el promotor de la iniciativa, el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte.

«Aquella tragedia devoró a toda una generación -lamenta-. Arquitectos, médicos, ingenieros, músicos, pintores, escritores, obreros masacrados que, en manos de otros políticos, hubieran hecho cosas extraordinarias. Miro sus rostros en estas fotos e imagino esa juventud puesta al servicio de la inteligencia, del trabajo; qué no hubieran podido hacer. Y no me importa si combatieron en un bando o en el otro, todos fueron españoles envueltos en una confrontación horrorosa de la que fueron culpables muchos, pero no ellos».

«Yo no me emociono con facilidad, pero se me remueven las entrañas ante estas pequeñas tragedias resumidas en un tuit», Pérez-Reverte

Pérez-Reverte habla emocionado del álbum Línea de fuego, nombre que toma prestado de su última novela. Al fin y al cabo surgió de ella. Esta es la cronología. A principios de 2020, el escritor se lanzó a dar forma a la novela número 29 de una carrera literaria que se halla hoy en su 35 cumpleaños. «He tocado el tema de refilón varias veces, pero nunca quise escribir una novela específicamente sobre la Guerra Civil. Hasta que me han obligado a ello -sentencia-. Harto de este ambiente enrarecido que respiramos y de ver cómo analfabetos de cualquier signo y color lo convierten en herramienta política, me dije: ‘Es el momento de contar mi manera de ver todo esto y aclarar un par de cosas’».

Surgió así Línea de fuego, la novela, en la que Pérez-Reverte entrega el protagonismo a los combatientes para recrear con pulso detallado y cinematográfico los primeros diez días de la batalla del Ebro, disputada entre el 25 de julio y el 18 de noviembre de 1938. «Pretendía contar esa historia de una forma objetiva, sin buenos ni malos -explica el autor-. Es un relato de soldados y de trincheras, no de asesinos en la retaguardia, que es de lo que siempre se habla. En el frente, las cosas no eran blanco y negro, no estaba todo tan claro».

Publicada la novela en octubre, sus lectores comenzaron a enviarle mensajes vía Twitter, donde el escritor se acerca a los 2,3 millones de seguidores. «Recibí historias y fotografías de personas que en el libro vieron reflejadas las de sus abuelos, tíos, padres… Fue muy emocionante -rememora-. El problema es que, a medida que se añadían nuevos tuits al hilo, los testimonios anteriores iban bajando y se perdían». Es decir, Twitter había cumplido su función de propiciarlo todo, pero, por su carácter trepidante, efímero, fallaba como lugar para anclar la memoria. Todo lo contrario a, por ejemplo, un álbum de fotos. «Es justo lo que necesitaba: un lugar donde todas estas historias y retratos quedaran de forma fija para ser consultados por quien quiera y cuando quiera».

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Arriba a la izquierda: Felipe Cano (derecha), abuelo de @felipcano. «Junto a su amigo al que le escribía las cartas dirigidas a su novia y que falleció en el frente».
 Antonio, abuelo de @rojas_narciso. «Hablaba de la guerra y siempre terminaba con un silencio y diciendo. ‘Buf, buf, buf’». A la derecha
Rafael Belchí, tío abuelo de @jmigualada. «un mando lo vio escribiendo una carta con buena caligrafía y lo mandó a oficinas». Abajo, a la izquierda.
A la derecha: Ángel García López, abuelo de @cafernan_. «Sufrió una herida de metralla en la pierna». 

Pérez-Reverte habló con sus compañeros del portal literario Zenda, que él mismo creó hace cinco años, y con Alfaguara, su editorial, para idear zendalibros.com/albumlineadefuego, un espacio en la Red donde mostrar e ir añadiendo nuevas historias y fotografías. «Yo pensaba: ‘Llegarán, como mucho, 40 o 50 historias interesantes’ -admite-. Así que lo anuncio en Twitter, arranco yo con fotos de mi padre y de mi tío Lorenzo, que combatieron en el bando republicano, y empieza el aluvión. Docenas y docenas y docenas y docenas…».

No es la cantidad, sin embargo, lo que más le impactó. «No me llegó un solo mensaje envenenado, cainita, agresivo, lo habitual en Twitter; al contrario, todos fueron positivos, respetuosos. Y hablaban de gente que combatió en los dos bandos, de muchos que cambiaron de lado o que lucharon donde no les correspondía; porque la guerra fue una tragedia en la que muchos se vieron envueltos y de formas muy distintas. Esa línea que muchos trazan, poniendo de un lado a todos los buenos y del otro a todos los malos, es falsa. Y estos testimonios son la mejor prueba de ello».

Testimonios que provienen de firmas tuiteras como @fernand_aragon, nieto de Teodoro Ibáñez, que adjunta foto de su abuelo, un pastor movilizado por los nacionales. «Pensaba que matarse entre españoles no es un motivo de orgullo, a pesar de que luchara en el bando que ganó. Falleció en 1980 creyendo que dejaba un país que había sido capaz de reconciliarse», escribe.

«Es conmovedor -dice Pérez-Reverte-. Soy un tío que no se emociona con facilidad, pero se me remueven las entrañas ante estas pequeñas tragedias resumidas en el espacio de un tuit: estas miradas, estas caras juveniles, infantiles algunas de la tristemente célebre Quinta del Biberón, chicos que apenas empezaban a usar pantalón largo llevados de la mano por sus madres en llanto hasta el cuartel… Las miro y pienso en el amor y el orgullo con que estos hijos, sobrinos y nietos los recuerdan».

«No me importa en qué bando estuvieron, todos combatieron en una guerra de la que fueron culpables muchos, pero no ellos», Pérez-Reverte

Conmueve también el silencio recurrente de los combatientes, certificación de que la guerra enmudece a quienes la libran, a quienes matan o son empujados a matar. Al fin y al cabo, ¿quién quiere recordar el horror, el odio, la muerte violenta? «El verdadero enemigo no es quien te dispara desde la trinchera de enfrente -sentencia Pérez-Reverte desde su experiencia como reportero en 18 guerras, civiles 7 de ellas-. El enemigo es el político, el ideólogo, el que dirige desde la retaguardia en uno y otro bando, manipulando argumentos y mandando a la gente al matadero. Por eso, tantos mensajes hablan de personas que decidieron callar; comprendían que todos fueron seres humanos atrapados en una barbaridad y no quisieron envenenar a las siguientes generaciones. Callaron para protegernos».

Son silencios como los de Teodoro, abuelo de @Elobatovigo, que sirvió como zapador-minador en el bando nacional y, pese a recibir cuatro medallas, nunca contó lo que vivió o cómo se sintió. O los de José, abuelo de @_PaulaCastro_ y artillero en el bando nacional, que prefería «desgranar historias de compañerismo» a explicitar detalles de batallas o acciones de combate.

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Arriba a la izquierda: fotografía enviada por @jralfranca de su abuelo Blas en Belchite. «Siempre recordaba la guerra como un tiempo terrible».
Abajo: Julio (segundo por la izquierda), abuelo de @jmsanzgu, combatió en el Ebro: lo hizo «sin convicción, Desertó y volvió andando hasta Guadalajara». 
Pepe, abuelo de @pepa_sastre, fue jefe de máquinas en el submarino C3, hundido en Málaga. «Sus restos yacen a 70 metros de profundidad». A la derecha, arriba
Manuel Cortés González, padre de @juan_cf, combatió en el frente de córdoba. «Por suerte, nunca tuvo que herir a nadie». Abajo, a la derecha

Gracias a ellos, este álbum, dice su promotor, «es un canto a la reconciliación y a la decencia, la más digna y contundente respuesta a toda esa gentuza manipuladora que intenta perpetuar el encono y el odio». Gracias a ellos, además, un lugar tan asociado a la polémica y la agresión como Twitter se ha convertido en una vía de paz y reconciliación. «En manos de gente decente puede ser una herramienta útil y humana para asuntos dignos y serios», señala, asombrado ante la madurez intelectual e ideológica con la que los tuiteros han entendido el sentido de su proyecto. «Espero que gracias a él y a mi novela la gente empiece a ver la guerra de otra manera», concluye. Porque, así lo cree, esto demuestra que la inquina cainita que devoró España, cuyas secuelas se arrastran hasta hoy, no es herencia de quienes de verdad combatieron.

El álbum Línea de fuego puede verse en: zendalibros.com/albumlineadefuego

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