Un científico ha demostrado cómo la memoria y el poder de asociación salvan la vida de los vegetales. ¿Revolución botánica?  Por Daniel Méndez.

Cada ápice de la raíz de una planta consta de una serie de células que detectan hasta 15 parámetros químicos y físicos -temperatura, grado de salinidad de la tierra, niveles de humedad…- y deciden hacia dónde orientar las hojas o hacer crecer las raíces. Transmiten a su vez esta información a las demás células de la planta mediante señales eléctricas y, aún más, alertan de paso a sus ‘parientes’ sobre posibles peligros, como la presencia de patógenos, emitiendo hacia ellos unas moléculas volátiles que les permiten reaccionar a tiempo.

Stefano Mancuso, profesor e investigador de la universidad de Florencia, descubrió  a su vez conductas vegetales propias de los animales.: solidaridad entre individuos de una misma especie o aprendizaje a través del juego. Y es que Mancuso y su equipo, que trabajan en Florencia, en el Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal -una disciplina que él mismo ha nombrado-, han dado con un sistema de estudio de las plantas: las somete a situaciones de estrés -como aumentarles la salinidad del suelo- y estudia su reacción; por ejemplo, un cambio en su metabolismo que les permite sobrevivir. Después devuelve las condiciones normales a la tierra, pero solo un tiempo. Y sí, la segunda vez que la tierra se saliniza, la planta reacciona más rápido. ¡Ha aprendido! ‘Recuerda’ su decisión acertada anterior.

Las plantas carecen de un tejido nervioso como el de nuestro cerebro, con neuronas y células nerviosas que transmiten señales eléctricas, pero tienen su equivalente -algo que ya Darwin había definido: el ‘cerebro difuso’ lo llamó-, en cuyo estudio nadie hasta hoy había profundizado tanto como Mancuso. Ya nunca volveremos a mirar las plantas como antes.

Tres pruebas de la «inteligencia» vegetal

Vides ‘melómanas’

Mancuso y los suyos participan en un curioso experimento en la Toscana, patria del célebre vino Brunello. Acompañan el crecimiento de algunas vides con música de Mozart o Vivaldi, para estudiar el efecto de ciertas vibraciones en su crecimiento. Ya hay resultados. las vides ‘melómanas’ maduran hasta diez veces antes que el resto, y podrían mostrarse más resistentes ante la presencia de insectos patógenos.

Huerto espacial

Si una planta crece sin gravedad, se ‘desorienta’. No sabe dónde está el suelo y dónde el cielo, y crece con raíces y ramas disparándose en todas direcciones. El Laboratorio de Neurobiología de las plantas participa en un programa de la ESA que busca entender qué mecanismo de la planta regula su respuesta a la gravedad y así, en una hipotética misión a Marte, la tripulación podría tener su propio huerto: oxígeno fresco y materia prima.

Acacias ‘mata-antílope’

Mancuso siempre recuerda un fenómeno ocurrido en Botsuana hace diez años. Los responsables de un parque natural concentraron en una zona a 200.000 antílopes, con lo que las acacias del entorno sufrieron un inesperado ataque, fruto de la voracidad de tantos animales. En respuesta, los árboles modificaron su metabolismo hasta convertirse en venenosos para los antílopes. Llegaron a morir 10.000 animales. Solo años después se supo el porqué.

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