Los griegos hablaban de un hermoso caballo cuyo cuerno estaba dotado de poderes mágicos. Casi 2.000 años después, Marco Polo descubrió la verdad. Un animal prehistórico destinado a la inmortalidad… y lleno de misterios: el rinoceronte. Por Fernando González Sitges
Regresaba de un viaje de siete años por tierras chinas. Los 17 barcos que formaban el convoy recalaron por descanso y reaprovisionamiento en la isla de Sumatra. Era el momento de bajar a tierra e investigar las gentes, las plantas y los animales de aquella selva extraña. Por mucho que llevara fuera de casa y por muchas experiencias que pudiera acumular, su curiosidad parecía no tener límites. No en vano, en aquel temprano 1292, el joven Marco Polo era el europeo que más y mayores maravillas había visto. Y la mayor de todas ellas lo estaba esperando en el interior de la isla.
El primer rinoceronte que se vio en Europa. Lo pintó Alberto Durero inspirándose en un dibujo previo de un dibujante anónimo que lo vio realmente.
Pocos días después, los nativos lo avisaron. En un barrizal cercano podía encontrar el animal más grande de la isla; aquel que podía enfrentarse incluso con los poderosos tigres de Sumatra. Marco Polo partió de inmediato tras ellos. Los indígenas le habían descrito aquel fabuloso ser y en su corazón renació una esperanza perdida; un anhelo que arrastraba desde el inicio de su extraordinario viaje por Oriente: por fin iba a encontrarse cara a cara con el mítico unicornio.
«Su cabeza es como la de los cerdos y les gusta el lodo. Son unos animales repugnantes, lo contrario a la idea del unicornio», escribió Marco Polo
Cuando Polo llegó frente al animal, la visión de la bestia le produjo sensaciones contrapuestas. Era el unicornio, sí, pero su imagen estaba muy lejos de su ideal. En su diario escribió: «Son unos animales repugnantes. Su cabeza se parece a la de los cerdos y la lleva siempre cara al suelo, les gusta estar en el lodo y no responden en absoluto a lo que en nuestras tierras cuentan acerca del unicornio. Sólo puedo decir que este ser es exactamente lo contrario a la idea que tenemos del unicornio». Sin saberlo, Marco Polo había sido el primer europeo en describir un rinoceronte. Tendrían que pasar cinco siglos y medio hasta que los zoólogos europeos volvieran a oír hablar del rinoceronte de Sumatra. Y hasta entonces el unicornio seguiría en el imaginario colectivo como una bestia viva de asombrosos poderes.
La leyenda del unicornio se remonta, por lo menos, al año 308 a. C. cuando aparece en los apuntes del griego Ktesias, médico del rey persa Artajerjes II. Ktesias, que nunca viajó a la India, oyó hablar de varios animales y los mezcló en una imaginaria descripción: «Su cuerpo es blanco; la cabeza, de color rojo y los ojos, de azul oscuro. De la frente le sale un cuerno de una longitud aproximada de un pie y medio que, reducido a polvo y disuelto en una bebida, resulta un seguro remedio incluso contra el veneno más fuerte…». Eso creían ya los chinos y otros pueblos orientales del cuerno del rinoceronte acorazado o indio. No en vano los chinos ofrecían tributos en forma de rinocerontes vivos a los emperadores mucho antes de Marco Polo. De esta manera llegó la leyenda a Europa de un animal fabuloso que era capaz de anular la más potente ponzoña. En una Europa en la que los venenos llenaban las copas de la nobleza con peligrosa frecuencia, el cuerno del unicornio, al que se denominaba «alicor», adquirió precios exorbitados; su valor superaba al del oro. ¿De dónde procedían estos cuernos si nadie había visto un unicornio jamás?
Rinoceronte negro. En realidad no es negro, sino gris, pero se lo llamó así para diferenciarlo del blanco. Lo que en verdad los distingue es el labio superior apuntado, adaptado al ramoneo de hojas y brotes tiernos. Es de carácter nervioso y agresivo.
En su mayoría, los alicores de la Europa medieval eran colmillos de mamut desenterrados de la tundra o, con más frecuencia, los dientes en forma de espiral de los narvales machos; unos cetáceos de aguas árticas que los navegantes del norte arponeaban desde antiguo. Pero a partir del Renacimiento los rinocerontes, cuyos cuernos habían traído desde Asia la leyenda de sus poderes curativos, aparecieron en escena. En 1498, Vasco de Gama descubrió la ruta marítima que unía Europa con la India. Once años más tarde, los portugueses conquistaron la ciudad costera de Goa y desde allí empezaron a enviar mercancías a Portugal. Entre éstas llegó un rinoceronte indio como regalo a Manuel el Grande. Se demostraba así que el unicornio no era el caballo con un cuerno de narval en la frente que aparecía en los blasones y tratados de caballería, pero el poder de su cuerno siguió intacto. Para entonces, todos los rinocerontes de Asia ya estaban siendo perseguidos por su cuerno mágico. Y muy pronto se iban a unir a ellos los rinocerontes africanos.
Los cuernos no son óseos, sino que están formados por pelo del animal. Así, por mucha cantidad que se tome, no producen ningún ‘efecto viagra’
En el mundo hay cinco especies conocidas de rinoceronte. Todas, amenazadas por culpa del supuesto poder mágico de su cuerno. Se decía que el cuerno pasado sobre cualquier comida o bebida envenenada anulaba el veneno haciendo incluso hervir el líquido. Para colmo de males, se extendió la creencia de que el mismo cuerno molido y disuelto en agua se convertía en un poderoso afrodisiaco. Para los asiáticos, la forma fálica del pene junto con el vigor en el apareamiento de estos animales la cópula del rinoceronte puede prolongarse más de media hora los llevó a pensar que podrían adquirir parte de estas cualidades al ingerir el apéndice nasal. Era un cóctel irresistible: te hacía inmune a los venenos y a la vez te dotaba de un vigor sexual inagotable. Hoy, el poder del alicor, la magia del mítico unicornio, sigue siendo una triste realidad. ¿Cómo es posible que tantos millones de personas sigan creyendo una leyenda que se remonta más allá del nacimiento de Cristo? ¿Qué hay de realidad detrás de estos poderes legendarios?
Desde el siglo pasado, la ciencia ya ha determinado fehacientemente que todo el poder afrodisiaco del cuerno de los rinocerontes radica en la sugestión del que lo toma. Los cuernos no son óseos, sino que están formados por pelo del animal. Y por mucha cantidad que se tome, el resultado sigue siendo el mismo: ninguno, como demostró a principios del siglo pasado el famoso cazador africano John Hunter, probablemente el hombre que más rinocerontes haya matado en la historia, quien después de abatir uno molió su cuerno y se hizo una infusión con todo el polvo de alicor resultante, sin por ello notar ningún ‘efecto Viagra’. Si bien las propiedades afrodisiacas del cuerno del rinoceronte son totalmente falsas, no sucede lo mismo con su capacidad de anular los venenos.
La capacidad del cuerno de anular venenos no es tan infundada. Se basa en su porosidad, que puede absorber la sangre, como la piedra viborera
Aún hoy en día son muchos los que al viajar llevamos lo que podrían parecer amuletos contra la picadura de animales venenosos. La llamada «piedra negra», hecha con la base ensanchada de la cuerna de un gamo o un ciervo tratadas al fuego, es un famosísimo remedio contra estas picaduras en la mayor parte de África. Incluso en nuestro país, en las marismas de Doñana, se utiliza de igual manera la denominada ‘piedra viborera’, hecha generalmente con un hueso calcinado de cebú. Todos estos ‘amuletos’ se basan en una realidad. Los cuernos de muchos animales, así como sus huesos, son muy porosos. Cuando un animal venenoso te inyecta el veneno, si se abre un poco la herida y se aplica un fragmento de hueso o cuerno más aún si está quemado, la porosidad del mismo absorbe la sangre y con ella el veneno evitando, así, su propagación en el torrente sanguíneo. Quizá por esa mezcla de mito y realidad todavía hay millones de personas que siguen buscando el alicor. Y no sólo entre los pueblos de Asia. Hace unos años, dando una conferencia sobre el mito del unicornio en un pueblo del norte de España, un hombre se acercó al finalizar mi exposición. «Me ha resultado interesante escucharle me comentó, aunque las fotos que he visto no se parecen en nada al alicor que heredé de mi padre.» Sorprendido, le pregunté cómo y para qué tenía su padre aquel cuerno. «¿Para qué va a ser? respondió con naturalidad. Para lo mismo que se ha utilizado en la familia desde siempre. Cada mañana, al llevar a abrevar al ganado se pasa primero el alicor por el agua y luego se deja beber a las vacas.» Tal vez, después de todo, el mítico unicornio acabe, como en su leyenda, por ser inmortal.
Los rinocerontes asiáticos
De Sumatra. El peludo
Hay cinco especies de rinocerontes. Dos, africanas (el blanco y el negro) y tres, asiáticas el Indio, el de Java y el de Sumatra. Este último es el único recubierto de pelo y es más pequeño que sus parientes. Mide en torno a un metro y pesa unos 700 kilos. Habita en las selvas lluviosas del sudeste asiático. Quedan unos 300 ejemplares.
De india. El acorazado
El indio, también llamado ‘acorazado’ llega a pesar 1.800 kilos y es el responsable de la leyenda del unicornio. Sus placas dérmicas lo hacen inconfundible e «inmune» a los depredadores. Sólo las crías pueden ser atacadas por tigres y ni siquiera los cocodrilos se atreven a acercarse a ninguna especie de rinoceronte.
De Java. El extraño
El rinoceronte más amenazado es el de Java, del que quedan apenas 60 ejemplares. Están al borde de la extinción. Los que sobreviven permanecen en el interior impenetrable del parque nacional Ujung Kulon. Junto con el indio, son los únicos con un solo cuerno y tienen pliegues dérmicos similares a las corazas.