Estamos rodeados de muchas plantas tóxicas. Conózcalas. Por Pablo Chacón Sanchís / Fotos: Adobe Stock y Fotolia
Ya en el siglo II el médico griego Galeno decía que no existen los venenos, sino las dosis. «Los fármacos no curan por sí solos, sino por la dosis, la forma y el momento de tomarlos». Así, diferentes dosis de una misma sustancia pueden curar, ser inocuas o matar. Farmacia incluso proviene del término griego farmakis, veneno. Para muestras, el bótox, la toxina botulínica, una de las más poderosas del mundo y hoy tan de moda a dosis bajas, pero capaz de matarnos, como lo hacía, al consumir alimentos mal conservados. También el tomate, la berenjena y el pimiento las tres, solanáceas son de la misma familia que cuatro de las especies tóxicas aquí descritas.
En los foros de Internet muchos comparten semillas, modos de cultivo, formas de ‘colocarse’ con ellas…
Unas son alimentos; las otras, venenos. Esta ambigüedad química explica en parte, al menos técnicamente, algo de las muertes por consumo de estramonio. Esta planta es muy común en nuestro país en huertas descuidadas, herbazales, bordes de campos o escombreras y cuya ingesta de entre 40 y 60 gramos causa la muerte. Otra parte la explica quizá la crisis… Muchos han descubierto que, si no pueden pagarse las drogas de siempre, tienen a su alcance, gratis, otras sustancias psicoactivas en parques, huertas, descampados y montañas. Un rápido vistazo por Internet nos sumerge en foros en los que muchos comparten experiencias, semillas, modos de cultivo y formas de colocarse con estas plantas. Alarma comprobar que nunca saben la cantidad que ingieren o las dosis que intoxican ni mucho menos contemplan la época de recolección, un aspecto crucial, ya que muchas de estas especies concentran sus alcaloides en momentos metabólicos diferentes. En épocas de alta concentración, ingerir estas plantas es un viaje sin retorno.
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