Los árboles más fascinantes del mundo

Han inspirado cuentos infantiles y a científicos como Newton. Son parte fundamental de las distintas religiones y testigos involuntarios de episodios históricos. Los árboles tienen mucho que ‘contar’. Un libro recoge los más significativos de todo el planeta. Por Daniel Méndez / Fotos: Diane Cook y Len Jenshel

1 México: El viejo en el agua · El llamado ­ciprés de Montezuma (Taxodium mucronatum) es conocido en la lengua náhuatl, como ahuehuete, que significa ‘el viejo en el agua’. Un nombre apropiado. Santa María de Tule (Oaxaca, México), donde se encuentra, era una zona pantanosa cuando nació este imponente ejemplar, hace al menos 1200 años que, según algunos, podrían ser hasta 3000. Su tronco, con una circunferencia de 42 metros, es el más grande del mundo. Venerado por los zapotecas desde época precolombina, se encuentra hoy en el atrio de una iglesia católica del siglo XVIII. La cercana autopista Panamericana amenazaba su super-vivencia hasta que en los noventa el Gobierno desvió el tráfico para protegerlo de la contaminación.
2 Alemania: El tilo del baile · En la Edad Media se celebraban los juicios bajo los tilos porque bajo ellos «solo se puede decir la verdad». Luego su función judicial pasó a ser festiva y a sus pies se celebraban fiestas y bailes populares. Por eso a este ejemplar de Peesten, Alemania, que se cree que es del s.XVI, se lo llama Tanzlinde linden, el tilo del baile. Además, con sus hojas se hace un té que quita la fiebre.
3 Australia: El baobab viajero · El boab (Adansonia gregorii), un pariente de los baobabs de África, podría haber llegado a Australia con los movimientos de población hace 70.000 años. Hoy es venerado por los aborígenes australianos y también es fuente de agua: su madera esponjosa puede almacenar 100.000 litros de agua. El de la foto, de unos 1500 años de edad, fue usado como osario por los aborígenes.
4 Estados Unidos: Invencible · El peral de Callery llegó a América en los años cincuenta desde China y Vietnam. Pronto se hizo el rey de las calles por su gran capacidad de resistencia y adaptación a climas y terrenos diversos. Es duro de pelar. Este ejemplar lo encontraron bajo los escombros de las Torres Gemelas. Estaba muy dañado, pero conservaba brotes verdes. Ahora está esplendoroso.
5 Nueva Zelanda: EL señor de la selva · El kauri (Agathis australis) ya estaba en Nueva Zelanda cuando llegaron allí los primeros pobladores de Polinesia. En el siglo XVIII arribaron los europeos y descubrieron que su madera era excelente para construir barcos. En el siglo XX habían esquilmado el 90 por ciento de los kauris de las regiones del norte. Este se salvó por su remota ubicación. Tiene dos mil años y es el más grande del mundo. supera los 50 metros de altura y tiene un diámetro de cerca de 14 metros.
6 India: Milagroso · El niño nació prematuro y, además, estaba muy enfermo. Iba a morir. Su padre acudió al templo dedicado a la diosa Shitala (en la imagen) erigido en torno a un neem o nimbo de la India (Azadirachta indica es su nombre científico). Las hojas de este árbol se usaban en la India para tratar la viruela y para bajar la fiebre. El niño se salvó. Su padre es ahora el cuidador del templo y del árbol.
7 Camboya: El templo estrangulado · Cuando los arqueólogos franceses empezaron a desnudar de naturaleza los templos abandonados de Angkor que hallaron en las selvas camboyanas en 1907, decidieron detener sus machetes en el templo de Ta Prohm y preservar su aspecto, devorado por raíces. Y así sigue. En la foto, un higo estrangulador (Ficus gibbosa) hace honor a su nombre.

El último ser vivo rescatado de los escombros de las Torres Gemelas fue un peral de Callery.
estaba muy dañado y había perdido varias ramas, pero seguía vivo. Tras un periodo de recuperación, fue replantado en el World Trade Center Memorial una década después de los atentados. Había nacido un símbolo en forma de árbol.

Bajo un árbol, Siddharta se convirtió en Buda; debajo de otro, Newton descubrió la ley de la gravedad

No es el primero ni será el último. Desde la manzana bíblica hasta aquella que, en su caída, inspiró la ley de la gravedad a Isaac Newton en el domicilio familiar de Lincolnshire (Inglaterra), pasando por el gran árbol bajo el que Siddharta se sentó a meditar en Bodh Gaya, al norte de la India. Bajo aquel ejemplar de Ficus religiosa -el nombre no es casual: esta especie del género Ficus es considerada sagrada por budistas e hinduistas­-, el joven príncipe descubrió la verdad cósmica y se convirtió en Buda.

El árbol Bodhi, como se conoce, es hoy un importante lugar de peregrinación. Aunque el ejemplar actual es un descendiente del original: fue plantado en 1881 a partir de un esqueje traído de Sri Lanka. Este, a su vez, fue llevado hasta allí en el año 288 antes de nuestra era, siguiendo una práctica habitual de reproducción de este árbol sagrado a partir de ramas del árbol original a cuya sombra descansó Siddharta.

Caperucita y Ana Frank

Los árboles forman parte de nuestro imaginario. Son fuente de inspiración artística y de veneración religiosa. Los bosques son un escenario habitual en los cuentos populares -desde Caperucita Roja a Hansel y Gretel- y también son testigos involuntarios de episodios históricos. La pequeña Ana Frank dejó escrito en su diario cómo observaba el paso de las estaciones a través de las ramas de un castaño visible desde la única ventana de su escondite familiar en Ámsterdam que no había sido cubierta. «¿Cómo podía imaginar lo importante que aquel árbol era para ella?», se preguntaba su padre años después.

En Camboya, durante los terribles años de Pol Pot, los hijos de las prisioneras eran brutalmente asesinados a los pies de un tamarindo

Los árboles a menudo se ven obligados a ‘contemplar’ el lado más oscuro de la naturaleza humana. En Camboya, por ejemplo, durante los terribles años de Pol Pot, los hijos de las prisioneras eran brutalmente asesinados a los pies de un tamarindo. Las madres eran obligadas a contemplar la espantosa escena. Conocido como ‘el árbol de la muerte’, fue el que más costó fotografiar a Diane Cook y Len Jenshel, una pareja de fotógrafos que durante más de dos años ha recorrido el planeta en busca de ejemplares de árboles cargados de poder simbólico. «Tardamos semanas en recuperarnos», explica Diane.

Estos ‘retratos arbóreos’ componen el libro Wise trees (‘Árboles sabios’), un álbum de ejemplares extraordinarios. Algunos, por su edad. superan los 5000 años de antigüedad y siguen admirando a los dendrocronólogos, los estudiosos de los anillos de sus troncos.

Sueño de poderes

Otros sobresalen por ‘sus poderes especiales’. Abundan los ejemplares que congregan a feligreses a su alrededor. Acuden muchos fieles, por ejemplo, a orar y hacer ofrendas al ‘ginkgo de los partos’, un precioso ginkgo biloba que está en Tokio, en el templo budista dedicado a Kishimojin, la diosa que se ocupa de la fertilidad y la buena crianza de los hijos. Por eso, este árbol de 700 años tiene fama de ser amable facilitador de una buena prole.

Cada día se cortan más de 40 millones de árboles en todo el mundo. Así dañamos el planeta y ponemos en peligro nuestra supervivencia

Además de sabios, los árboles son generosos. El alcanforero (Cinnamomum camphora) es farmacia y droguería. Los vecinos del grandioso ejemplar que hay en Kinomiya, en Japón, saben de antiguo que su aceite, además de propiedades medicinales, es un eficaz repelente de insectos: lo utilizan para impregnar sus ropas y ahuyentar a las polillas.

Aunque en las páginas de Wise trees hay más antropología que ecología, sus autores no se resisten a lanzar un mensaje: «Los árboles pueden vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin ellos. Son fundamentales para la supervivencia de nuestra especie», recuerdan, aludiendo a la capacidad de las plantas de absorber dióxido de carbono y desprender oxígeno.

Sin embargo, cada día se cortan más de 40 millones de árboles en todo el mundo. No solo dañamos el planeta y dificultamos nuestra supervivencia, con ellos se va una parte fundamental de nuestra cultura, de nuestras costumbres y de nuestra historia.

PARA SABER MÁS

Wise trees, de Diane Cook y Len Jenshel.
La vida secreta de los árboles, de Peter Wohlleben.

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