Águila calva
Un águila calva busca comida en un contenedor de Dutch Harbor (Alaska). Las águilas calvas estuvieron en peligro de extinción hasta que el Gobierno de los Estados Unidos las declaró ‘ave nacional’. Desde entonces han proliferado en pueblos como este, donde ya las llaman sus ‘palomas’. Pero, a falta de un hábitat natural adecuado, tienen que alimentarse de basura. / Foto: Arnold Corey
Pingüinos, sin sardinas para comer
Entre las dos fotografías han transcurrido 120 años. La colonia de pingüinos de la isla Halifax, en las costas de Namibia, contaba en 1890 con más de 100.000 aves. Era la más numerosa entre las aves marinas del cono sur africano. Hoy, apenas el 25 por ciento sobrevive. La sobrepesca ha hecho desaparecer las sardinas y las anchoas, que son la base principal de la dieta de los pingüinos africanos. / Foto: Thomas P. Peschak
Macacos, ser mascotas o guiñoles
Un macaco, tratado como mascota, en PtaShi, Japón. Los macacos, o monos de la nieve, salieron de las montañas e invadieron los cultivos. Fueron tachados de plaga. Solo su uso tradicional como mascotas y animales para entretenimiento los salva del exterminio. Desde hace mil años, macacos amaestrados divierten a la población como marionetas vivas. / Foto: Jasper Doest
Rinocerontes, a tiro de los furtivos
Un rinoceronte blanco del sur, sedado mientras se lo traslada desde Sudáfrica hasta Botsuana para protegerlo de los furtivos. Hace un mes murió el último macho de rinoceronte blanco del norte. Con un cuerno que llega a pagarse a 50.000 euros el kilo, resulta difícil garantizar la supervivencia de los del sur. Solo en Sudáfrica 1028 rinocerontes murieron a manos de los furtivos el año pasado. / Foto: Neil Aldridg
Elefantes, aliarse para vivir
Un grupo de voluntarios de la tribu samburu cuida de elefantes huérfanos en Kenia, en el Reteti Elephant Sanctuary. Los samburus han encontrado en los paquidermos unos aliados para abrir el terreno que necesita su ganado. Los elefantes acaban con los arbustos y dejan espacio a los pastos que precisan. Antiguos competidores por el terreno, hoy se han convertido en aliados./ Foto: Ami Vitale para National Geographic
Albatros, devorados por ratas
Un albatros de cabeza gris muestra las heridas provocadas por los ratones de la isla Marion, en el territorio antártico sudafricano. Los ratones llegaron con los barcos balleneros en el siglo XIX y fueron ganando tamaño y osadía. Con la erradicación de los gatos de la isla en 1991, el número de roedores se multiplicó. Necesitaban nuevos alimentos y los albatros empezaron a ser atacados. / Foto: Thomas P. Peschak
Iguanas, arrasadas por El Niño
Dos iguanas contemplan los restos momificados por el calor de un congénere. Las islas Galápagos cuentan con una riqueza natural única por la convergencia de cuatro corrientes oceánicas. Sus ecosistemas son muy sensibles a los cambios climáticos que arrastran fenómenos como El Niño y La Niña. Estos provocan una terrible mortandad entre las más de 7000 especies de plantas y animales. / Foto: Thomas P. Peschak para National Geographic
Perseguidos, desterrados, eliminados, acosados… Los animales salvajes sufren cada vez más la presión de los seres humanos sobre ellos y sus hábitats. No solo los furtivos son los culpables. Los premios World Press Photo nos enfrentan a este progresivo exterminio. Por Fernando González Sitges
La población humana crece a tal velocidad que podríamos estar provocando la sexta extinción. Si a principios del siglo XX éramos poco más de mil seiscientos millones, ahora rozamos los ocho mil. Este aumento rápido y expansivo ha afectado a todo el planeta y, por lo mismo, a las especies que viven en él. De los cambios puntuales debidos a nuestra expansión se ha llegado a cambios globales que afectan a todos los sistemas naturales del planeta. En consecuencia, muchas especies animales han tenido que adaptarse o se han extinguido en el intento.
Somos responsables de la extinción de miles de especies, tanto que entre los científicos se da por hecho desde hace décadas que estamos viviendo la sexta extinción masiva, con la diferencia de que las cinco anteriores las han provocado causas naturales y esta, la sexta, la estamos provocando los seres humanos.
A principios del siglo pasado, la caza incontrolada era un problema que amenazaba a algunas especies. Hoy es la pérdida de hábitats enteros lo que pone en jaque a todas las especies. Y a ello se le suman el tráfico de especies exóticas, el furtivismo, la invasión de especies foráneas… y el calentamiento global, una consecuencia de nuestra actividad que amenaza a todo el planeta y todas sus especies, incluyendo la nuestra.
Pérdida de hábitats
Los grandes felinos han ido haciéndose animales nocturnos para evitar al hombre. Los osos polares han comenzado a buscar sustento en las tierras continentales por el derretimiento del casquete polar ártico. Los insectos polinizadores y las aves migratorias están desajustando sus ciclos anuales por el cambio climático. La hambruna provocada por la sobrepesca está desplazando las poblaciones de focas y aves marinas. Los animales responden a las acciones humanas intentando sobrevivir a los cambios en los ciclos biológicos que provocan dichas acciones.
Mientras los científicos constatan estos cambios, un auténtico ejército de organizaciones, países y voluntarios conservacionistas están ayudando a las especies amenazadas en su lucha por la supervivencia. Aun así, el año pasado se batió el récord mundial de tráfico ilegal de marfil, aumentaron las emisiones de gases de efecto invernadero, creció la deforestación en el sudeste asiático… Como dijo en su día el duque de Edimburgo, fundador de la WWF: «Se dan pasos en la buena dirección. Pero por cada paso que se avanza se retroceden tres».
PARA SABER MÁS
La sexta extinción. Una historia nada natural. Elizabeth Kolbert. Ed. Crítica. 2015.
Extreme survivors. Animals that time forgot. Kimberly Ridley. How Nature Works Ed. 2017.
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