Avanzamos hacia un apocalipsis climático. Y los científicos se han lanzado a crear experimentos para salvar el planeta. Unos proponen recoger el dióxido de carbono y esconderlo en el fondo del mar; otros, instalar espejos para enfriar el clima o reforestar el Sáhara. No son propuestas de una pandilla de iluminados, sino de instituciones tan prestigiosas como Harvard o la NASA. Por Carlos Manuel Sánchez / Foto: Cordon Press
• Cambio climático: propuestas científicas contra el calentamiento global (ver galería)
Científicos de la universidad de Harvard preparan un experimento que puede cambiar para siempre nuestra manera de enfrentarnos al cambio climático. En las próximas semanas lanzarán un globo que subirá a unos veinte kilómetros de altura sobre el desierto de Nuevo México (Estados Unidos). Allí esparcirá un par de kilos de carbonato de calcio, un mineral en polvo que le da el color blanco a la pasta dentífrica. Se trata de crear un escudo de partículas protectoras en la atmósfera que haga rebotar la radiación solar. Si funciona, la idea es usar drones para diseminar toneladas del producto por todo el mundo, extendiéndolo por la estratosfera como quien pone cortinas en las ventanas de su casa.
La comunidad científica está dividida. Es un ensayo controlado, y en el equipo hay físicos de la talla de David Keith, pionero en manipulación del clima. Que Harvard haya tomado esta iniciativa se ve como una manera de dar legitimidad a una rama de la ciencia muy polémica, que propone alterar el equilibrio climático de la Tierra, aunque sea por una buena causa.
Las propuestas extremas para ralentizar el calentamiento global son variadas e ingeniosas. Algunas pueden parecer extravagantes, como colocar millones de espejos en órbita, plantar árboles en el desierto o volver el océano del revés, bombeando el agua fría del fondo hacia la superficie. Todas tienen algo en común: son proyectos gigantescos. ¿Pero son viables? ¿Y son seguros? ¿O se trata, como sostienen los detractores, de una fantasía tecnológica impulsada por empresas con intereses en los combustibles fósiles?
Todas estas propuestas están rodeadas de poémica. ‘Hackear’ el clima puede tener efectos irreversibles
¿Por qué no nos atenemos al Acuerdo de París y reducimos las emisiones de los gases de efecto invernadero? La respuesta que esgrime parte de la comunidad científica es que no es suficiente. Hemos remoloneado tanto que, a estas alturas, reducir las emisiones no va a resolver el problema. Estamos, según el economista James Rifkin, a medio grado de la sexta extinción masiva. «La temperatura media del planeta ha aumentado un grado desde niveles preindustriales; si se sobrepasara el umbral del grado y medio, se desencadenará una cascada de acontecimientos relacionados con el clima que diezmarán los ecosistemas. Para evitarlo hay que reducir las emisiones un 45 por ciento en relación con los niveles de 2010. Y solo tenemos hasta 2030 para lograrlo», afirma.
El problema es que no nos da tiempo. Y buscamos atajos. Uno lo proporciona la geoingeniería: capturar el dióxido de carbono (CO2) que ya está en la atmósfera y meterlo en algún sitio donde no incordie. Otro, la ingeniería climática: atenuar la luz del sol, esto es, oscurecer el planeta. Cualquiera de los dos es incierto. Pero el Consejo de las Academias Europeas opina que explorarlos es ya inevitable. «Las tecnologías para eliminar el dióxido de carbono se están volviendo más significativas ante el fracaso a la hora de revertir el crecimiento de las emisiones. Es cada vez más probable que se apliquen estas tecnologías a una escala enorme. Y esto requerirá el desarrollo de una nueva industria del mismo tamaño», afirma Michael Norton, director del Consejo.
A LA CAZA DE CO2
Hay varias formas de extraer el dióxido de carbono de la atmósfera. Se podrían plantar muchos árboles o dedicar más suelo agrícola a biocarburantes (y no los bosques tropicales). Pero un informe de las academias de Estados Unidos les pone una pega: no podríamos comer, pues la cantidad de tierra que hace falta se liberaría a costa de una enorme cantidad de producción de alimentos.
Expertos de la NASA proponen reforestar el Sáhara. Para ello habría que perforar miles de pozos artesianos que están a un kilómetro de profundidad. Otros planes prevén reducir cordilleras enteras a gravilla, puesto que la roca triturada puede captar dióxido de carbono del aire.
Filtrar las sustancias nocivas del aire se está probando en Noruega. Su idea: inyectar el dióxido de carbono capturado en bolsas de petróleo ya agotadas en el mar del Norte. Pero no se sabe si estos almacenes subterráneos se mantienen estancos de forma duradera.
Otra posibilidad es fertilizar los océanos estimulando el crecimiento del plancton, que precisa dióxido de carbono para desarrollarse. Lo están probando en Canadá, Alemania, Chile, la India o Corea del Sur. El problema es que baja la concentración del oxígeno en el agua y se asfixian los peces.
Una de las propuestas más avanzadas consiste en construir granjas de algas. Las algas absorben dióxido de carbono a medida que crecen. Y crecen diez veces más rápido que las plantas terrestres. Cuando mueren, se forma una papilla rica en fibra de carbono que puede servir para fabricar alas de avión; o combinarse con granito y crear un material susceptible de ser utilizado en la construcción.
La viabilidad económica de estos proyectos es dudosa. La consultora AHP Solutions ha evaluado la opción de las granjas de algas. Pues bien, para eliminar del aire todo el dióxido de carbono que la humanidad ha liberado haría falta dedicar la extensión de Brasil para cultivarlas y habría que levantar, además, unas cien mil fábricas que produjeran fibra de carbono a partir de esas algas. Coste total de la inversión: 54 billones de euros, alrededor del 70 por ciento del PIB mundial, que en 2018 fue de 76 billones de euros.
Muchos científicos consideran que ya es demasiado tarde para detener el cambio climático. Reducir las emisiones de dióxido de carbono no es suficiente. Hay que buscar atajos
¿Y qué pasa con la ingeniería climática? ¿Podemos modificar el equilibrio térmico del planeta, por ejemplo, colocando espejos en órbita que reflejen los rayos del sol de vuelta al espacio? ¿Qué consecuencias puede tener algo así? La respuesta científica es que no lo sabemos. Lo que no quita para que la gestión de la radiación solar, como se ha bautizado a esta disciplina, esté en auge. Aquí también las propuestas son de todo pelaje. ¿Y si pintamos de blanco los tejados y paredes, convirtiendo las ciudades del mundo en una imitación de los encalados pueblos andaluces? ¿O si liberamos azufre o yoduro de plata desde aviones para crear una barrera semejante a la de las cenizas de una erupción volcánica? Un proyecto australiano pretende abrillantar las nubes inyectándoles partículas de sal para hacerlas más blancas…
La MIT Technology Review dice que ha comenzado ‘la era de la captura de carbono’. Y señala como pistoletazo de salida el proyecto de ley de Donald Trump para subvencionar a las empresas que se dediquen a ello. Conseguir rentabilidad es fundamental para las start-ups que se han puesto manos a la obra. Una de las compañías más exitosas es la suiza Climeworks. Tiene varios proyectos; entre ellos, la captura de carbono en la central geotérmica de Hellisheidi (Islandia). Se inyecta en el subsuelo y se va espesando hasta convertir el CO2 en piedras.
Pero el más original es el que ofrece a particulares la posibilidad de reducir su huella ecológica a un módico precio. Pongamos que usted viaja en avión o en coche y no se puede permitir dejar de hacerlo. Por siete euros al mes, Climeworks le ‘compra’ su huella de carbono. Dicho de otro modo, la compañía se compromete a enterrar en el subsuelo el equivalente al gas que haya emitido, unos 85 kilos al año.
David Keith, físico de Harvard, afirma que la geoingeniería «solo será aceptada tras un gran desastre, sea una ola de calor letal o un huracán de categoría seis, nunca visto hasta ahora». Pero un informe de las Fuerzas Armadas alemanas, citado por la revista Focus, señala que estas técnicas también conllevan amenazas geoestratégicas potenciales. «No se puede descartar el posible empleo del Ejército en un conflicto causado por su uso». De un lado, tendríamos a corporaciones dirigidas por millonarios que usan sus fortunas para salvar el mundo y, de paso, enriquecerse más. Por el otro, grupos ecologistas contrarios a proyectos megalomaniacos que pretenden crear un clima ‘a la carta’… Cualquier error lo pagarán las generaciones venideras.
Foto principal: una de las propuestas es instalar granjas de algas como esta, por su gran capacidad para absorber el dióxido de carbono. Estas son unas instalaciones de la Universidad Técnica de Múnich. El alga Microchloropsis crece diez veces más rápido que las plantas terrestres y transforma el gas de efecto invernadero en una materia que se puede usar para elaborar biocombustibles.
PARA SABER MÁS
Página de la Universidad de Harvard sobre el experimento de esparcir carbonato de calcio en la estratosfera.
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