¿Se recuestan los elefantes? ¿Dónde reposan los murciélagos?… Cada especie tiene sus manías cuando se trata de echar una cabezadita. Por L. M./ Fotos: Cordon Press
Para la mayoría de los animales el gesto de cerrar los ojos, olvidarse del mundo y echarse una siesta es algo muy peligroso, porque supone desconectar todos los mecanismos que les mantienen en permanente tensión, con los sentidos bien despiertos y preparados para la huida si se produce el ataque de un depredador.
El sueño, incluso el de los humanos, sigue encerrando grandes misterios. Así que lo que se conoce del sueño de los animales es más bien poco. Pero los naturalistas sospechan que, más allá de las diferencias de fisiología y tamaño, casi todos los animales, muy especialmente los mamíferos, tienen una fase de sueño más ligero e inquieto -la llamada fase REM, caracterizada por un rápido movimiento del globo ocular bajo los párpados cerrados- y otra fase de sueño más profundo. La primera ocupa un 20 por ciento del tiempo que dedican a dormir y la otra, un 80 por ciento.
El hecho de irse a la cama está repleto de curiosidades en el reino animal, para las que no siempre hay respuestas. ¿Cómo se acuestan las jirafas o las ballenas? ¿Cómo duermen los peces? Muchas veces, ateniéndose a las leyes físicas. A las jirafas, por ejemplo, les pesa demasiado el cuello y la cabeza como para mantenerlos erguidos. Por eso suelen apoyar el cuello sobre la horquilla de un árbol. No es de extrañar que un caballo agotado se duerma literalmente de pie; de hecho la actitud es bastante habitual entre los grandes herbívoros. En cuanto a los elefantes, su enorme peso no les permite recostarse mucho tiempo del mismo lado ya que podría resentirse alguno de sus órganos internos. Por eso duermen poco, cuatro horas a lo sumo, y cambian a menudo de postura.
Los cetáceos y el resto de mamíferos marinos duermen flotando plácidamente sobre el agua, aunque se dice que algunas marsopas no duermen nunca. Las focas y morsas pueden tumbarse en la costa, sobre la arena o las rocas; cuando duerme el elefante marino -el mayor representante de la familia de las focas- respira durante cinco minutos y luego cierra sus fosas nasales durante ocho minutos o más. Es sólo una consecuencia de su adaptación a dormir flotando en el agua. Porque algunas focas duermen en posición vertical, con la cabeza fuera del agua, pero otras lo hacen bajo ésta y, cada cierto tiempo, sin llegar a despertarse siquiera, ascienden a la superficie y toman unas bocanadas de aire antes de volver a sumergirse.
Algunas veces, los barcos balleneros han descubierto osos polares a 300 kilómetros de la costa más cercana y sin ningún témpano de hielo por los alrededores donde poder subirse. No es que puedan nadar cientos de kilómetros sin descanso. Es que duermen sobre el hielo flotando a la deriva. Otra experta en camas de agua es la nutria marina. En cuanto cae la noche, se coloca de espaldas y se envuelve con montones de algas que le ayudan a flotar.
Los peces también duermen aunque no puedan cerrar los ojos. Dependiendo de las especies, y sobre todo de su tamaño, lo hacen a la deriva, en grandes bancos, o protegidos en algún remanso. Y se puede hacer la prueba en un acuario, ya que, con cuidado, es posible sacar a un pez dormido del agua. Pasarán algunos segundos antes de que se dé cuenta y comience a reclamar aire.
Nada se sabe sobre animales sonámbulos, pero si los hubiera, los sapos y las tortugas lo tendrían muy difícil porque tendrían que enterrarse y desenterrarse constantemente. En general, los anfibios dormitan bajo el fango durante el día, ya que una exposición prolongada al sol secaría su piel. Justo lo contrario que sucede con las tortugas de tierra, que se pasan hibernando medio año porque, como el resto de los reptiles, necesitan que el sol caliente con fuerza para ponerse las pilas.
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