Un huerto en mi balcón: guía para novatos

¿Se puede cultivar un huerto en un balcón con orientación norte y en medio de una gran ciudad? Un periodista de ‘XLSemanal’ aceptó el reto. El resultado es una guía práctica y fácil para novatos… Y un buen surtido de habas, espinacas, fresas, tomates, hierbas aromáticas… Texto y fotos: Daniel Méndez

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Una primera lección: sé realista. Cuando empecé con esto del huerto doméstico, me acerqué, armado de grandes ambiciones, a un vivero. En mi cabeza rondaban lustrosos tomates, judías verdes, calabacín… Ángel Lillo, que empezó siendo el dependiente que me atendía y ha terminado convertido en aliado fundamental del ‘proyecto huerto’, iba asintiendo. «Muy bien, muy bien». Después, llegó la descripción del lugar donde me disponía a instalarlo. Un balcón orientación norte.

– ¿Pero le dan unas horas de sol al día?
-… [Silencio].
-…

Aun así salí del vivero J. M. Escolar donde trabaja Ángel con material para ponerme manos a la obra: fresa, acelga, haba, judía verde, escarola, romero, perejil, rabanitos… Estos últimos ya no están conmigo. «Son super agradecidos. Germinan muy bien. Basta enterrarlos un centímetro y en un mes o mes y medio ya los tienes», dijo Ángel. Y tanto. Aquello empezó a crecer. El orgullo del hortelano pronto se convirtió en frustración. Del tallo comenzaron a asomar flores. Error de novato: los rabanitos se echan a perder cuando eso ocurre. La constancia es casi tan importante como el agua o la luz. Pero eso lo descubriré más tarde.

Las únicas tres herramientas -junto con la regadera- que he necesitado. Una inversión total de unos 20 euros: no hace falta más.

Entretanto, seguí dando pasos, siempre atento a las palabras de quien habla desde la experiencia. «La hierbabuena o la menta son dos clásicos. Puedes hacer una vinagreta con aceite, miel y menta. Basta poner las hojas a macerar un día antes en aceite, para que coja aroma». Otra buena sugerencia: cultiva flores. «Dan belleza a tu balcón y puedes comer los pétalos en ensalada. ¡Quedarás superbien! La viola es de exterior y aguanta muy bien el frío». Adjudicada. Me llevé dos y una caléndula, también comestible.

Las flores cumplen una misión: evitan plagas y atraen a los polinizadores. Lo que es cierto para el planeta lo es, a pequeña escala, para nuestro huerto

Las flores en el huerto cumplen, además, otra misión: ayudan a combatir las plagas y atraen a los polinizadores. Sin ellos, no hay polinización, y sin ella, no hay frutos. Lo que es cierto para el planeta lo es, a pequeña escala, para un huerto. La caléndula que hoy luce en mi balcón tiene propiedades medicinales en infusión, y atrae a insectos beneficiosos que se alimentan de insectos como el pulgón. Y también repele a enemigos como los nematodos, gusanos que se alimentan de las raíces.

Dos imágenes de mis primeros pasos, allá por el mes de enero. En primer lugar preparo el sustrato, que viene compactado en la bolsa. Basta ‘romperlo’ con las manos antes de plantar el guisante, las acelgas y la viola. El siguiente paso -fundamental- regar nada más plantar.

Pero al arrancar el proyecto se planteaban otras decisiones de peso. ¿Semilla o plantón? ¿Maceta o mesa de cultivo? Laura Pinto lo tiene claro: «Si tienes un jardín con algo de terreno, planta en el suelo. En terraza, mesa de cultivo si te cabe». El precio de una puede partir desde los 100 euros, algo menos incluso, hasta los 300. En cualquier caso, Laura -ingeniera agrónoma que fundó Rojomenta con una amiga de la universidad en 2013, «para acercar las plantas a las personas»- no duda al respecto: si vives en una zona seca, invierte lo primero en un sistema de riego.

La instalación es sencilla y para una terraza la inversión no llegará a los 100 euros. «Es garantía de éxito, porque si hace calor hay que regar todos los días y un buen sistema de riego te permite disfrutar del huerto sin estar esclavizado». Claro, que para esto hace falta toma de agua. Y yo no tengo. En mi caso, descartada también esta opción. ¿Y respecto a la semilla o el plantón? «Hay determinadas familias en las que recomendamos la siembra directa con semillas», aclara Laura. «La acelga o las habas se dan muy bien, como el garbanzo, la lenteja… que tienen la semilla muy grande. O todas las que son de la familia del melón: el mismo melón, la sandía, la calabaza o el pepino… En cambio, para las de fruto, como el tomate o el pimiento, recomendamos partir del plantel. Tiene una gran ventaja: que te adelanta dos meses el cultivo». Dicho queda. Y un consejo, para quien quiera ponerse manos a la obra estos días. «El verano es el momentazo de la huerta. Piensa en las verduras del gazpacho: tomate, pimiento, pepino, cebolla… Se recolectan todas en verano». Y estamos a tiempo. En torno a mayo o junio podemos plantar también alcachofa, apio, brócoli y coliflor, judía… En cambio, es la hora de recolectar la espinaca o el haba, como he podido comprobar en mi balcón.

Las condiciones distaban de ser las idóneas. Poco espacio, orientación norte, sin toma de agua… Pero con una buena elección de los cultivos -aconsejado por los entendidos-, mucho esmero y algo de suerte, la siembra da sus frutos. En la foto, el autor de este reportaje pinzando la menta, desbandada tras llegar la primavera.

Una cuestión de mimo

Pero no cantemos victoria. La recolección es el último paso. Antes, hemos tenido que plantar y mimar el huerto. Como lo mejor es preguntar a quien sabe, recurrí a Eduardo Barba, jardinero paisajista y autor del libro El jardín del Prado (Espasa) en el que recorre la pinacoteca madrileña identificando y describiendo algunas de las plantas pintadas por maestros como Tiziano, Velázquez o Goya. «¡Hay muchas plantas comestibles en esos cuadros que se pueden cultivar en el balcón: violeta, caléndula, pimiento, laurel, romero, limonero, fresa.», explica. También da algunos consejos para ponerse manos a la obra. Lo primero, compra un buen sustrato, uno profesional. «Tener uno de calidad, de fibra de coco, por ejemplo y utilizar abonos orgánicos hará que la planta tenga un sistema de defensa mucho más fuerte». En el momento de la plantación o siembra, añade abono. «El abono tiene que nutrir a la planta, pero también al suelo. Y esto sólo lo consigues con uno orgánico», dice Eduardo. ¿Cuál? Depende de la planta. El tomate, por ejemplo, necesita uno específico, rico en potasio, para que el fruto coloree y madure bien. Yo utilicé un sustrato para huerto y frutales, enriquecido con guano de ave. Una bolsa de 20 litros fue suficiente para empezar. Y, además, un kilo de guano que todavía no he terminado. Conviene añadirlo a la tierra, cubriéndolo ligeramente con ella para que se disuelva mejor, cada 3 o 4 semanas.

¿Qué plantas puedo poner en una misma jardinera? Cuidado. No todas hacen buenas migas: la acelga se lleva bien con la lechuga, pero fatal con el tomate. La clave está en sus raíces

Pese a todo, contemplé con horror la llegada de huéspedes indeseados. O eso pensaba yo. En las hojas de las habas y el guisante aparecieron pequeños surcos. Es el minador. Una pequeña mosca que pone el huevo en el interior de la hoja. La larva se comporta como un minero, de ahí su nombre, y deja un surco en la hoja que va creciendo de tamaño conforme crece la larva. También llegó el pulgón. Y la mosca blanca. He combatido ambos con un concentrado de azadiractina que me recomendó Ángel. También se recomienda el Nakar, un jabón potásico que combate a insectos de caparazón blando, como pulgón, cochinilla, mosca blanca o ácaros. De todos modos, si aparecen, y aparecerán, que no cunda el pánico. «¡Si no quieres tener fauna o insectos, cómprate una planta artificial!», dice Eduardo. «Tanto los nocivos como los beneficiosos te ayudarán a entender el proceso de cultivo y a tener una mayor conexión con la naturaleza, que al final es de lo que se trata». No van a acabar con la planta en un día, añade. Y un chorro de agua, con manguera o pulverizador, puede ser suficiente para deshacerte de ellos. Los hongos -que también he tenido en la acelga- o los insectos nocivos van a atacar a la planta que está debilitada. Estudia el motivo: por falta de riego o de luz solar, por un sustrato pobre…

Llegado el caso, recurre a tratamientos, pero evita los químicos. Si tienes dudas, pregunta. Lo mismo se aplica a otros temas. ¿A qué distancia planto cada planta? ¿O cuáles meto en una misma jardinera? Las asociaciones de plantas, la interacción con las que cada una tiene alrededor, es un aspecto muy interesante. A la acelga, por ejemplo, le sienta muy bien compartir espacio con el apio, la lechuga o la cebolla y no le vienen nada bien el espárrago o el tomate. La cebolla y el guisante conviven mal, pero la cebolla y la remolacha, la zanahoria o el pepino ‘empatizan’. Esto se debe a las sustancias que segregan sus raíces. Es fácil encontrar tablas con asociaciones pertinentes. El objetivo de tanto mimo no es solo el obtener una mayor producción. En mi caso, apenas han salido unas cuantas vainas de guisantes y habas. Las lechugas se han dado sin grandes complicaciones. Las flores también… Otras han caído por el camino. Errores ha habido muchos. Pero la satisfacción me invade cuando oigo a mi hijo decir: «Papá, hay que esperar a que las fresas estén rojas para comerlas». Él tiene tres años y la planta tiene pocas fresas más por el momento. Pero por el camino hemos aprendido algo juntos.

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