La ultraderecha se expande en Europa y gana adeptos por todo el continente. A las puertas de las elecciones viajamos a cuatro regiones en las que más del 20 por ciento del electorado se radicaliza. Por Carlos Manuel Sánchez/ Fotos Getty Images y Cordon Press.
MALMÖ, SUECIA. Mafias y violencia urbana
Hace apenas unas horas que he llegado a Malmö y oigo una detonación. Un artefacto ha estallado en Sofielund, un ‘área vulnerable’, como la Policía llama a los barrios conflictivos. Hay 61 en todo el país, cinco en Malmö.
La explosión es de una granada de mano. ‘Manzanas’, las llaman los delincuentes. Y están de oferta. Los fusiles de asalto y pistolas automáticas que circulan son excedentes de las guerras yugoslavas de los noventa. Armamento vintage. Los traficantes regalan un lote de granadas caducadas por cada compra. En los últimos tres años se han contabilizado 80 ataques con estos explosivos en Suecia. Los tiroteos también han aumentado. Así es como se disputan el territorio las bandas y los narcotraficantes. Ese aumento de la violencia es el sustrato sobre el que ha construido su discurso la extrema derecha sueca, pero ¿quiénes son los violentos?
Me adentro en Sofielund para hablar con el concejal de Seguridad, Andreas Schoenstroem, socialdemócrata. El problema, me explica, no proviene de los refugiados, sino de la globalización de las mafias. «De hecho, hay bandas que cruzan la frontera por el puente de Copenhague, dan el palo y se van». Schoenstroem niega que los tiroteos sean algo extendido. «Las encuestas dicen que a la gente no le preocupan tanto. La máxima preocupación es que te roben la bicicleta».
Inmigrantes en el extremo
Hay quien no opina lo mismo. «¡Absurdo! Es como si los partidos tradicionales no quisieran ver la realidad, porque les rompe el mito de la marca Suecia», replica Nima Gholam Ali Pour, un inmigrante iraní que milita en los Demócratas Suecos (SD), la formación de extrema derecha. «Llegué a Malmö de niño y vivo en uno de los barrios más duros, Rosengard, donde se crio el futbolista Ibrahimovic. El 11 por ciento de los votantes del SD somos inmigrantes asentados aquí. Son nuestros coches los que arden. Y el partido propone medidas juiciosas, aunque digan que es xenófobo. Cuesta años integrarse. Pero muchos no tienen intención de hacerlo».
Hjalmar Falck es un mediador social en este barrio con fama de gueto, donde se hablan 120 idiomas. «La situación está mejorando -me cuenta-. Primero denunciamos a los caseros que hacinaban a los inmigrantes entre cucarachas. Luego pusimos en marcha una patrulla ciclista de limpieza. Queremos convertir Sofielund en un polo de atracción para start-ups».
Le pregunto si no se está pecando de ingenuidad. La ultraderecha ha pasado de no llegar ni al 1 por ciento de votantes a ser la tercera fuerza en una década, acusando al Gobierno de buenismo. Falck niega ser ingenuo y reconoce que las medidas sociales se completan con las policiales.
Guerra de datos
Le pido a Joergen Grubb, el líder de la ultraderecha en Malmö, que me explique las razones del ascenso del SD, que pide el suexit: un referéndum sobre la permanencia de Suecia en la UE.
«Somos la voz de los descontentos. Suecia acogió más refugiados per cápita que cualquier otro país europeo. Ahora, por fin, los partidos tradicionales están aplicando a la chita callando las políticas que nosotros defendemos: mayor control de fronteras, visados temporales en vez de permanentes… Aun así, el 74 por ciento de los indigentes de Malmö son extranjeros. Y cuesta 500 millones de coronas anuales cuidar de ellos. La gente está harta. El estado de bienestar no lo puede soportar».
«Eso es una patraña -se indigna Pieter Bievelander, director del Instituto de Migraciones, Diversidad y Estado de Bienestar de Malmö-. Los refugiados apenas absorben el 1 por ciento del presupuesto. Y a largo plazo se integran. Ya pasó con los refugiados bosnios en los noventa. Su integración requiere paciencia. Pero la sociedad sueca no se va a hundir si hay algo más de desempleo durante un tiempo. Lo fundamental es que después de 10 o 15 años, el 70 por ciento de los refugiados trabaja y sus hijos tienen la educación adecuada para integrarse. Por suerte, el ciclo económico es expansivo. En este momento tenemos un buen nivel de integración en educación y puestos de trabajo. Lo que pasa es que la globalización ha deparado ganadores y perdedores, también en Suecia. Y está claro que los perdedores ven la inmigración como una amenaza».
CHEMNITZ, ALEMANIA. Con ellos llega el ‘dexit’
• Sajonia (Alemania): aquí los refugiados no son ‘willkommen’
Chemnitz está en el estado de Sajonia, donde la ultraderecha ya es la segunda fuerza política. Esta pequeña localidad de 250.000 habitantes, ubicada en el corazón industrial de la antigua RDA, acapara todas las miradas desde el asesinato de un ciudadano alemán el pasado verano. Se detuvo a un refugiado sirio y otro iraquí como autores del crimen, lo que provocó disturbios y protestas en los que participaron ultras de otros puntos del país, pero también ciudadanos que nunca habían mostrado una ideología radical.
Desde entonces, la extrema derecha, articulada en torno a un grupo local denominado Pro Chemnitz, organiza todas las semanas una concentración a la que acuden entre 1000 y 2500 personas. Su lema: «Nosotros somos el pueblo». El mismo que sirvió de detonante durante la revolución que acabó con el régimen comunista. También ha habido contramanifestaciones con el eslogan: «Nosotros más». La sociedad se ha fracturado.
La conquista de la calle
Benjamin Jahn-Zschocke es un portavoz de Pro Chemnitz. «Estamos viviendo un momento histórico. Desde la caída del Muro de Berlín no se veía salir tanta gente a la calle. Muchos ciudadanos de clase media se han ido sumando a nuestras protestas de manera espontánea. Están hartos del Gobierno de Angela Merkel, una dictadura de lo políticamente correcto que pasa por alto las preocupaciones de los alemanes. Sajonia se ha convertido en la tumba de su carrera política», asegura.
La consigna de Merkel para acoger a un millón de refugiados fue: «Podemos lograrlo». Las cifras la apoyaban. Solo tienen el 3,4 por ciento de desempleo y aunque los extremistas barajan una cifra de 15 millones de pobres, la Oficina Federal de Estadística especifica que se considera como tal a una persona soltera con ingresos mensuales por debajo de 1.064 euros netos o a una pareja con dos hijos con menos de 2.234 euros al mes. El problema no era la pobreza. Pero los atentados islamistas sí acapararon la atención. «Propugnamos la defensa de unos valores culturales amenazados por el fundamentalismo y la inmigración descontrolada. Si no se pone remedio, destruirán a Alemania. La demografía juega en nuestra contra -advierte Jahn-Zschocke-. Nunca he votado. No creo en el modelo parlamentario porque engendra pereza y corrupción. Creo en las jerarquías. Y no veo que Alternativa para Alemania (AfD) sea la solución, porque al final se integrará en el sistema». De hecho, la ultraderecha contará con un nuevo partido todavía más radical, liderado por André Poggenburg, un exlíder de la AfD en Sajonia, que ha adoptado como logo un símbolo nazi, la flor azul del maíz.
En realidad, Alemania abrió sus puertas por pura conveniencia económica, como recuerda el economista Bjoern Hacker: «Hubo un gran debate sobre cuánto podrían contribuir al aumento del PIB los refugiados, que demandarían bienes y servicios. Incluso se planteó en voz alta si acoger más inmigrantes no vendría muy bien para la inminente escasez de personal cualificado, así como para sostener la Seguridad Social de cara al cambio demográfico».
Indignación y terror
La Universidad Politécnica de Chemnitz, donde estudian 3000 jóvenes de 90 países, lidera la respuesta de la sociedad civil. «La industria alemana necesita ingenieros extranjeros -dice Frank Asbrock, profesor de Psicología Social que investiga las raíces del extremismo-. En el Este, la gente está menos acostumbrada a ver inmigrantes que en el Oeste. Y también hay resentimiento desde la reunificación. Muchos consideran que salieron perdiendo. Se ha embrutecido el debate. El estado de ánimo es de indignación y temor».
¿Por qué está sucediendo esto? «El motivo principal es la sensación de amenaza que siente mucha gente. El miedo a quedarse relegado económicamente; a que los conflictos del mundo estallen en tu ciudad. Ese miedo se ha intensificado desde 2015. Se le dio salida en las redes y luego en la calle. Hacer un comentario xenófobo es una manera de gestionar la ansiedad. Si tienes miedo, intentas retomar el control. Y, si no puedes individualmente, recurres al grupo. A tu gente, a tu nación… Cierras filas. Y si encuentras a alguien a quien echarle la culpa de tus problemas, tienes la impresión de que estás haciendo algo para resolverlos».
MILÁN, ITALIA. A por el timón de Europa
Nadie se ha postulado con tanto descaro como Matteo Salvini para aunar los intereses de todos los partidos populistas en su asalto a la Unión Europea. He quedado temprano en un mercado de Milán con su biógrafo, el periodista Alesandro Franzi, coautor de Il militante. Voy caminando desde el Duomo, donde todavía no hay hordas de turistas, sino decenas de indigentes que no duermen entre cartones, sino en tiendas de campaña en los soportales que circundan la Galería de Víctor Manuel.
Un comerciante que aún no ha levantado la persiana recuerda con admiración los tiempos de concejal de Salvini. «Si ibas a contarle un problema, te daba incluso su teléfono particular. Siempre estuvo ahí para los vecinos. Era el primero en donar sangre».
Italia contra todos
¿Cuáles son las intenciones de Salvini si consigue liderar ese bloque amplio de unos 150 eurodiputados (sobre 750) que dan las encuestas y que no creen en Europa? «Solo lo sabe él -advierte Franzi-. Ante todo, Salvini es un camaleón. Un par de ejemplos. La Liga Norte ahora es solo La Liga. Lo que empezó siendo el norte contra el sur ahora es Italia contra todos. Y también ha quitado de la fachada de la sede histórica del partido la pancarta que decía ‘No al euro’. Sigue hablando de los estados nacionales contra la tecnocracia europea, pero ya no habla de salir de la eurozona». En otras palabras, Salvini no pretendería la voladura más o menos controlada del poder de Bruselas, sino hacerse con el volante; o más bien con los frenos.
«Salvini me confesó que para él no existen la derecha y la izquierda. Fascismo y antifascismo son categorías que han pasado a la historia. Dice que la política actual se divide en peces grandes y chicos. Por ejemplo, el Estado contra los ciudadanos. En sus inicios organizaba manifestaciones contra las multas de velocidad. Para él lo que cuenta es la respuesta concreta en el momento justo. Y la pasarela milanesa le ha servido para colocar a La Liga en una red política internacional. Su estrategia es jugar siempre a la contra: contra la globalización, contra la sociedad multicultural… Dice que no quiere que dentro de veinte años todos los niños en las escuelas italianas se llamen Mohamed. Promete deportar a los ilegales y dar trabajo primero a los italianos. De este modo ha llenado el vacío en la derecha que dejó el declive de Berlusconi. Y ha frenado a la izquierda antisistema. Su ambición personal parece clara. ser primer ministro».
Cambiar las reglas del juego
¿Es Europa solo su trampolín para gobernar Italia? ¿O hay algo más? «Quiero cambiar las cosas desde dentro. Eso es más difícil y lleva tiempo, pero es una solución más concreta», declara Salvini enigmáticamente. ¿Qué quiere decir? Solo hay que mirar las cuentas de Italia; su déficit fiscal galopante. Los expertos creen que maniobra para bloquear la UE y sus restricciones a endeudarse más todavía y que aspira a cambiar las reglas del juego. Por eso firma una alianza con Putin y habla de levantar las sanciones a Rusia. Y con las mismas se reúne con Donald Trump y Steve Bannon. Confía en que Estados Unidos compre un buen trozo de la deuda pública italiana este año, en que el país emite 400.000 millones de euros en títulos del Tesoro. Un plan destinado a parar la desbandada inversora y la amenaza del bono basura.
La Europa que se desintegra
Alemania, Suecia, Italia, Austria, Hungría, Polonia... La ola ultraderechista que hace temblar Europa se prepara para su gran asalto al Parlamento Europeo. Ante las elecciones más decisivas de la historia de…