Cuanto más perdemos la perspectiva de las cosas, mayor es la necesidad de tener nuestro entorno en orden. Esa necesidad empieza en nuestra propia cabeza. El cerebro tiende a la organización y la limpieza. Por E.C
1. Reduce antes de organizar. El primer paso es eliminar y simplificar. Si no soportas deshacerte de algunas cosas, ponlas en una caja y guárdalas. Si seis meses después no las has necesitado, te resultará más fácil tirarlas. Tíralas.
2. Escríbelo, siempre. En vez de usar tu mente como un depósito de cosas que necesitas recordar, escríbelas.
3. Al cajón. El papel, las notas y las revistas llegan a los escritorios y se van apilando o se ‘desparraman’. Pon todo lo que llega en un solo cajón. Luego, una vez al día (o una vez a la semana), revísalo para vaciarlo. No dejes estas decisiones para después.
4. Guárdalo inmediatamente. Casi todos tenemos el hábito de poner algo en la mesa o el escritorio con la intención de guardarlo luego. No. Guárdalo inmediatamente en su lugar. Lleva pocos segundos, y este hábito te ahorra un montón de tiempo.
5. Limpia mientras haces. Es más fácil limpiar las cosas mientras se trabaja. Si estás cocinando, trata de lavar los platos al ir usándolos. Aplica este hábito en todo lo que hagas.
6. Desarrolla rutinas. Las cosas tienden a desorganizarse. Desarrolla sistemas para mantener el orden: el papeleo, los horarios de los niños, las tareas… Sistematiza en lo posible.
7. Disfruta el momento. Si ya tienes todo organizado, detente a apreciarlo. El orden puede ser muy satisfactorio. Disfrútalo.
Y tu día a día
→ Aléjate de entornos ‘tóxicos’. Apártate de ese espacio, esa actividad e incluso esas personas que te oprimen y que hasta le enferman. Lo primero es darse espacio y tiempo a uno mismo para reflexionar con calma.
→ Se justo consigo mismo. Un error habitual es partir de un optimismo excesivo a la hora de replantearse la reorganización vital. No es bueno atribuirse primero más talentos y fortalezas y, por tanto, más alternativas vitales de las que se tienen en realidad. Luego, al primer contratiempo, pasará a infravalorarse sin piedad. Cuidado con autoevaluarse erróneamente.
→ Aprende a decir ‘no’. Pregúntate primero qué es lo que no quieres antes que preguntarte lo que sí quieres. Desházte de todo aquello que no quieres de forma progresiva y controlada.
→ Rompe la regla del cinco por ciento. Tú sabe cuáles son las actividades que te aportan de verdad alegría y sentido a tu existencia. Esas son las que debes cultivar y cuidar. Probablemente, ahora solo le dedicas a ese objetivo el cinco por ciento del tiempo del que dispones. ¿Por qué no lo llevas al 50 por ciento?
→ Aprovecha el trabajo hecho. Aprovecha los ‘espacios ya limpios’ para, a partir de ellos, elaborar planes concretos o pequeñas listas de los siguientes objetivos que superar