Los niños y el confinamiento: cómo va a afectarles
El largo encierro provocado por el estado de alarma y la interrupción de las clases han convertido a los menores de diez años en la primera generación de niños que se enfrenta a una situación semejante. Los más pequeños, auténticas esponjas emocionales, no son además ajenos a la dura situación que están viviendo las familias. Hablamos con varios psicólogos para que nos ayuden a evitar ‘efectos secundarios’ de la cuarentena. Por Raquel Peláez
• Los niños y la cuarentena: la fuerza de la imaginación
Lucía tiene cinco años y siempre había creído a sus padres cuando le decían que los monstruos no existen. Pero algo ha cambiado. Ese bichejo verde está haciendo más daño que los ogros de sus pesadillas. Y, encima, para que no pille a más gente, ni siquiera puede salir de casa. «Estoy harta de estar aquí ‘confitada’», dice a media tarde. «Ay mi niña, ojalá todos los males fueran esos», que diría su abuela a la que, por cierto, no ve desde hace más de un mes.
Los más pequeños todavía no diferencian entre realidad y fantasía -señalan las psicólogas-. Y eso les crea mucha confusión. Tienen que saber que esto es real, no imaginado
Estrés, ansiedad, depresión, baja autoestima. Los psicólogos infantiles llevan semanas alertando sobre los posibles efectos de la cuarentena por el coronavirus en los niños. «Estamos impresionados con la cantidad de consultas que nos han llegado por parte de las familias ante las dificultades que han vivido por tener a sus hijos encerrados en casa», asegura Mercedes Bermejo, coordinadora de la Sección Clínica del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid . «La presión de teletrabajar, atender el hogar y cumplir con las exigencias académicas de los colegios ha provocado mucha tensión y esto llega a los niños». Para la psicóloga, lo más importante es tener claro que «esta psicosis que se respira en muchas viviendas les va a afectar, pero también que sus efectos van a depender de cómo la gestionen los adultos. Lógicamente, habrá habido momentos en los que todos nos hayamos derrumbado, pero si los niños han visto que sus referentes les transmitían seguridad e información sobre lo que estaba ocurriendo y les han hablado con un lenguaje afectivo, lo podrán gestionar mejor».
Los expertos, en todo caso, muestran preocupación ante la primera generación infantil en vivir un confinamiento semejante. «Todavía no sabemos bien lo que va a ocurrir porque estamos ante una situación excepcional», aclara la doctora en Psicología, Silvia Álava. «No existen estudios sobre el confinamiento de un país entero durante tantos días, pero sí sabemos que el aislamiento puede tener efectos en la salud emocional y el desarrollo cognitivo. Se ha estudiado a niños que han estado en antiguos internados y se ha visto que la falta de estimulación y cariño tienen consecuencias, pero, en este caso, la mayoría están con sus padres. Por eso no vaticinamos que los efectos vayan a ser dramáticos».
Frente a la falta de antecedentes, dos profesores de la Universidad de Burgos están desarrollando un estudio para entender cómo afectará el encierro a los menores durante la crisis sanitaria. Juan Pablo Pizarro, de la Facultad de Ciencias de la Educación, y Nuria Ordóñez, de Ciencias de la Salud, se plantean establecer estrategias de intervención específicas y de prevención para futuras situaciones de emergencia. «Las consecuencias psicológicas podrían ser variadas y darse a corto o a medio plazo», aseguran. «Podremos encontrar alteraciones emocionales como enfado, irritabilidad, tristeza o ansiedad y conductas oposicionistas o desafiantes. También se darán casos de alteraciones en el sueño o quejas somáticas, entre otras». Sin embargo, los expertos coinciden en evitar el alarmismo, ya que no todos los niños van a experimentar alteraciones a raíz del confinamiento y, de hecho, «se espera que la mayoría no las sufran. Los niños, en general, cuentan con una buena capacidad de adaptación, que puede ser incluso superior a la de los adultos. Por tanto, aunque aparezca algún síntoma, no esperamos que se alargue en el tiempo en la mayoría de ellos», concluyen.
LOS NIÑOS SON ESPONJAS EMOCIONALES
En opinión de la psicóloga Mercedes Bermejo, hay que tener siempre en cuenta que aunque «habrá niños que aparentemente se hayan adaptado a la situación, no dejan de ser esponjas emocionales. Algunos, de hecho, ya han podido desarrollar alguna sintomatología como trastornos del sueño o del estado de ánimo. También nos han llegado casos de conductas regresivas como volver a chuparse el dedo, hablar como un bebé o volver a hacerse pis en la cama».
La psicóloga considera que se tenía que haber pensado más en los niños desde el principio de la crisis. «Es una población muy invisible y, al igual que se ha hecho en Francia, Bélgica o Suiza, se deberían haber tomado medidas desde el primer día para que pudieran salir temporalmente de su confinamiento de forma controlada».
Por su parte, la psicóloga Silvia Álava pone de manifiesto la necesidad de «estar atentos a pequeños cambios, sobre todo si están más irritables, retadores o con más faltas de respeto. También hay que tener cuidado con los niños que suelen desarrollar miedos, porque eso que hasta ahora decían sus padres de «no te preocupes, no va a pasar nada» resulta que está pasando. Esto nos ha hecho más conscientes de la fragilidad del mundo y eso también les ha llegado a ellos». A todos nos va a costar volver a la rutina, pero Álava recomienda «darles un tiempo razonable. Si después de quince días vemos que no recuperan el ritmo, están preocupados o con miedo habrá que pedir ayuda».
QUE NO SUFRAN ES LO MÁS IMPORTANTE
Mercedes Bermejo es la autora del cuento Rosa contra el virus, un manual gratuito y on-line (Editorial Sentir) promovido por el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, donde una intrépida niña explica qué es el virus y cómo combatirlo. Ante todo, Bermejo cree que es fundamental informar a los niños de lo que ha ocurrido de una forma breve, segura y adaptada a su edad. «Los adultos somos sus referentes y tenemos que ofrecerles un lenguaje afectivo y una comunicación adecuada para poder gestionar mejor todo esto». Todavía estamos a tiempo. «Durante el último mes me han llegado dibujos de niños que pintan monstruos aterrizando en naves espaciales», asegura la experta. Es como si se hubiera hecho realidad aquello que veían en las películas. «Muchos niños todavía están en fase de diferenciar la fantasía y la realidad, y hay cierta confusión. Si esto ya está pasando, cuántas otras cosas que también he visto en las películas y que a mí me dan miedo pueden convertirse en realidad? Su mundo es muy sensible y muy frágil y, si no lo cuidamos, todavía se pueden sentir mucho más expuestos».
Los niños son ahora más conscientes de la fragilidad del mundo. Es fundamental informarlos de lo que ha ocurrido de forma breve, afectiva y adecuada a su edad, aconsejan las expertas.»Aún estamos a tiempo», dicen
«Que no sufran, eso es lo más importante», añade Silvia Álava, «pero tienen que saber que esto es real, no imaginado. Tienen que entender la razón por la que no están asistiendo al colegio, por qué no han bajado al parque o por qué muchos de sus padres van a seguir sin ir a trabajar. Hay que explicarles que en esta situación todos lo hemos pasado mal y que todos hemos tenido miedo, pero lo hicimos lo mejor posible. Es fundamental contarles cómo nos hemos sentido para intentar que la situación sea lo menos traumática posible. Si lo hemos hecho bien, será mucho menos probable que desarrollen problemas a medio o largo plazo».
LA IMAGINACIÓN FRENTE A LA TRAGEDIA
Las imágenes perturbadoras a las que han tenido que asistir y, en algunos casos, su primer contacto con la muerte de algún familiar también es un tema que preocupa a muchos padres. Sin embargo, en opinión de Bermejo, «la tragedia nos afectará más a los adultos, sobre todo porque muchos no han podido asistir a los rituales de despedida que hacemos cuando hay pérdidas. Pero debemos tener en cuenta que esos protocolos están hechos para nosotros». Los psicólogos están de acuerdo en que, en el caso de los menores, el proceso de duelo no tiene por qué ser distinto al que pueda ocurrir en otras circunstancias. «Si el mensaje de la muerte de un familiar se adapta adecuadamente, transmitiendo cariño, seguridad y calma, estoy segura de que los niños llevarán el duelo con las fases correspondientes de rabia, enfado o tristeza, pero será un proceso de despedida sano. Lo que yo propongo es utilizar la imaginación y crear algún homenaje simbólico como escribir una carta, dibujar un mural o inventarse una canción», concluye la psicóloga.
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