El detergente de la ropa, el abono de las plantas, Ia tinta de los libros… Todo lo que nos rodea dispara en ellos un terrible malestar. Deben aislar sus casas, cubrirse de arriba abajo, renunciar a tocar a sus seres queridos. Las víctimas de la sensibilidad química múltiple nos cuentan cómo viven su tremendo calvario. Por Agustín Burton
No poder besar ni abrazar a tus hijos. Qué dolor tan inmenso. La frustración de necesitar aislarte del mundo. Alejarte de los amigos y familiares. Aferrarte a una única opción: la soledad. De ese calibre es la tragedia que se apodera de las vidas de los afectados por sensibilidad química múltiple (SQM), una enfermedad que afecta sobre todo a mujeres. Muestran una sensibilidad extrema a sustancias presentes -en mayor o menor medida- en el aire, el agua, los alimentos… Sustancias que están por doquier. Es muy difícil escapar a la presencia de fragancias, perfumes, detergentes, cosméticos, desodorantes, insecticidas, aditivos alimentarios y muchos otros químicos industriales omnipresentes en nuestras vidas. En la actualidad hay más de 90.000 sustancias químicas utilizadas en la industria y presentes en todo tipo de productos.