La característica falta de dopamina que provoca la enfermedad de Párkinson hace que muchos pacientes (se calcula que hasta el 50 por ciento) sufran trastornos depresivos, apatía o ansiedad. Por Ixone Díaz Landaluce

«La dopamina es un neurotransmisor que está implicado en muchos procesos, además de los motores. También interviene en procesos emocionales como las adicciones, los mecanismos de recompensa, el control de la impulsividad… Es la consecuencia de la alteración del sistema dopaminérgico a nivel del sistema límbico», explica el neurólogo Raúl Martínez, de HM Hospitales. Y los enfermos lo corroboran. «Las emociones desempeñan un papel clave en esta enfermedad. Para bien y para mal. Cuando estás contento, casi todo mejora. Pero cuando tienes un bajón, un disgusto, una mala noticia, todo va peor», explica Andrés Álvarez. Y en eso también influye la percepción social de la enfermedad.

«Cuando estás mal y una persona te mira por la calle, te duele… Esta enfermedad es muy visual y te sientes vulnerable e indefenso constantemente». A Mar Maestro se lo diagnosticaron con 46 años. Lleva una década conviviendo con el párkinson y, para ella, manejar el aspecto emocional de la enfermedad es un reto cotidiano. «Tienes tendencia a venirte abajo. Me afectan mucho las emociones. Necesito que las personas con las que convivo me aprecien, me valoren, sepan lo que me pasa… En mi caso, mi marido no lo entendió. Fue muy duro, pero tuve que separarme».

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El párkinson es, tras el alzhéimer, la enfermedad neurodegenerativa más extendida, con más de 6,5 millones de afectados en el mundo y 160.000 en España, donde la cifra se triplicará…

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