La incertidumbre provocada por la crisis del coronavirus actúa ya como un factor más de estrés y genera ansiedad, incluso en quienes aún conservan su trabajo, pero no logran abstraerse de la realidad que estamos viviendo. Cómo actúa el cerebro y responde nuestro cuerpo. Por D.B.

Anatomía de la ansiedad (11 enero 2009)

Por qué se desata…

Cuando los sentidos detectan una amenaza, la información fluye por dos caminos en el cerebro.

→ El atajo. El cerebro automáticamente transmite un mensaje de emergencia a su núcleo gestor del miedo, la amígdala. Ésta a su vez emite una «notificación de urgencia» que sume en estado de alerta a todas las estructuras cerebrales. El resultado es la clásica respuesta al miedo: sudoración en las manos, taquicardia, incremento de la presión sanguínea y brusca secreción de adrenalina. Todo ello sucede antes de que la mente sea consciente. Uno tiene miedo antes incluso de entender por qué.

→ La autopista. Tan sólo después de la activación de la respuesta al miedo, la mente consciente entra en funcionamiento. En lugar de trasladarse directamente a la amígdala, cierta información sensorial sigue un camino más complicado, deteniéndose primero en el tálamo el núcleo de proceso de datos sensoriales y después en el córtex, que analiza los datos recogidos por los sentidos y decide si es necesario activar una respuesta al miedo. Si es así, el córtex envía una señal a la amígdala y el cuerpo sigue en estado de alerta.

Y cómo responde el cuerpo…

Al poner al cerebro en alerta, la amígdala dispara una serie de elementos químicos y hormonales de la mente que llevan al organismo a situarse en modo de ansiedad.

→ Secreción de la hormona del estrés. En respuesta a las señales del hipotálamo y la glándula pituitaria, las glándulas suprarrenales emiten elevadas secreciones de cortisol, la hormona del estrés. El exceso de cortisol provoca un cortocircuito en las células del hipocampo que dificulta la organización del recuerdo de un trauma. Los recuerdos pierden su contexto y se tornan fragmentarios.

→ Taquicardia. El sistema nervioso simpático del organismo, responsable de la respiración y las pulsaciones cardiacas, se revoluciona. El corazón late más rápido, aumenta la presión sanguínea y los pulmones se hiperventilan. La sudoración se incrementa y las terminaciones nerviosas de la piel entran en acción al modo «piel de gallina».

→ Lucha, huida o miedo. Los sentidos se tornan hiper-alertas y registran hasta los menores detalles del entorno en busca de nuevas amenazas. Los músculos reciben descargas de adrenalina, en preparación para que el cuerpo se suma en combate o se dé a la fuga.

→Colapso de la digestión. El cerebro deja de pensar en las actividades placenteras. Para asegurarse de que no se pierden energías en la digestión, el cuerpo a veces responde vaciando el conducto digestivo por medio de los vómitos, los orines o la defecación involuntarios.

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