Han superado el coronavirus y ahora se han convertido en la gran esperanza sanitaria y científica. Su plasma puede tener la clave del tratamiento hasta que llegue la vacuna para el COVID-19. Por Daniel Méndez / Fotos: Daniel Méndez y Endika Portillo
• El misterio de los pacientes asintomáticos
Han temido por su vida pero han salido adelante. Todos los testimonios de estas páginas han recibido el alta hospitalaria por coronavirus y se han convertido en una gran promesa sanitaria, científica y epidemiológica. Ellos y los más de 100.000 pacientes confirmados que se han recuperado hasta la fecha en España. Aunque todo apunta a que son muchos más si sumamos los casos asintomáticos y los que han combatido la enfermedad en sus propias casas sin diagnóstico.
La inmunidad de grupo
La suya es una historia de esperanza, por supuesto. Pero, además, podrían ser una pieza clave en el esfuerzo global por detener la pandemia. Tras salir airosos, podrían resultar inmunes a un nuevo contagio. Un estudio experimental en China, realizado con monos Rhesus, apunta a que es así: infectaron a cuatro monos y tres de ellos mostraron síntomas. Tras la recuperación, se volvió a inocular a los monos con SARS-CoV-2. Ninguno tuvo síntomas ni se detectó la presencia del virus. La reinfección quedó contenida. Pero como afirma Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología, aún «quedan muchas incógnitas. No tenemos claro cuánto dura esa inmunidad ni si todo el mundo la genera».
De hecho, la OMS arrojó recientemente un jarro de agua fría sobre esta teoría al declarar que no hay evidencias de que los supervivientes de coronavirus generen inmunidad. Por su parte, el Centro de Control de Enfermedades de Corea del Sur ha informado de que se han detectado más de un centenar de casos de pacientes que han dado positivo tras haber dado negativo.
¿Fin de las buenas noticias? No exactamente. «El hecho de que haya personas que han superado la infección y vuelven a dar positivo podría tener que ver con un repunte de la enfermedad en su organismo, más que con un nuevo contagio», explica Gullón. Si se da realmente esta inmunidad, ¿cuánto tarda en generarse? Un estudio realizado con 285 pacientes mostraba que la media de seroconversión -es decir, de la creación de anticuerpos frente al virus- era de 13 días tras los primeros síntomas.
Donantes de plasma
El doctor Marcos López Hoyos, jefe del servicio de inmunología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander, tiene abiertas varias vías de investigación. Y aunque los tratamientos varían, según experimentan con ellos, destaca todo lo aprendido en apenas tres o cuatro meses. Una de las puertas que se ha abierto a la esperanza está precisamente centrada en los pacientes que reciben el alta. Más exactamente, en los anticuerpos que sus organismos han generado y que podrían ceder a otros enfermos. La plasmaféresis -o donación del plasma extraído de la sangre de un paciente ya curado– es una alternativa prometedora hasta la aparición de la ansiada vacuna. Es una técnica antigua que ya se empleó con éxito contra el SARS, el MERS y la gripe A.
En España, se ha puesto en marcha un estudio de amplio alcance, coordinado por el Hospital Universitario Puerta de Hierro en colaboración con el Centro de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III. Es el llamado ConPlas-19, un estudio clínico de terapia con plasma hiperinmune (donado por pacientes recuperados) en el que están involucrados múltiples centros de toda España. Participarán cerca de 300 pacientes hospitalizados en 20 hospitales. Todavía no hay resultados oficiales, pero experiencias anteriores permiten ser optimistas. En un estudio realizado en Wuhan, con diez pacientes que estaban en la UCI, funcionó: la infección desapareció a los siete días. Todos se recuperaron de las lesiones pulmonares. Hay estudios similares en Estados Unidos y en Corea del Sur, y parecen corroborar el éxito de la terapia. «Habrá riadas de gente dispuesta a donar si se confirma que el tratamiento es válido», subraya Carlos Llorente, que superó la enfermedad en el Hospital Puerta de Hierro. «Todos queremos ayudar».
Olatz Fernández de Gamboa, 32 años
«Soy enfermera de neumología y la verdad es que yo el coronavirus lo pasé como un simple resfriado. Lo que me alertó fue que perdí el olfato y el gusto. Di positivo en el test y tardé 18 días en dar negativo. Estoy más tranquila por haberlo pasado. Pero, si quieren que todos volvamos a hacer vida normal, van a tener que testar a toda la población».
Alberto Ruano, 49 años
«Fui el primer alta que dieron en el hospital. Me fui entre aplausos de las enfermeras. Fue muy emocionante»
«El 7 de marzo fui a una fiesta con unos amigos. Lo pasamos muy bien, la verdad… Pero unos días después, casi todos desarrollamos síntomas. Siempre los mismos: 37 y pico de temperatura, que subían a 38,5. A la semana, se me pasó la fiebre durante 36 horas, pero luego volvió, acompañada de tos. Notas que fuerzas los pulmones. En el hospital del Rosario me vieron un principio de neumonía. Estuve ingresado seis días. Me atendieron los héroes y heroínas que trabajan allí. Yo fui el primer alta de coronavirus que dieron en el hospital. Me fui entre aplausos de las enfermeras. Tenía ganas de repartir abrazos y besos. Alguna, de lejos, se quitaba la máscara para que viera su cara. Fue muy emocionante»
Tomás Cano, 42 años
«Al llevarme a la UCI, me acojoné. Estuve ocho días en un coma inducido»
«Empecé con fiebre. Llamé al teléfono de asistencia a casos de coronavirus y me dijeron que no precisaba atención médica, pero al día siguiente me mareé. Volví a llamar y me remitieron al centro de salud. Allí dijeron que era un posible caso, pero me mandaron a casa. Al día siguiente me desmayé y llamamos a la ambulancia. Me hicieron las pruebas en el Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela y empezaron con el tratamiento, un antiviral de VIH. Cuando le dije a la doctora que tenía pitidos, me auscultó y dijo: ‘Tomás, vamos a bajarte a la UCI’. Ahí me acojoné. Me sedaron. Estuve ocho días en un coma inducido. Cuando me despertaron, fue un caos: yo estaba en mi mundo. Veía al responsable de la UCI que me decía: ‘Tomás, tose, tose’. Pero yo soñaba que me disparaban. Para qué quiere que tosa si me están disparando? Dos días después, me subieron a planta y el 1 de abril me dieron el alta. Mis hijos lo pasaron mal, y mi padre. Mi mujer se lo ocultaba, pero cumplí años el 19 de marzo, y mi padre quiso hablar conmigo. Yo estaba entubado y tuvieron que contárselo. Cuando volví a casa, mis hijos querían acercarse. ¡y tuve que pararles los pies!».
Margarita Herrán, 98 años
«No me dijeron lo que tenía. Menos mal, porque yo soy muy nerviosa»
«Yo lo pasé en la residencia donde vivo. ¡Pero lo pasé sin enterarme! Solo tuve un poco de fiebre y me lo contaron después. Menos mal, porque yo soy muy nerviosa. Un día vino el enfermero y me dijo que me iban a llevar a otra habitación, porque una compañera mía había tenido el virus. Y estuve 16 días aislada allí. Yo tenía mucha sed, pero comía bien. La enfermera me decía: ‘¡Pero si estás mejor que yo!’ Yo hablaba con mis hijos dos veces al día. Ellos sabían que tenía el virus, pero no me lo dijeron. Hicieron bien. Cuando me lo contaron, dije: ¡¿Pero de verdad he pasado yo todo eso?’. Al salir de la habitación donde había estado, todo el personal de la residencia me
estaba esperando en el pasillo. Me aplaudían. ¡Vaya rato pasé! Fue muy bonito, pero estuve llorando todo el pasillo. Me regalaron un dibujo de un arcoiris. ‘Todo va a salir bien’, pone».
Eva Pérez del Notario, 45 años
«No sé si estoy inmunizada, pero trabajas más tranquila»
«Soy enfermera de la Unidad de Cuidados Respiratorios Intensivos del Hospital Txagorritxu, en Vitoria, así que no es difícil pensar dónde me contagié. Estaba muy cansada, tenía dolor por todo el cuerpo y cefalea, pero lo atribuí al agotamiento por el exceso de trabajo; hasta que empecé con náuseas y vómitos. Realmente mal estuve cuatro días, pero he tardado tres semanas en dar negativo. El mayor miedo es haber contagiado a otras personas antes de saber que lo tenía. Luego, ya en casa, contagiar a mi pareja, pero, si lo ha pasado, no ha tenido ningún síntoma. Y no, a las parejas del personal sanitario no les hacen pruebas. Mis dos hijos, que son pequeños, me preocupaban menos porque, salvo que estén inmunodeprimidos, el riesgo en los niños es practicamente nulo. No se sabe si haberlo pasado nos ha inmunizado, pero trabajas más tranquila. Con las mismas condiciones y las mismas precauciones, pero sabiendo que las posibilidades de volver a pasarlo son más bajas. «Lo más duro del trabajo en el hospital es que se muere gente a la que no le tocaba.
Lo mejor, ver el enorme esfuerzo del personal sanitario (porque el que no ha trabajado con un EPI, no se imagina lo duro que es). Y es muy gratificante ver los que se curan y se van de alta».
Carlos Llorente, 47 años
«Estoy más que dispuesto a donar plasma y lo que haga falta»
«Pensaba que era una gripe normal, pero la fiebre no me bajaba. Mi mujer es oncóloga y, al tercer día, me llevó a Urgencias. Di positivo. Empeoré dos días después, con una neumonía. Fui de los primeros enfermos y me dieron antirretrovirales. También, antimaláricos, antibióticos… Me costaba dios y ayuda comer. Mi neumóloga me dijo: ‘Mira, Carlos, no te quiero ver en la UCI. Para evitarlo, puedes hacer dos cosas: animarte un poco y comer’. Me entró el miedo e hice caso.
Al final no hizo falta llevarme a la UCI. Al día 14 me dieron el alta. Mi mujer también dio positivo y estuvo tres semanas de baja. Nadie sabe bien qué pasará con la inmunidad. Yo estoy más que dispuesto a donar plasma si vale para algo. Cuando ya estaba bien, puse en marcha con un amigo una campaña de donativos para conseguir material para los hospitales».
Yale Tung Chen, 35 años
«Conté mi caso en medios científicos y redes ¡y recibí respuestas en diez idiomas!»
«Soy médico y fui de los primeros en caer en Urgencias de La Paz. Ya hemos caído en torno al 60 por ciento. Empecé con síntomas catarrales. Me hice la prueba y me aislé en mi casa, donde tengo un saturímetro, un termómetro y un aparato portátil para hacer ecografías. Así que aproveché para estudiar, por ejemplo, cómo se comportan los pulmones. Lo he ido relatando en medios de divulgación científica y en redes sociales. ¡Nunca imaginé la repercusión que iba a tener! He recibido mensajes en diez idiomas. Estos mensajes me han ayudado a volver con las pilas recargadas, con una motivación extra. He nacido en Valencia, pero soy de origen chino. Y cuando esto llegó aquí, yo ya estaba al tanto por las cosas que contaba mi familia en China y por los medios de allí. Así que desde el primer momento iba completamente protegido cuando veía a un paciente. ¡Es imposible que por ahí entrase ni medio virus! Mi impresión es que ya lo teníamos entre nosotros desde antes. Aunque nunca lo sabremos»
Isabel Borruey, 91 años
«Superé un cáncer y ahora esto. ¿No me contagiaré más, ¿verdad?»
«Empecé a tener algo de fiebre, tos y mucho cansancio. Uno de mis hijos, Juan, se instaló conmigo y habló con un amigo médico. Le dijo que contara el número de respiraciones. ‘Va muy justa’, dijo. Al día siguiente, fuimos al hospital. Tenía neumonía y, a los dos días, llegó el diagnóstico. Estuve ingresada diez días. En el hospital estaban desbordados.
Mis hijos me llamaban por turnos y hablábamos hasta que me quedaba dormida. No le tengo miedo a la muerte, ya soy muy mayor, pero no me gustaba quedarme sola. Al final, me dieron el alta. Ahora estoy aislada en casa, con mi hijo. Hace cinco años superé un cáncer y ahora, esto. Oye, no puedo volver a contagiarme, ¿verdad?».
Te puede interesar
Coronavirus: lo que sabemos que no sabemos