Rastrear, a partir de los nuevos casos de pacientes con COVID-19, los posibles contagios entre su red de familiares y amigos, se ha convertido en esencial para la desescalada. Más de 2000 rastreadores (aunque ellos prefieren que los llamen investigadores) realizan labores de vigilancia epidemiológica en España. Su trabajo: localizar a los infectados de coronavirus y a sus contactos y aislarlos. No es tarea fácil… Texto y fotos: Daniel Méndez
• Así trabajan los rastreadores del COVID-19 en España (Vídeo)
Un caso de paperas o sarampión en un colegio, un pequeño brote de salmonelosis provocado por una comida en mal estado, algún viajero que ha vuelto a casa contagiado de malaria… Este es el tipo de casos que esperaba encontrar Manuela Serrano -médico residente de tercer año en medicina preventiva- cuando se incorporó al Servicio de Salud Pública de la Comunidad de Madrid allá por el mes de febrero. Fue hace poco, pero entre medias se ha cruzado una pandemia sin precedentes y ahora todo lo anterior queda muy lejos. «Comenzamos dando apoyo a centros de salud, a hospitales, a profesionales o a pacientes que estaban en sus casas y no sabían muy bien qué hacer». Llegó el estado de alarma, el confinamiento… y el mundo se detuvo. Ahora que vuelve a ponerse en marcha poco a poco, el trabajo de Manuela se ha convertido en un vector fundamental para garantizar una correcta desescalada. El suyo y el de más de 2000 rastreadores, una palabra que no gusta a todos los que hoy están realizando labores de seguimiento y vigilancia epidemiológica en España.
80 llamadas al día por investigador
El 12 de mayo el Ministerio de Sanidad, junto con el Instituto de Salud Carlos III, hacía pública su Estrategia de diagnóstico, vigilancia y control en la fase de transición de la pandemia de COVID-19 en la que declaraban prioritario el estudio y manejo de contactos. «En el momento en que se detecte un caso sospechoso se iniciarán las actividades de identificación de contactos estrechos. El periodo a considerar será desde 2 días antes del inicio de síntomas (o confirmación por PCR) del caso hasta el momento en el que el caso es aislado», rezaba.
Mientras estábamos en casa, los contactos eran muy pocos, pero conforme retomamos actividades se incrementan exponencialmente. Identificarlos y aislarlos es un trabajo ingente
Por ‘contacto estrecho’ se entiende a: cuidadores (personal sanitario o familiares) o cualquier persona que haya estado en el mismo lugar que un nuevo caso de contagio, a una distancia menor de dos metros durante más de 15 minutos. Mientras estábamos encerrados en casa, eran muy pocos. los convivientes y poco más. Pero conforme retomamos actividades como tomar algo en una terraza o acudir diariamente al puesto de trabajo, esos posibles contactos se incrementan exponencialmente. Identificarlos y, en su caso, pedirles que se mantengan aislados durante dos semanas -o hasta el resultado negativo de una PCR- es un trabajo ingente y necesario. Es lo que recomienda la OMS y es parte del éxito de países como Singapur, Corea del Sur, Alemania, Nueva Zelanda…. Test, track and trace (testar, localizar y rastrear) son las tres T que componen el ABC del control epidemiológico de enfermedades contagiosas. Y de la estrategia de la OMS en la fase actual de lucha contra la COVID-19. La Organización Mundial de la Salud dispone de un programa informático específico -go.data, nacido a raíz de la epidemia de ébola de 2014- que, sin embargo, solo el País Vasco y Cataluña han implementado desde un primer momento.
Además de los sistemas informáticos que avisan a los vigilantes de cada caso positivo, la herramienta fundamental es el teléfono. «Hacemos una descarga diaria del sistema de alertas para detectar casos positivos y nos ponemos en contacto con ellos», cuenta Manuela. «En muchos casos no saben que han dado positivo en el test, así que nos toca a nosotros notificarlos». Tras recabar información sobre sus síntomas y tratar de identificar el momento en que se hayan podido contagiar, empieza la labor de rastreo de contactos estrechos propiamente dicha. «A lo largo del día realizamos unas 80 llamadas, entre sospechosos, positivos y contactos», explica Esther Amores Lizcano, una de las cuatro enfermeras que han organizado el grupo de investigadores del Hospital Universitario de Ciudad Real. Allí trabajan 20 personas en turnos de mañana y tarde. «El número de contactos depende de la fase de la desescalada. En el momento en que salimos a tomar algo o a trabajar, son 8, 10, 12.»
Hay que remover conciencias
Es imposible identificar a todos los contactos. Hay lagunas de memoria u omisiones deliberadas. Pero hay estudios que indican que, si podemos identificar al 50 por ciento de los casos sintomáticos de coronavirus y seguir al 40 por ciento de sus contactos, podemos mantener la transmisión bajo control y retomar la actividad sin asumir grandes riesgos. ¿Es suficiente el número actual de rastreadores? Hay quien señala que harían falta entre 15.000 y 20.000 en España. De momento estamos muy por debajo de los 12.000 rastreadores contratados en Alemania. Margarita Hernando, jefe de servicio de Salud Pública del Área II de la Comunidad de Madrid, prefiere hablar de flexibilidad: tener personal al que poder recurrir en caso de necesidad. «En nuestro caso recurriríamos a inspectores farmacéuticos y veterinarios, además de los médicos y enfermeros que actualmente realizamos la vigilancia epidemiológica».
Los contactos estrechos deben volver al confinamiento. Se trata de personas que hayan estado en el mismo lugar que un nuevo contagiado, a menos de dos metros durante más de 15 minutos
Lo cierto es que se dan situaciones difíciles. No es fácil recibir una llamada que anuncia que hemos estado en contacto con un sospechoso. y que, independientemente de que tengamos o no síntomas, tenemos que volver al confinamiento. «Pero estamos hablando de la salud pública de todos los españoles -dice Esther Amores-. Tenemos que remover conciencias». Hasta la llegada de la vacuna, no nos queda otra.