Toallitas, geles hidroalcohólicos, espuma, aparatos de rayos ultravioletas… La compra de estos productos se disparan. Pero, ¿sirven realmente?: Por A.M./Foto: Cordon Press
¿Seis aliados contra los virus?
1. Espumas: más que pompas
El componente activo suele ser el alcohol e higieniza las manos sin necesidad de agua. No necesitan aclarado. Basta con frotar y dejar secar las manos.
2. Geles: lavado en seco
Como la espuma, están hechos a base de alcohol y no necesitan aclarado. Suelen llevar glicerina o aloe vera para proteger la piel. Antes eran obligatorios en centros de salud, en el estado de nueva normalidad, debe haber dispensadores de gel hidroalcohólico en todos los espacios cerrados y zonas con aglomeraciones de gente como mercadillos, piscinas y trasportes. Para ser eficaces deben contener más de un 70% de alcohol.
3. Ultravioleta: luz purificadora
Hay también dispositivos basados en la luz ultravioleta que, con haces de alta frecuencia, acaban con virus y bacterias. Basta con acercar las manos al dispositivo, que cuesta más de 500 euros. La Clínica Universidad de Navarra emplea una máquina pionera en España que desinfecta de COVID-19 las habitaciones del hospital en poco más de cinco minutos, cuesta hasta 160.000 euros.
4. Toallitas: caricias que matan
Hay para manos (con alcohol como las anteriores) y para superficies (teclados de ordenador, etc.), impregnadas con biguanida, un desinfectante hospitalario que en segundos mata el virus.
5. Aerosoles: aire limpio, pero…
Muy útil para eliminar hongos y bacterias, pero no para los virus que no flotan en el aire: cae con las secreciones (mucosas, saliva…). Por eso, tampoco sirve desinfectar los sistemas de aire acondicionado.
De los besos, a las corbatas
Primero, se desaconsejaron los besos y, después, las corbatas. Hablamos de la decisión de una compañía de seguros de La Défense, París, que prohibió a sus empleados que la llevaran a la oficina mientras seguía la amenaza de la gripe A. La explicación: a diferencia de las camisas, las corbatas se limpian muy de vez en cuando y muchos ni se la desanudan. Al quitársela y ponérsela por la cabeza, rozan con ella la nariz y posibilitan que el virus subsista allí. Los 700 empleados estaban encantados con esa decisión. ¿Copiarán esta iniciativa las empresas cuando volvamos a la oficina?
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