España ha vuelto de las vacaciones de la peor manera: liderando los contagios en Europa. Con 114 infecciones por cada cien mil habitantes, el coronavirus se propaga diez veces más rápido que en Alemania, ocho veces más que en Italia y el doble que en Francia. Aquellos que trabajan se reincorporan a sus puestos, y los niños y jóvenes a las aulas, en plena segunda ola. Con el otoño a la vuelta de la esquina, hablamos con la viróloga e inmunóloga Margarita del Val (Madrid, 61 años), investigadora del CSIC y una de las voces científicas más respetadas en esta pandemia. Por Carlos Manuel Sánchez/Foto: ABC

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XLSEMANAL. ¿Estamos a tiempo de evitar un nuevo confinamiento general?

MARGARITA DEL VAL. Con la vida que hemos llevado este verano no se podía evitar una nueva oleada. Ahora vamos a perder a nuestro mejor aliado, que es el aire libre, la distancia, las ventanas abiertas… Es vital que el aire acondicionado o la calefacción renueven el aire, porque si el aire se concentra en interiores también lo hace el virus. Hay que ventilar a conciencia, como si hubiese mal olor. Nadie quiere un nuevo confinamiento, pero para evitarlo tenemos que aplicar todas las demás medidas con rigor, no como se ha hecho en verano. Ninguna medida por sí sola funciona al cien por cien. Es el conjunto el que hace que los positivos bajen a límites controlables.

XL. Por lo menos esta segunda ola está siendo menos grave en cuanto a mortalidad…

M.V. Sí, es más suave que la primera porque los mayores y los grupos de riesgo se han escondido, pero no nos podemos permitir llegar con este número tan elevado de contagios al 22 de septiembre, que empieza el otoño. Los niños ya tienen sus normas para ir a clase. Pero hay que aplicarlas con rigor. Se trata de crear burbujas para limitar nuestra probabilidad de contacto. También será importante que los niños sigan manteniendo la distancia con sus abuelos.

«Ahora sabemos que hay mucha más transmisión por el aire. Pasar todo el día en una oficina cerrada facilita la propagación».

XL. ¿Y en la oficina?

M.V. Lo ideal es que cada uno de nosotros, en estas primeras dos semanas, mantengamos una cierta distancia con los demás, restringiendo nuestro contacto con otros compañeros. Por ejemplo, comiendo solos; evitando las reuniones para tomar café, no quitándonos la mascarilla. Todo esto con el fin de bajar la probabilidad de transmitir el virus si hemos entrado en contacto con él durante las vacaciones. Deberíamos hacer una especie de cuarentena voluntaria de catorce días. Y seguir combinando el trabajo en la oficina con el teletrabajo, siempre que sea posible.

XL. ¿Y en cuanto a la vida social, al ocio?

M.V. Se van a tener que prohibir actividades de muy alto riesgo durante los años de la pandemia. Por ejemplo, las grandes concentraciones en interiores se tendrán que evitar. Ahora sabemos que hay mucha más transmisión por el aire, mientras que en las superficies no hay tanta como se pensaba. Pasar todo el día en una oficina cerrada facilita la propagación.

XL. Ha dicho los años de la pandemia… ¿Cuántos años?

M.V. Creo que uno o dos. Si nos comportamos con responsabilidad y adoptamos medidas basadas en la evidencia científica.

XL. ¿Y si no es así?

M.V. Podemos estar décadas. Llevamos dos olas y hemos conseguido un 5-7 por ciento de inmunidad colectiva, cuando necesitamos al menos un 60 por ciento. A este ritmo, harían falta diez olas para alcanzarla. Y no queremos diez. Cinco ya sería devastador. Hay mucha gente, la mayoría, que es responsable. Si no fuese por ellos, esto estaría tan desbocado como en marzo y abril. Pero también hay quien no quiere verlo. Y que no se da cuenta de la dimensión colectiva que tiene una pandemia. Solo perciben que ellos no tienen riesgo, que si lo pasan será probablemente asintomáticos, y a los que no les preocupa el riesgo para la salud de los demás.

«Si se machaca la sanidad de un país, se machaca también su economía. Sin salud pública, no hay trabajo»

XL. ¿Se refiere a algunos jóvenes?

M.V. Hay que matizar el concepto de joven. La tasa de seropositividad en esta segunda ola está aumentando en la franja de 18 a 50 años. Ahora bien, a los jóvenes que ignoran alegremente las precauciones yo les diría que no solo hablamos de riesgo para la salud, sino de riego económico. Y ellos, que puede que trabajen, pero que lo más probable es que todavía no tengan sus carreras profesionales encauzadas, deben darse cuenta de que si se machaca la sanidad de un país, se machaca también su economía. Sin salud pública, no hay trabajo.

XL. ¿Algún indicio para el optimismo?

M.V. Sabemos que el confinamiento funcionó perfectamente. La desescalada también. Hemos bajado la guardia en verano. Pero con esfuerzo y responsabilidad se consiguen resultados.

XL. ¿Y la vacuna para cuándo?

M.V. No vamos a tener una vacuna que nos resuelva la vida en este otoño-invierno. Lo vamos a tener que superar con nuestro propio esfuerzo, con nuestro estilo de vida, con buenas medidas de salud pública, buenos diagnósticos… Si llega una vacuna en 2021, se utilizará probablemente en brotes o casos especiales. Por ejemplo, para vacunar a los contactos de un positivo.

XL. Para el ciudadano de a pie es difícil de entender que con tanta gente investigando se tarden meses o años en conseguir una vacuna.

M.V. Hay esperanza, pero no podemos confiar en que tengamos una vacuna efectiva a corto plazo. Hay 180 proyectos en todo el mundo. Los científicos están compartiendo información y también están compitiendo. Hemos tenido la suerte de tener buenos modelos animales para los ensayos. Ha sido un regalo. Hay quien dirá que es mejor no experimentar con animales, pero entonces deberíamos hacerlo con personas. Con la hepatitis C no había modelo animal y eso ralentizó mucho las investigaciones. Habrá algunas vacunas que serán parecidas. Pero lo importante es que sean seguras al cien cien antes de aplicarlas a la población. Porque se va a tratar a personas sanas y no quieres tener ningún efecto adverso. No puedes correr riesgos porque entonces la gente pierde la confianza en las vacunas. Y aunque finalmente haya muchas vacunas en el mercado, es probable que vayamos a necesitar varias, por número de dosis, por capacidad de fabricación, etc… Y puede que las primeras no sean demasiado efectivas, pero si ralentizan el ritmo de la epidemia ya es bastante. Las primeras son las más sencillas, pero estimulan menos el sistema inmunitario. A mí me gustan más completas, que den más protección, aunque tarden más.

«Si llega una vacuna en 2021, se utilizará probablemente en brotes o casos especiales. Por ejemplo, para vacunar a los contactos de un positivo».

XL. ¿Entonces no nos garantizarán la inmunidad?

M.V. La buena noticia es que la inmunidad natural ante el coronavirus, aunque no sea óptima, es elevadísima. Tenemos 26 millones de casos en el mundo. Y se han descrito muy pocas reinfecciones. Y nunca han sido graves, solo casos leves o asintomáticos. Pero con una vacuna sería mejor, claro. Este virus no es muy difícil. Hay otros que lo son más, por ejemplo por su capacidad para mutar. El de la gripe varía diez veces más; el del sida, cien veces; el de la hepatitis C, mil. Tampoco es un virus muy sofisticado. Hace sus maniobras, pero en comparación hay parásitos complejísimos. Tenemos muchas infecciones para las que no hay vacuna.

XL. Italia, que fue el epicentro de la primera ola en Europa, ahora va mucho mejor que nosotros. Y exigen PCR a viajeros de países como España…

M.V. En Italia ponen multas muy fuertes, incluso penas de cárcel. Las restricciones a la movilidad siguen siendo grandes porque no han levantado el estado de alarma. Pero en cuanto a las PCR a los viajeros, habría que hacer modelos para ver si esas PCR sirven para algo. Italia se parece a España en cuanto a las relaciones entre franjas de edades. Hay mucho contacto entre las generaciones de los mayores y de los jóvenes y eso influyó en la gran mortalidad de la primera ola. Pero el norte de Italia, que ha sido el más afectado, no se parece tanto a España sociológicamente. Es más centroeuropeo.

XL. Insisto, ¿no habría que exigir una PCR negativa a la hora de coger un avión y entrar a España?

M.V. Lo importante es evitar que haya que hacer PCR. El número de viajeros es enorme. Una cuarentena es más eficaz. Son catorce días porque es el tiempo de incubación de la enfermedad infecciosa. El cuerpo tiene muchas barreras, la piel, las mucosas, los interferones, los linfocitos. Es como un castillo. El virus puede estar luchando con esas defensas durante catorce días. Y a lo mejor hasta el día 14 no logra meterse. Así que un contagiado puede que no dé positivo hasta ese día. Por eso es útil la cuarentena, sobre todo los primeros diez días. Porque el virus y el organismo libran una batalla silenciosa.

XL. ¿Volveremos a dar besos y abrazos?

M.V. Yo espero que sí. Recuperaremos nuestra manera de ser y de relacionarnos. Pero hay que esperar a que la inmunidad colectiva sea alta. Además, cuando las epidemias están bajo control, los besos y abrazos ayudan a inmunizar un poquito.

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