Enfermera y voluntaria de la DYA, Joana Matute
«Sanfermines son ochos días de actividades, de juntarte con gente que hace mucho que no ves. La juerga, el alcohol, el descontrol… eso no son los Sanfermines. Es triste que solo se hable de eso».
Pastor y ganadero, Miguel Reta
«Soy pastor del encierro desde hace 23 años. El primer cohete del primer encierro te motiva para el resto del año».
Diseñadora del cartel de San fermín 2018, Adriana Eransus
«Me da mucha pena que se dé una imagen de ciudad peligrosa, de desfase y de excesos. No es así. Además, Pamplona ha sabido reaccionar y movilizarse».
Jotera, Marta Sola
«Que todos vayamos de blanco y rojo hace la fiesta aún más especial. En Sanfermines somos todos iguales».
Corredor de encierros, Juan Pedro Lecuona
«Mi peor pesadilla es quedarme dormido y no correr un encierro. Lo que pasó puede dañar la imagen de la fiesta, pero no escondemos nada. Hay que denunciarlo».
Párroco de la iglesia de San Lorenzo, Javier Leoz
«San Fermín no es lo que pasó. San Fermín es lo contrario. Es fiesta y respeto. A todo el mundo».
Vicepresidente de la federación de peñas, Mikel Tornos
«Alguno se escapa del hospital tras una cornada para correr el siguiente encierro. En San Fermín cabe todo el mundo».
Profesora, Elena García y Enzo
«Con 20 años vives la fiesta de noche. Ahora, con un crío la disfruto de día. Para mí, denunciar lo que pasó y la fiesta son dos cosas distintas. Pamplona le ha puesto voz a algo que pasa en todas partes».
Policía foral, Virginia Valencia
«La población se multiplica por cinco. Y, a pesar de eso, no hay tantos sucesos como se podría pensar. La mayoría viene a disfrutar».
Responsable de la tómbola de Cáritas, Ana Urmeneta
«Somos bastante grises el resto del año. Pero el 7 de julio nos ponemos el uniforme y todo cambia».
Camarero del Café Iruña, Mikel Olano
«Trabajo 15 horas, veo el encierro, me acuesto un rato y vuelta a empezar».
Humorista gráfico de 'Diario de Navarra', César Oroz
«Soy de los que piensan que tienes que llegar al 15 de julio destrozado. Si no, algo has hecho mal».
El caso de La Manada ha empañado los festejos de San Fermín de forma excepcional e injusta. Toda Pamplona, que reclamó en su día justicia para la víctima, se moviliza ahora para reivindicar la belleza de una fiesta universal, tolerante y abierta a todos. [este artículo fue publicado en junio de 2018] Por Ixone Díaz Landaluce / Fotos: Carlos Carrión
Las imponentes barreras de madera ya están instaladas en la plaza del Ayuntamiento. También en el callejón de la plaza de toros y en los corrales de Santo Domingo. En la calle Estafeta, las furgonetas de los repartidores descargan en procesión bebida y comida suficiente para abastecer a las masas. Solo faltan unos días para que el chupinazo marque el inicio de los Sanfermines, y Pamplona ya se está preparando. Las conversaciones en los bares anticipan el momento más esperado del año. «Ya tengo toda la ropa blanca lavada y planchada», le dice una amiga a otra.
«Es una fiesta que tiene ocho siglos de historia y una increíble dimensión cultural. La imagen de ‘botellón’ no nos representa»
Los pamploneses viven sus fiestas con pasión. «El día más especial es el 6. La noche anterior casi no duermes. Te levantas pronto, almuerzas con la cuadrilla, a las 12 es el chupinazo y luego… ¡hasta que el cuerpo aguante! El día 7 también es precioso. la procesión; la jota, que a mí me pone los pelos de punta…», explica Adriana Eransus, creadora del cartel de las fiestas de este año. No puede evitar emocionarse al hablar de sus fiestas. Es un sentimiento colectivo.
Pero cierta pesadumbre empaña su ánimo. Su fiesta, su ciudad, está en el punto de mira desde que una madrileña de 18 fuera brutalmente agredida en un portal de la ciudad por cinco jóvenes sevillanos, los miembros de La Manada.
El caso conmocionó a toda la ciudad, que desde entonces ha liderado las manifestaciones en apoyo a la víctima que se han reproducido por toda España. «Lo que realmente marcó un hito en 2016 no fue el caso que se ha juzgado, sino la contundencia de la respuesta ciudadana ante aquella agresión», explica Ana Díez, responsable del área de Igualdad del Ayuntamiento de Pamplona. Pero al mismo tiempo los habitantes de Pamplona se sienten agraviados. «Lo que sucedió con La Manada ocurre en otros sitios, pero en otros lugares se acalla. Aquí se ha tenido la valentía de decir: ‘Esto es lo que pasó y no se puede permitir’. A veces, el ruido de los Sanfermines empañaba la melodía de los Sanfermines, pero el aspecto positivo de la fiesta puede mucho más que el negativo», resume Javier Leoz, párroco de la iglesia de San Lorenzo.
«La realidad es que, teniendo en cuenta lo grandes que son las fiestas y la cantidad de gente que acogen, ocurren pocas cosas. Los Sanfermines son una fiesta muy segura», explica Maitane Ezkutari, directora general de Turismo y Comercio de Navarra. Aunque no existen datos fiables sobre el número de visitantes que acoge la ciudad, según el Ayuntamiento, el año pasado un millón y medio de personas participaron en los más de 400 actos organizados durante las fiestas. Por eso, los pamploneses no se sienten reconocidos en esa etiqueta de «ciudad sin ley». Y, de hecho, esa imagen tiene poco que ver con la realidad cotidiana de una ciudad pequeña, de apenas 200.000 habitantes, tranquila, segura y algunos dirían que, salvo en Sanfermines, algo aburrida.
«Casos como el de La Manada en otros lugares se acallan. Aquí se ha tenido la valentía de decir ‘esto no se puede permitir’», apunta el párroco
Les enorgullece especialmente vestir de blanco de pies a cabeza porque, de esa manera, «todos son iguales durante las fiestas». En Sanfermines no hay clases ni edades ni ideologías. Y eso, en una ciudad políticamente polarizada, es prácticamente un milagro. En Sanfermines caben todos.
La imagen internacional
En realidad, el caso de La Manada solo ha sido la puntilla. El deterioro de la imagen de los Sanfermines viene de lejos. «Llevamos mucho tiempo percibiéndolo, sobre todo en el mercado internacional. En los últimos cinco años, algunos turoperadores habían dejado de hacer contrataciones en las ferias de turismo», explica Maitane Ezkutari. No manejan datos concretos, pero el número de visitantes ha descendido en el último lustro. «Estamos preocupados. Y no solo por La Manada. Esto empezó mucho antes. Desde 2012, la imagen de los Sanfermines se convirtió en sinónimo de un gran botellón», denuncia Nacho Calvo, secretario general de la Asociación de Hostelería de Navarra. Además, según Calvo, la presión que ejerce el movimiento animalista, contrario a los encierros y las corridas de toros, también ha repercutido negativamente en las contrataciones de los operadores extranjeros. La tendencia se ha vuelto preocupante.
Una ciudad en pie
Pero la ciudad no se rinde. A solo unos días de que vuelva a arrancar la fiesta, los pamploneses están empeñados en limpiar la reputación de unas fiestas que, no hace tanto, eran un icono de nuestro país en el exterior. «La ciudad sabe lo que tiene y lo defiende. El ambiente en Sanfermines es muy familiar, y estos cinco salvajes han destrozado esa imagen. Pero la ciudad está en pie», explica César Oroz. Diario de Navarra, por ejemplo, ha puesto en marcha una campaña para promocionar los aspectos más positivos de la fiesta con el lema «San Fermín sí». Y el Gobierno de Navarra promueve diferentes campañas e iniciativas para recobrar la esencia de los Sanfermines. Por su lado, los hosteleros están empujando para implantar un vaso reutilizable y evitar así la suciedad en las calles. «Es una fiesta que tiene ocho siglos de historia y una increíble dimensión cultural. Queremos escapar a esa imagen del ‘botellón’ que no nos representa. También debemos insistir en la importancia del respeto. No todo vale», explica Ezkutari.
Les enorgullece especialmente vestir de blanco de pies a cabeza porque, de esa manera, «todos somos iguales»
Por eso, todo el mundo en Pamplona espera que este año las fiestas transcurran sin incidentes y que vuelvan a recuperar la alegría que tanto impresionó a Hemingway y que aún hace que miles de turistas, sobre todo estadounidenses y australianos, lleguen a la ciudad con fiesta en el petate. Este año, el cartel de las fiestas -inspirado en el de la película La La Land– apela a ese sentimiento. Igual que su creadora, la diseñadora pamplonesa Adriana Eransus. «Espero que sean unas fiestas de luz, en las que reine el respeto y la alegría y en las que todos los que se animen a venir las conozcan como lo que realmente son: las mejores fiestas del mundo».
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[este artículo fue publicado en junio de 2018]