BOMBEROS DE FRANCIA (LA FUERZA DEL EQUIPO)
Paul-Edouard Laurain, 33 años, gana 2800 euros
«Llevo una década en esto y todos los días son distintos. Los turnos de 24 horas son agotadores, pero tengo un empleo a prueba de crisis y el futuro no me preocupa. A veces vivimos situaciones terribles y cuesta superarlas, pero nos ayudamos los unos a los otros. Aquí, sin espíritu de equipo estás perdido. Si no hay emergencias, entrenamos en un recorrido con obstáculos y un equipo de respiración a la espalda. Cada 2 años me suben el sueldo y me jubilaré a los 62 porque soy oficial. Los demás lo hacen a los 57».
BOMBEROS DE MÉXICO (APAGAR FUEGOS POR AMOR AL ARTE)
Roque Pineda Ruiz, 57 años, gana 100 euros
«El punto de inflexión en mi vocación fue el terremoto de 1985. Como voluntario, busqué supervivientes, rescaté cadáveres, retiré escombros… Luego trabajé de bombero en el aeropuerto y hace 4 años creé el parque de Pochutla (estado de Oaxaca). Somos 18 voluntarios. Recogemos donativos por la calle, un médico nos atiende gratis y la gente nos trae comida. Tenemos cuatro emergencias al día, pero nos falta de todo. Aun así, me encanta mi trabajo. Ayudar a los demás te aligera el corazón».
BOMBEROS DE EE.UU. (LA SANGRE QUE VUELVE A SALIR)
Adrienne Walsh, 51 años, gana 7500 euros
«Te voy a resumir mi trabajo de cada día en Nueva York. Una noche atendimos a un trabajador del metro arrollado por un convoy y, al saber que estaba casado, pensé: ‘Dios mío, su mujer está en casa tan feliz, en un rato alguien la va a llamar y…’. Cuantas más tragedias vives, más difícil se te hace. Sobre todo, tras el 11-S. Las imágenes que tengo en la cabeza son como una costra que se levanta y, entonces, la sangre vuelve a salir».
BOMBEROS DE ALEMANIA (UN BEBÉ GRABADO EN LA MEMORIA)
Frank Kante, 55 años, gana 3500 euros
«Llevo 34 años y estoy al mando del parque de bomberos de la Suarezstrasse (Berlín). Nunca bajamos de las 15.000 intervenciones anuales. Hice las pruebas a los 19 y nos examinaron de lengua, matemáticas, condición física y conocimientos técnicos; además, tuve que pasar un test de personalidad y un examen médico. Lo peor que he vivido fue el fallecimiento de un bebé que sufrió muerte súbita del lactante. Teníamos un hijo de seis meses y no se lo pude contar a mi mujer. Aquello casi me hizo enfermar».
BOMBEROS NICARAGUA (ENTRE SERPIENTES)
Jefferson Rocha, 21 años, gana 810 euros
«Nuestro trabajo es anteponer la vida de los demás a la nuestra. Por ejemplo, hace poco, en un incendio, un árbol estaba cayendo sobre un hombre y, al verlo, me lancé para empujarlo y le salvé la vida. Aquí, en el departamento de Granada, los bomberos vivimos de las donaciones. No recibimos nada del Estado. Por suerte, en los municipios nos organizan cursos de técnicas de lucha contra el fuego o atención a las víctimas. El último: cómo inyectar suero contra el veneno de una serpiente».
BOMBEROS DE IRÁN (RESCATES EN EL DESIERTO)
Davood Shirzadi, 37 años, gana 550 euros
«Antes de esto, yo conducía un camión. Un día, en un accidente de tráfico con un coche en llamas, vi actuar a los bomberos y empecé a plantearme ser uno de ellos. De eso hace 11 años. En el puesto de Khaledabad somos tres y hacemos de todo. Siempre estamos pidiendo más medios, pero no hay dinero. Estoy casado y tengo dos hijas, así que debo ganar algo extra en mi tiempo libre. Además de accidentes y fuegos, solemos entrar al desierto para liberar vehículos atrapados en la arena. También hacemos recados o trabajos de oficina para el Ayuntamiento».
BOMBEROS DE ESPAÑA (ROMPER BARRERAS)
Andrea Aja, 41 años, gana 2600 euros
«Soy licenciada en Pedagogía Social, pero la precariedad me llevó a hacer las pruebas de los bomberos de Álava. Fui la única mujer que consiguió la plaza. No es fácil ser la única mujer, pero los compañeros tienen que acostumbrarse. Percibo a veces una sobreprotección entre los demás, pero cargo el mismo equipo que ellos: 25 kilos o más. Mi cuerpo ha cambiado, estoy más musculosa».
Salvar vidas es peligroso, pero los bomberos procuran no pensar en ello. Un fotógrafo recorre el planeta para mostrar cómo viven estos profesionales. Un trabajo duro donde los salarios y la precariedad, en muchos países, no compensan el riesgo. Texto y fotos: Christoph Otto
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