En 1985, un testigo señaló a Anthony Ray Hinton como autor de un asesinato, pese a contar con una coartada. Sometido a un juicio sin garantías, pasó 30 años en el corredor de la muerte, hasta que Bryan Stevenson probó su inocencia. Le llevó 15 años…
Se trata de un caso más en la larga lista de errores judiciales y policiales, de un sistema, donde si eres culpable y rico puedes librarte de la cárcel, pero si eres negro y pobre es más que probable que termines encarcelado incluso si eres inocente. Eso es lo que afirma su abogado, Bryan Stevenson, que pide revisar un sistema que no funciona. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Yale en 2007 concluyó que la probabilidad de que personas afroamericanas sean condenadas a muerte es tres veces más alta que la de los acusados blancos en casos donde la víctima también es blanca.
XL. ¿Cómo es el día a día en el corredor de la muerte?
A.R.H. Te despiertas en una jaula. Si es invierno, te congelas; en verano, te asas. La cama es de acero, sin mantas. Nunca te acostumbras.
XL. ¿Cómo resiste?
A.R.H. Aprendí a utilizar mi mente de forma diferente. Si hacía frío, pensaba en un lugar cálido. A veces tomaba el té con la reina de Inglaterra, estaba casado con Halle Berry o bebía vino en París.
XL. Para evadirse…
A.R.H. Es la única manera. Mi pasado me había sido arrebatado y debía crear un nuevo principio para escapar del infierno.
XL. ¿Hizo amigos?
A.R.H. Sí. Es el único lugar donde no hay racismo. Blancos, negros, mexicanos: tienen la misma sentencia. A todos nos consume una idea: cómo logro que mi caso sea anulado.
XL. Y genera solidaridad…
A.R.H. Todos cuidábamos unos de otros. Allí, todos somos uno.
XL. Pero muchos habrían cometido crímenes horribles.
A.R.H. No se habla de eso. Solo sabíamos que debíamos apoyarnos. Cuando uno iba a ser ejecutado, era como perder a un miembro de la familia.
«Logré superarlo usando mi mente de otra manera»
XL. ¿Cómo era ese momento?
A.R.H. Durante la semana previa intentábamos consolarlo. Hablar, reír… hacíamos todo lo posible para que no pensara en el día en que lo matarían. Nunca he visto lazos tan fuertes como allí dentro. Teníamos esperanza.
XL. ¿No se pierde la esperanza?
A.R.H. Nunca olvidaré el día en que salí. Les dije a mis ‘hermanos’: ha costado 30 años. Pueden ser 35, 40…, pero que ninguno pierda la esperanza. La pena capital puede abolirse el año próximo, el mes que viene…
XL. En la cárcel de Alabama, los presos oyen la ejecución, huelen la carne…
A.R.H. Ningún ser humano debería oler algo así. Recuerdo un día que [llora]… Habían ejecutado a dos hombres e iban a ejecutar a otro. Le pedí al guardia algo para evitar ese olor insoportable. Me dijo: «No puedo, te acostumbrarás». Y añadió: «Por cierto, un día alguien olerá tu carne ardiendo».
XL. Y siguen usando la silla eléctrica…
A.R.H. ¿Cómo podemos, como sociedad, hacer algo así? No sé qué tipo de ser humano eres para meter el enchufe sabiendo que la descarga atravesará un cuerpo y hará arder su ropa [llora].
XL. ¿Cómo se adapta a la vida fuera?
A.R.H. Nada te devuelve los 30 años perdidos. El Estado de Alabama no me ha pedido perdón ni me ha dado un centavo por esas tres décadas robadas. Además, mi madre murió y no pude despedirme. Ni de mi padre. Lo que ves es un caparazón vacío. Vivo por la promesa que hice de contarle al mundo lo que me ha ocurrido.
XL. Para cambiar las cosas.
A.R.H. Los hombres que dejé en el corredor no tienen quien hable en su nombre, salvo a mí. Yo ya no tengo una vida, solo existo.
XL. ¿Y su familia?
A.R.H. En 30 años, mis hermanos no vinieron a verme. Al salir, eran unos extraños. Me arrebataron mi vida y me separaron de la gente que quiero. Lidio con el dolor. Sobrevivo.
Foto principal: A la izquierda, Hinton en 1985, cuando lo acusaron de cometer dos asesinatos en dos atracos a restaurantes de comida rápida; a la derecha, Hinton en la actualidad, en su labor como activista contra la pena de muerte.
Te puede interesar
43 años en aislamiento por un crimen que no había cometido
Pablo Ibar, el español condenado a cadena perpetua