Entre balcones y aplausos, una red de solidaridad se ha trenzado en la ciudadanía. Con ingenio y entusiasmo, miles de personas se han volcado en solucionar la falta de material sanitario. Confeccionar batas, hacer mascarillas, ayudar al vecino… El altruismo ha sido la gran vacuna contra la desesperanza. Por Raquel Peláez / Fotografía: Marcelo del Pozo

Amigos fabrican 33.000 máscaras protectoras para hospitales y residencias

Todo comenzó con un aplauso. «España, de blanco, por ellos. Para que mañana, cuando vuelvan rotos a sus casas, sepan que los admiramos», decía el mensaje que se viralizó por todo el país el sábado 14 de marzo. Y los balcones y las ventanas se llenaron de sábanas, de toallas, de pañuelos. Símbolos que acompañaban al aplauso de agradecimiento a los profesionales sanitarios. A ellos y al personal de limpieza, transporte, supermercados, cuerpos de seguridad. Desde entonces, una red de solidaridad comenzó a trenzarse entre aquellos balcones; y a los aplausos se sumó un instinto altruista que iba a funcionar como una vacuna psicológica para resistir los momentos difíciles.

Con la pandemia se ha puesto en marcha un ejército de creadores de material sanitario de protección, los llamados ‘Coronavirus makers’

Ante la escasez de material sanitario, el ingenio atravesó el mapa y miles de ciudadanos se volcaron en ofrecer soluciones. Un batallón de costura y un ejército de Coronavirus Makers -el nombre que se ha dado a los confeccionadores de material sanitario de protección con impresoras 3D- se pusieron en marcha.

Una de las primeras comunidades en romper su rutina fueron las clarisas del monasterio de Santa Ana, en Badajoz: «Se necesitaban mascarillas para todo el personal que estaba ayudando a trasladar a las personas sin hogar al polideportivo de la ciudad. Nosotras no nos dedicamos a la costura, pero pensamos que lo importante era colaborar. Hacemos mascarillas de tres capas: dos de algodón y un filtro en el medio con entretela», cuenta la hermana Carolina. También las carmelitas descalzas de Badajoz acudieron a la llamada: «Nos enviaron vídeos e instrucciones para hacer batas y nosotras mandamos todo el material desinfectado -comenta Patricia Eugenia, la priora-. Esta solidaridad, que yo daba casi por perdida del todo, está siendo maravillosa».

Ellas son solo una muestra de la cadena humana que convirtió su casa en un taller de costura para tejer mascarillas mientras, en paralelo, más de 20.000 voluntarios, impresora 3D en mano, ponían sus esfuerzos en crear material de ayuda de emergencia.

Solidaridad frente al coronavirus: y la gente no se quedó atrás 1

Pequeños talleres, como este de vehículos en Sevilla han producido protectores para hospitales, residencias o policías. Susana Girón/PHOTO COVID STORIES

«Hola, soy Laura del 3.º A. Si necesitas ayuda para hacer la compra, no dudes en llamar a mi puerta». El gesto espontáneo para atender a los vecinos más vulnerables comenzó por inundar los portales con carteles en los que ofrecían su colaboración. Una vertiente del virus, la de la solidaridad vecinal, que se volvió igual de contagiosa: «Catástrofes naturales o crisis como la que estamos viviendo tienen un efecto emocional muy fuerte y motivan incontables conductas de ayuda», asegura Isabella Meneghel, psicóloga y profesora del Grado en Psicología de la Universitat Internacional de Catalunya. «La actividad social compartida y los sentimientos de vinculación que se generan son claves. Nos ayudan a ser más resilientes».

Y aquello que comenzó de forma individual en barrios y pueblos se fue organizando en redes vecinales que atendían cada vez a más gente: «Empezamos por ayudar con la compra a personas mayores que no podían salir a la calle -asegura Maribel, de la Red de Cuidados de Madrid centro-, pero durante la segunda semana de confinamiento teníamos ya tantas demandas que decidimos crear una infraestructura y ampliar la ayuda a más barrios. Ahora somos más de 500 personas y lo que más recibimos son peticiones de alimentos».

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Más de 20.000 ciudadanos se han implicado en la creación de material sanitario, como la familia Navarro (abajo) y otras 15 familias que, juntas, fabricaron máscaras desde casa.

La crisis sanitaria también ha puesto en valor el trabajo del colectivo de los héroes al volante. Taxistas que trasladan de forma gratuita a pacientes o a personal sanitario, agricultores que ofrecen sus tractores para labores de desinfección y grupos de camioneros que proporcionan comida y alojamiento a sus compañeros. Asimismo, la empresa Alsa ha querido contribuir poniendo 26 autobuses a disposición del Ejército para prestar apoyo a las labores de los efectivos en toda España y para el traslado de pacientes afectados por coronavirus entre hospitales

Foto apertura. Desde Ponferrada hasta Sevilla, varias comunidades de monjas de clausura han cambiado su rutina para dedicarse a tejer mascarillas, como estas agustinas de San Leandro (Sevilla). Conventos y monasterios convertidos en talleres de confección.

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