Las pruebas de selectividad van a reunir a miles de estudiantes. Se han establecido medidas para evitar los contagios, pero ¿son suficientes? ¿Qué riesgos se están asumiendo? ¿Hay otras opciones? Hablamos con Margarita del Val, viróloga del CSIC y con expertos en educación. Por Fernando Goitia
Será la selectividad más delicada y polémica de la historia. Dentro de poco más de un mes, más de 217.000 estudiantes de toda España están llamados a una prueba que este año deberán realizar con guantes, mascarillas, ingentes cantidades de gel hidroalcohólico y con más separación que nunca en las aulas, ocupadas este año al 30% de su capacidad. Efecto colateral de celebrar un evento de semejantes dimensiones en tiempos de coronavirus. «Dejar que miles de estudiantes vayan a las universidades en estos momentos conlleva un alto riesgo, por muchas medidas que se tomen», advierte la viróloga Margarita del Val, científica que coordina a 200 equipos de investigación que luchan contra la COVID-19 en una plataforma creada por el CSIC.
Si todavía hay muchas personas asintomáticas o con síntomas muy leves que pueden contagiar, ¿cuántos de ellos habrá entre los estudiantes que se presenten a la selectividad?
La investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa apoya su advertencia en las conclusiones provisionales del estudio nacional de seroprevalencia presentados la semana pasada. «El porcentaje de la población vulnerable sigue siendo muy alto –subraya esta prestigiosa viróloga e inmunóloga–. Los datos nos dicen que, probablemente, tenemos diez veces más infectados, casos no reconocidos, que lo que refleja el recuento oficial. Es decir, si todavía hay muchas personas asintomáticas o con síntomas muy leves que pueden contagiar, ¿cuántos de ellos habrá entre los estudiantes que se presenten a la selectividad? No lo sabemos».
Desde la comunidad universitaria, sin embargo, se sigue trabajando con la idea de celebrar la EvAU, su denominación actual, este año. «Sabemos que cualquier escenario es posible en función de cómo evolucione la pandemia, pero la idea es hacer los exámenes», afirma desde Carlos de Carlos, delegado del rector para el Acceso y la Relación con los Centros de Secundaria y Formación Profesional de la UAM (Universidad Autónoma de Madrid), en cuyo campus con capacidad para 21.000 alumnos, se examinarían unos 5500.
La decisión final, en todo caso, corresponderá al Ministerio de Sanidad. La prueba, de momento, ya ha retrasado su fecha habitual de principios de junio a una horquilla temporal que va del 22 de junio al 10 de julio y se ha autorizado su celebración en cuatro o cinco días en lugar de tres. El gobierno, además, ha facilitado a las universidades una lista con las preceptivas medidas higiénico-sanitarias que deberán acompañar la convocatoria. Y en algunas comunidades autónomas se abrirán institutos comarcales para reducir desplazamientos a las capitales de provincia.
El peligro, advierte Margarita del Val, radica en las previsibles celebraciones estudiantiles una vez terminados los exámenes
El objetivo es evitar aglomeraciones en el transporte y en el tránsito por los campus: acceso a sedes y aulas, uso de los baños, descansos entre pruebas, salida… Así las cosas, se intentarán escalonar los accesos, se llamará a muchos aspirantes a través del móvil, habrá señalizaciones para dirigir el tráfico de estudiantes, e, incluso, se creará la figura de los ‘pastores’, personas que guíen a los alumnos para evitar los habituales extravíos de adolescentes que pisan por primera vez un recinto universitario.
Más allá del transporte y la movilidad dentro de los campus, sin embargo, el peligro, advierte Margarita del Val, radica en las previsibles celebraciones estudiantiles una vez terminados los exámenes, punto final del Bachillerato y de un intenso periodo vital. «Hablamos de miles de adolescentes que llegan a un punto de inflexión en su vida y que se han pasado meses estudiando –subraya–. Este año, además, llevarán una eternidad sin verse y tendrán más ganas que nunca de liberar toda esa tensión y de celebrarlo. Si eso ocurre de forma masiva, es fácil que la selectividad se acabe convirtiendo en un foco de infección».
Si la EvAU llega finalmente a celebrarse, y parece que así será, la recomendación de la viróloga del CSIC es «informar a los jóvenes con mucha claridad e insistencia para que las siguientes dos o tres semanas, ellos y también sus familiares fuera de los grupos de riesgo, limiten todo contacto con los abuelos. Y eso será muy difícil en plena época de vacaciones».
Desde la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH), su secretario general, Jesús Molina llama a reforzar el personal de seguridad en las sedes de la prueba «para evitar corrillos en los descansos y en la salida» y subraya que, ante todo, «la EvAU será un gran ejercicio de responsabilidad individual». Una apelación en la que incide Carlos de Carlos desde UAM. «Limitar las celebraciones de los estudiantes en julio será complicado, pero hacer botellones y demás, como ocurre otros años, sería una irresponsabilidad. De todos modos, yo confío en la madurez de la inmensa mayoría de ellos».
Para no llegar a estos extremos de descargar la última responsabilidad en los alumnos, son varias las voces que proponen alternativas a la convocatoria de este año. Desde el propio Sindicato de Estudiantes, no han parado de exigir la suspensión de la EvAU tras la declaración del estado de alarma al estimar que, en las condiciones actuales, la prueba perjudicaría a los jóvenes con menos recursos, sin acceso, por ejemplo, a clases on-line durante este último trimestre. El Ministerio, sin embargo, ha establecido una flexibilización en los exámenes al incluir una mayor optatividad –se podrá elegir entre un número mayor de preguntas–, pensando en los alumnos que no hayan podido aprender determinados contenidos. «Hay que tener en cuenta las dificultades digitales este año», subraya De Carlos.
La organización estudiantil, en todo caso, propone que se tenga solo en cuenta la nota de Bachillerato, una medida que no le parece descabellada a Luis Miller, sociólogo profesor universitario con amplia experiencia en tribunales de selectividad. «Las notas del bachillerato y de la EvAU suelen ser muy parecidas y, como medida excepcional este año, no creo que fuera tremendamente injusto que esa fuera la nota que contara este año», señala este investigador del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC.
«Recurrir a la nota del bachillerato requeriría de un estudio serio; no se puede improvisar sobre la admisión de los estudiantes con propuestas poco maduradas», apunta Carlos de Carlos
Una posibilidad que, de momento, nadie se plantea entre las autoridades educativas, confiadas en poder llevar a buen puerto su objetivo. Desde la UAM, dice Carlos de Carlos que dejarlo todo en manos de la nota de bachillerato es una opción injusta ya que, según él, «la EvAU tiene un carácter corrector sobre las notas del Bachillerato que, en algunos casos, pueden venir infladas». La idea subyacente es que las de los centros privados y concertados suelen ser más altas que las de los públicos, posibilidad que pocos niegan entre la comunidad educativa, pero que, ante la ausencia de estudios consistentes, nadie confirma a micrófono abierto. En todo caso, estima De Carlos, «recurrir a la nota del bachillerato requeriría de un estudio serio; no se puede improvisar sobre la admisión de los estudiantes con propuestas poco maduradas».
El tiempo juega en contra de esta opción o de alternativas como la que planteó hace unas semanas Raimundo de los Reyes, presidente de la Federación de Asociaciones de Directivos de Centros Educativos Públicos (FEDADI). «Propuse aliviar la presión sobre la EvAU eliminando la obligación de hacerla a los estudiantes que deseen cursar carreras donde se sabe que no hay problema de plazas –explica–. En estos tiempos extraordinarios es algo razonable teniendo en cuenta que es una prueba que en los últimos cinco años ha superado el 93% de los alumnos». El problema de esta opción es un cierto sesgo discriminatorio ya que, si alguno de esos alumnos decide después cambiar de carrera por una con criterios de ingreso más competitivos debería entonces presentarse a la selectividad. De todos modos, admite el propio presidente de la FEDADI, a estas alturas, tan cerca de las fechas de los exámenes, no resulta viable organizar algo así. Según De Carlos, además, esta opción ni siquiera ha llegado a estar sobre la mesa. «Podría ser un planteamiento para estudiar en el caso de que no se pueda realizar la EvAU con normalidad, pero ni el Ministerio ni la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas ha analizado esta opción».
La alternativa digital, coinciden los expertos, también resulta inviable. «Examinar a semejante número de alumnos desde sus casas es imposible. El sistema no está preparado», subraya Luis Miller. De momento, es algo solo al alcance de universidades privadas, que cuentan con sus propias pruebas y entrevistas de acceso. Este año, de hecho, algunas ya han utilizado herramientas de reconocimiento facial y entrevistas personales on-line para seleccionar a sus futuros alumnos.
Nada que ver, en todo caso, con el inmenso engranaje de la enseñanza pública universitaria. La EvAU implica un mecanismo gigantesco de recursos cuya paralización o modificación afecta a cuestiones muy sensibles. Por ejemplo, hay muchos estudiantes, alrededor de un diez por ciento, que no proceden del Bachillerato, sino que se presentan para subir nota. «La suspensión les causaría un serio perjuicio –subraya De Carlos–. Para el resto, además, la EVAU es una experiencia única de primer contacto con los campus y debemos hacer todo lo posible para que la vivan».
«Si hay un rebrote derivado de eventos como estos ellos saldrán perjudicados. Además todo el tejido productivo tardará mucho más en recuperarse y eso afectará a su futuro», advierte la viróloga Margarita del Val
«Para los estudiantes –añade el sociólogo Luis Miller–, es muy importante que se haga lo que se les dijo a principio de curso, ya que toda la preparación de 2º de Bachillerato está hoy enfocada a esta prueba. Cambiar las reglas que dan acceso a la universidad a mitad de partido es muy dramático en algunas carreras y puede generar muchos problemas.».
Ahora bien, si los indicadores sanitarios empeoran lo más viable, entiende el experto, sería recurrir a la nota del Bachillerato «El debate y la polémica serían tremendos, pero cualquier otra opción distorsionaría mucho más el proceso». Para la viróloga Margarita del Val, está también sería la mejor opción. «No sé si es la mejor solución desde el punto de vista académico, pero es la más segura desde el punto de vista sanitario –afirma–. Además, los estudiantes deben tener en cuenta que, si hay un rebrote derivado de eventos como este, sumado a los que querrán irse de vacaciones en julio, ellos saldrán muy perjudicados. Para empezar, no tendrán clase en septiembre. Además, todo el tejido productivo tardará mucho más en recuperarse y eso afectará a su futuro».
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