Bill Gates es el blanco preferido de los amantes de las teorías conspiranoicas. ¿Pero cómo se forman y por qué tienen éxito estos bulos? ¿Y por qué precisamente tienen al fundador de Microsoft en el punto de mira? Te lo contamos. Por Carlos Manuel Sánchez / Ilustración: Mekakushi
Roger Stone, conocido lobbista y cercano asesor de Donald Trump (hasta que en enero fue condenado a tres años de cárcel por mentir al congreso y manipular testigos, cuya sentencia acaba de conmutar Trump) fue el primero en difundir en abril la teoría de que Bill Gates había creado y difundido el coronavirus. Lo dijo en un programa de radio y la teoría prendió como la pólvora entre los seguidores del presidente de los Estados Unidos. El objetivo de Gates sería implantar microchips en las personas a través de la vacuna que el mismo desarrollaría para frenar la pandemia. Esos microchips se activarán a través de tecnología 5G. Y así lograrían controlar a la humanidad.
La noción de que hay fuerzas sombrías que dirigen el mundo tiene un enorme atractivo. Marc Argemí, autor de ‘El sentido del rumor’, repasa las claves.
1. Autoengaño
Los humanos somos expertos en detectar patrones. A partir de varias coincidencias sacamos conclusiones. Si encajan con nuestra visión del mundo, nuestros valores o nuestros deseos, nos las creemos.
2. Credulidad selectiva
Nos puede parecer que los que creen en estas teorías son unos ingenuos que viven en el sótano con un gorro de papel de aluminio, pero hay gente muy preparada que critica por sistema lo que digan las fuentes oficiales. Ante datos confusos, sospechan quién puede salir beneficiado. Y montan una historia que lo señale como culpable.
3. Suprimir la incertidumbre
Toleramos peor la incertidumbre que la mentira. Y las teorías de la conspiración tienen un efecto sedante. A la mente conspiradora no le vale una probabilidad del 99 por ciento, necesita certezas absolutas para calmar la ansiedad. Pero no es posible saberlo todo. La realidad es compleja y la ciencia muchas veces no tiene respuestas.
4. Mensaje único
Llevamos meses sin hablar de otra cosa que no sea el coronavirus. Cualquier grupo que lo utilice como palanca para sus mensajes tiene más fácil captar la atención a gran escala.
5. El relato abierto
Muchas teorías son una reacción a la verdad oficial; no es el caso del coronavirus porque no hay una versión confirmada de su origen; que no haya contrapeso contrastado empeora las cosas y favorece la propagación.
6. Sesgo de proporcionalidad
Ante un acontecimiento de gran magnitud hay quien no se conforma con explicaciones sencillas o evidentes. Algo tan desestabilizador como el coronavirus no puede estar originado por un animal, debe haber fuerzas muy poderosas detrás…
7. Sofisticación
Cuanto más enrevesada sea una teoría, mejor. Aunque luego la conclusión sea muy simple, pero llegar a ella debe ser un proceso alambicado. Hay que seguir las pistas, buscar confirmaciones, atar cabos. El que consigue llegar al final recibe un premio psicológico. Se siente superior al común de las mortales. Es uno de los elegidos.
8. Uno de los nuestros
El acceso a un conocimiento secreto divide a la humanidad entre los que están en posesión de la verdad y los ignorantes. Un universo ‘Matrix’ donde los buenos han elegido mirar y los malos prefieren seguir con sus rutinas y fiarse de lo que dicen los medios de comunicación, los expertos… La sensación de pertenencia a un grupo reconforta.