Burlarse de los niños con insultos relacionados con el coronavirus o señalar a los que han tenido la enfermedad comienzan a aparecer entre las nuevas formas de discriminación en las aulas. En la actitud de los adultos podría estar la clave para evitarlo. Por Raquel Peláez/Foto: Cordon

Aumentan los intentos de suicidio en adolescentes durante el confinamiento

«Mi hijo es obligado a llevar mascarilla al colegio, aunque tiene un certificado médico que desaconseja su uso continuado. No lo respetan y solo le dejan respirar sin ella cuando en el recreo se pueda sentar en un banco retirado del resto de niños. Tiene una profesora que le grita que se suba la mascarilla cuando él se la baja para respirar. En el recreo, al haber tocado a una compañera, su tutor le ha gritado que por su culpa, por no cumplir las medidas, está muriendo mucha gente en los hospitales y él mismo podría contagiarse y morir porque el virus está en sus manos. Mi hijo llega a casa muy cansado, mareado y con dolor de cabeza, aparte del picor en la cara. Mi hijo tiene miedo de que lo señalen, de que sus propios compañeros lo rechacen y lo traten peor al yo defender su derecho a respirar y a ser tratado con respeto». La carta que la madre de un niño de diez años de un centro educativo de Sevilla hizo llegar a la asociación No al Acoso Escolar (NACE) y la aparición de nuevos insultos entre menores relacionados con la pandemia como “coronita” han hecho que salte la alerta: «Aunque todavía no podemos confirmar que la COVID-19 cause bullying, observamos indicios que nos llevan a pensar que podría ser un nuevo pretexto para que los niños se acosen entre ellos», asegura su presidenta Carmen Cabestany.

El hecho de haber tenido un familiar contagiado, el simple acto de estornudar o estar exento de llevar mascarilla se pueden convertir en el nuevo caldo de cultivo para la exclusión infantil. A todo esto se suma el miedo de los niños a dar positivo y que, por ese motivo, su clase tenga que quedarse en casa durante varios días. «Además -añade Cabestany- hemos observado que el acosador ahora lleva mascarilla y eso significa que puede sentirse más impune amparado en ella».

El hecho de haber tenido un familiar contagiado, el simple acto de estornudar o estar exento de llevar mascarilla se pueden convertir en el nuevo caldo de cultivo para la exclusión infantil

También el último estudio sobre el acoso escolar presentado por la Fundación ANAR y Mutua Madrileña ha hecho hincapié en esta nueva forma de intimidación derivada de la situación epidemiológica. Según sus responsables, se prevé una disminución de la violencia física porque los espacios están más controlados y supervisados por los profesores, pero también un posible aumento de la violencia psicológica basada en la burla, el rechazo o la estigmatización de los niños y niñas más inseguros, y el ciberbullying. «La creación de ‘grupos burbuja’ en los colegios ha construido un nuevo escenario presencial donde no es fácil ejercer la violencia física sin ser visto. Sin embargo, hay mucha más violencia dentro del espectro de lo psicológico y en lo que se refiere a las tecnologías, algo que ya vimos durante el confinamiento cuando aumentaron las consultas relacionadas con el acoso escolar a través los grupos de WhatsApp y los chats que compartían en temas escolares u otras redes», cuenta Diana Díaz, directora del Teléfono ANAR.

El ‘ciberbullying’ se ceba con las chicas

«Si ya había riesgo de violencia para las niñas y adolescentes en Internet, el aumento del tiempo, la exposición y el uso de redes sociales en la pandemia han incrementado los peligros», señala Julia López de la ONG Plan Internacional. Así lo refleja el informe que ha presentado esta organización bajo el título «(In)seguras online», realizado a partir de encuestas a 14.000 chicas de entre 15 y 25 años de 22 países, entre ellos España.

Según este estudio, casi el 60 por ciento de ellas ha sufrido acoso en redes sociales y el 50 por ciento afirma padecer más ataques en las redes que en la calle. El estudio también apunta que el 75 por ciento de las chicas en nuestro país dicen que quienes las acosan son personas que conocen del colegio o del trabajo, parejas actuales o anteriores y amistades. «Las niñas comienzan a vivir experiencias de acoso en redes sociales a edades muy tempranas, entre los 8 y 11 años, pero el acoso se hace muy frecuente entre los 12 y los 16. Las niñas más pequeñas son percibidas como más vulnerables por quienes acosan, pero en general todas son objeto de acoso online por el simple hecho de ser jóvenes y mujeres», confirma Julia López. «Las familias y el entorno de las niñas, adolescentes y jóvenes deben conocer el problema para poder abordarlo con ellas, de modo que se sientan seguras al hablar del acoso online y sepan que cuentan con ese apoyo.

Los padres y madres deben tener información al respecto para ayudarlos a estar protegidos en los espacios online, conociendo los mecanismos de protección y seguridad y refiriendo los casos a los autoridades competentes. Pero esto no debe pasar por restringir su acceso a las redes sociales. Mantenerlas fuera de Internet es también quitarles oportunidades de aprovechar su potencial», concluye la especialista.

Cómo evitar el ‘bullying’ por COVID-19

«Alejar a tus hijos de las noticias catastrofistas con respecto a la pandemia para evitar que entren en pánico, explicarles que el índice de contagio entre niños y adolescentes es muy bajo o no mostrar miedo ni discriminar a nadie que haya enfermado en su presencia. Aunque parezca que no oyen o no se enteran, los niños son como radares». Estas son algunas de las claves que Carmen Cabestany, la presidenta de NACE, propone para evitar comportamientos de exclusión a causa del coronavirus. «Hay que insistirles en que no se burlen ni ridiculicen a nadie por tener síntomas aparentes y enseñarles a empatizar con el dolor del prójimo», añade. «La familia es fundamental para identificar posibles señales de alerta: cambios de comportamiento, de estado de ánimo o aislamiento», señala Diana Díaz, de ANAR. «Durante el estado de alarma algunos padres nos contaron que, al estar más tiempo todos en familia, habían descubierto que sus hijos sufrían acoso y no lo sabían. Esas señales son fundamentales para llegar a tiempo y prevenir un tema que luego se puede cronificar», concluye.

Carmen Cabestany resume las señales que indican que el menor está sufriendo acoso como las tres “C”:

  • Cuerpo: el niño camina encogido, con los hombros hacia dentro, la cabeza gacha, arrastra los pies y se viste para pasar desapercibido con mucha ropa (se pone capucha, manga larga…).
  • -Campana: es decir novillos. Faltan a clase porque no quieren ver a sus agresores.
  • -Cambios: en el carácter, en las notas e incluso cambian el camino para llegar al colegio y no coincidir con los demás.

La Fundación ANAR gestiona el Teléfono contra el acoso escolar. Gratuito y anónimo: 900 018 018.

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