La historia de tatuaje
Nueva York: 1930. Escena en el estudio de Charlie Wagner (de pie), leyenda del tatuaje que ejerció durante 50 años.
Nueva York: 1930. Escena en el estudio de Charlie Wagner (de pie), leyenda del tatuaje que ejerció durante 50 años.
Mujer con la marca tradicional maorí –tā moko– en la barbilla. La pluma de huia, extinta ave neozelandesa, indica un alto rango.
Forma de arte y expresión de creencias, en Japón se tatuaba a los delincuentes en los brazos. Muchos se los tapaban con diseños mitológicos, hábito que, en el siglo XVII, la Yakuza convirtió en su seña de identidad.
Artoria Gibbons se exhibió en circos y ferias durante 35 años como la mujer tatuada. Trabajó en los circos Ringling, Barnum & Bailey y muchos otros.
Tatuajes de Bert Grimm, mito del tatuaje, en 1940. Su estilo es uno de los que más ha marcado la aún breve tradición occidental.
«Los tatuajes son el Rembrandt de los pobres». Lo dice Henk Schiffmacher, autor de libros, exposiciones y documentales sobre el asunto. Este artista, filósofo y coleccionista holandés ve en el tatuaje la libertad creadora del maestro barroco. Premisa que sostiene con apabullante despliegue gráfico y literario en Tattoo. 1730s-1970s. Henk Schiffmacher’s private collection (Taschen). El libro es ya la gran biblia de este medio expresivo que lleva entre nosotros, al menos, unos 5300 años, fecha de defunción de Otzi, momia hallada en los Alpes con 61 tatuajes. Y a partir de ahí, la Historia.
Los egipcios les atribuían efectos sobrenaturales; los americanos los usaban en rituales de paso a la madurez; los japoneses se sirvieron de ellos para marcar a criminales, como símbolo de poder o con mero afán estético; y entre las tribus polinesias, paradigma de la tradición tatuadora, son símbolo de jerarquía o un modo –para los maoríes– de asustar al enemigo. Fue James Cook quien los importó a Occidente en el XVIII, iniciando el largo camino que en los sesenta y setenta dio origen al llamado ‘renacimiento del tatuaje’, base de su normalización actual. Para Schiffmacher, sin embargo, no basta. Su libro pone el tatuaje en el radar del mundo del arte y convierte a todos los tatuados del mundo en parte de su historia.