Nadie es capaz de recordar todos los códigos de sus tarjetas y dispositivos. La biometría tiene la solución. Pero no solo nos escanearán el iris. ¡Van a medirnos hasta el tamaño del oído medio!

¿Tiene usted -como recomiendan- una contraseña para cada cuenta y la cambia con frecuencia? Google quiere acabar con esta pesada obligación. Y apuesta en su lugar por el reconocimiento facial, de voz o incluso de la velocidad a la que un usuario teclea. MasterCard también trabaja ya en esa misma línea. Y es posible que algún día baste un selfie para identificarnos y autorizar un pago. Los contratiempos pasarían en ese caso por ver si el sistema sabría reconocernos si nos cambiamos de gafas. Los problemas, en cambio, son más serios, ya que estos reconocimientos biométricos nos exponen también a nuevas amenazas.

Hace un par de años, por poner un caso, la entidad encargada de custodiar las huellas dactilares digitalizadas de los trabajadores federales de Estados Unidos reconoció un robo masivo de esas identidades durante el gran ciberataque que sufrió en diciembre de 2014: hablamos de 5,6 millones de huellas digitales de sus trabajadores, según el comunicado del propio organismo publicado en el New York Times. El abanico de delitos para los que esos datos pueden servir desanima. Por ello, investigadores y empresas trabajan en mejorar cada vez más la seguridad de los procedimientos que buscan desterrar las contraseñas. Aquí van algunos de ellos. La autorización presencial, y no a distancia, parece clave.

Iris. Azul, gris o marrón: el iris de cada persona muestra un patrón individual basado en manchas y puntos de distintos colores e intensidades. El nivel de reconocimiento conseguido por la identificación del iris es ya bastante alto.

Retina. Una malla individualizada formada por finas venillas recorre de lado a lado la retina. Un láser (inocuo para el ojo) la escanea y un sensor capta la luz reflejada. Investigadores y científicos de la Sociedad Fraunhofer ya han desarrollado un dispositivo portátil basado en este método.

Reconocimiento facial. Posición de los ojos, distancia entre pómulos, tamaño de la boca. son solo tres de las características que un programa específico puede comparar con la información almacenada en una base de datos.

Huella dactilar. El más clásico de entre los métodos de identificación se usa en muchas circunstancias. Casi todos los smartphones de alta gama ya cuentan con un sensor dactilar. Muchos portátiles lo emplean como dispositivo de seguridad.

Venas de la mano. Al igual que ocurre con las venas de la retina, los vasos sanguíneos de la superficie de la mano también presentan diferencias. Un dispositivo infrarrojo permite medirlas y luego compararlas. Ventaja. el método funciona sin que haya necesidad de contacto.

Calor corporal. Hasta el cuerpo de los mellizos presenta una distribución diferente del calor. Las cámaras infrarrojas lo detectan incluso por debajo de la ropa. Inconveniente. fuentes de calor en los alrededores pueden alterar los resultados.

Huesos craneales. Investigadores de las universidades de Stuttgart y del Sarre y del Instituto Max Planck de Informática han logrado probar que cada cráneo refleja el sonido de forma diferente. Se podrían usar unas gafas virtuales para identificar al individuo a partir de esos datos.

Oído medio. Detrás del tímpano se encuentra el oído medio, que presenta una forma distinta en cada persona. La empresa japonesa NEC quiere utilizar el sonido emitido por unos auriculares de botón para medir este espacio interno.

Olor personal. Que nos resulta más fácil oler a unas personas que a otras es un hecho conocido. La base de este fenómeno se encuentra en el olor personal que cada uno tenemos. Empresas y científicos españoles pretenden desarrollar una especie de código de olores.

Forma de la mano. La relación de la longitud de los dedos entre sí y con respecto a la mano en su conjunto es algo relativamente fácil de medir y complicado de alterar (salvo quirúrgicamente). Este método valdría, por ejemplo, para determinar el tiempo que ha estado trabajando cada empleado.

Latido cardiaco. Todas las personas tienen un patrón cardiaco único, según acaban de descubrir científicos de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Ahora están desarrollando un método que les permita detectar el latido con exactitud y compararlo con los electrocardiogramas guardados en una base de datos.

Modo de caminar. Al llevar uno un smartphone en el bolsillo, los sensores de aceleración del terminal registran el ritmo del movimiento de nuestras piernas. Una matemática de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Darmstadt, Alemania, quiere utilizar estos datos como marcador biométrico.

 

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