Fundador de GoPro: de genio millonario a peor directivo del año
Con una goma y una cámara revolucionó la fotografía de acción. Solo tiene 42 años y su vida ya da para una película. Se arruinó con 24 años, con 27 cambió para siempre los deportes de riesgo y pocos dudan de que, tras sus problemas de 2016, volverá a dar sorpresas. Por Ixone Díaz Landaluce
El primer modelo fue muy rudimentario: una cámara analógica de 35 milímetros atada con una goma a su muñeca. Nick Woodman estaba a punto de emprender un viaje de cinco meses a Australia e Indonesia y quería documentar sus hazañas sobre las mejores olas del mundo. El surf era su pasión y gracias a ella Nick Woodman tuvo su epifanía: solo los surfistas profesionales tenían fotos o vídeos de sus mejores momentos sobre la tabla. Para el resto, documentarlos era una pesadilla logística. Así es como Woodman alumbró GoPro, la cámara de acción para amantes de los deportes de aventura que puede instalarse en tablas de surf, cascos de snowboard o bicicletas y que se ha convertido en un fenómeno superventas. «Cuando terminé la universidad, me di de tiempo hasta cumplir los 30 para inventar un producto. Si no lo conseguía, entonces buscaría un trabajo. Y ese miedo, el miedo a un trabajo de verdad, me motivó para convertirme en emprendedor». Woodman creció en Menlo Park, cerca de Silicon Valley y siempre estuvo rodeado de emprendedores como Eli Harari, amigo de la familia y fundador de SanDisk, la popular marca de dispositivos de memoria.
Las GoPro tienen tanto éxito no solo porque son pequeñas y se pueden ‘enganchar’ a una tabla o una bici. Están diseñadas para ser ligeras y muy resistentes. Y graban y fotografían en alta definición a través de un gran angular
Con aquella idea en la cabeza, fundó dos start-ups siendo un veinteañero: una web que comercializaba productos electrónicos a bajo coste y otra de apuestas y juegos on-line. La burbuja tecnológica pinchó y Woodman lo perdió todo, incluido el capital que su padre -un banquero de inversión- le ayudó a conseguir de firmas de capital de riesgo. «Entre los 24 y los 26 años perdí cuatro millones de dólares de otras personas», ha confesado. Desmoralizado, decidió tomarse un tiempo, reflexionar, viajar y hacer surf. Y así empezó a experimentar con aquella cámara y aquella goma.
El viaje iniciático
A su regreso del viaje, Woodman se instaló en casa de sus padres y empezó a fabricar sus propios prototipos con la máquina de coser de su madre, un taladro y mucho pegamento. Apenas dormía, trabajaba 20 horas al día los siete días de la semana y, para evitar «viajes innecesarios a la cocina», llegó a atarse una cantimplora a la espalda de la que bebía gracias a un tubo. Woodman no quería cometer el mismo error y, en vez de buscar inversores, le pidió dinero a su familia: su madre le prestó 35.000 dólares; su padre puso 200.000. El resto lo consiguió vendiendo cinturones por la costa de California. Después de probar su cámara mientras hacía surf o conducía coches de carreras, Woodman envió su prototipo final a una fábrica china con una transferencia de 5000 dólares y, pocos meses más tarde, empezó a vender GoPro en tiendas de esquí y surf.
Jill Scully es su mujer y la madre de sus dos hijos. Era su novia cuando buscaba dinero para la GoPro. Fue ella quien lo acompañó por las playas de California con 2000 cinturones que compraron en Bali a 1,90 dólares la pieza y vendieron a 60 dólares
Desde entonces, GoPro ha lanzado modelos cada vez más sofisticados al mercado: cámaras digitales, sumergibles, de alta definición y hasta integradas en un dron. Sus usuarios siguen siendo deportistas, pero también directores de cine, como Michael Bay, e incluso departamentos de Policía y unidades del Ejército americano.
La cámara se le ocurrió tras haber fracasado con dos ‘start-ups’, con las que perdió cuatro millones de dólares
Una historia con altibajos
La compañía ha crecido al mismo ritmo vertiginoso: de la pequeña empresa de tres trabajadores que era en 2002 a la compañía con más 1500 empleados que Woodman dirige ahora. Sin embargo, los altibajos forman parte de su historia. En 2012, una empresa taiwanesa adquirió el 8,8 por ciento de las acciones a cambio de 200 millones de dólares estableciendo el valor total de la compañía en más de 2225 millones. Dos años más tarde, en junio de 2014, GoPro salió a Bolsa y Woodman, que sigue aglutinando la mayoría de las acciones, se hizo multimillonario. Ese año, el empresario se convirtió en el ejecutivo mejor pagado de Estados Unidos gracias a un bonus de 285 millones de dólares. Pero aunque GoPro llegó a valer 3900 millones de dólares, en 2016 su valor se desplomó un 47 por ciento debido a problemas de producción. De hecho, Woodman recibió el dudoso honor de ser nombrado el peor consejero delegado del año en 2016.
Ahora, las GoPro las usan también los directores de cine, los departamentos de política y hasta el ejército
Pero a Woodman, de 41 años, eso le importa poco. Lo ha demostrado muchas veces. Como cuando él y su mujer donaron 5,8 millones de acciones (valoradas en 500 millones de dólares) a su fundación siguiendo el ejemplo de Mark Zuckerberg o Bill Gates y para enfado de sus inversores: aquel día, las acciones de GoPro cayeron un siete por ciento en bolsa. O cuando cumplió su vieja promesa de cederle el 10 por ciento de sus acciones a su amigo y compañero de piso en los tiempos de universidad Neil Dana. En 2015, Dana recibió un cheque por valor de 229 millones de dólares. Pero Woodman también disfruta de lujos excéntricos: es dueño de un avión privado que compró para irse a hacer surf con sus amigos y está construyendo un ostentoso yate valorado en 40 millones de dólares con helipuerto y espacio de sobra para almacenar su colección de tablas. Por algo le llaman el multimillonario loco… Loco por el surf.